6. Custodio

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Rath'tollan comenzó a visitarme con más frecuencia que antes. Me extrañó, pero disfrutaba mucho tener cerca al príncipe demonio todo el tiempo.

Sí, yo, eh, necesito que un psicólogo me revise.

Sea como sea, me hacía compañía desde que volvía de la escuela hasta bien entrada la noche. De hecho, se quedaba conmigo hasta que me dormía, y no podía afirmarlo a ciencia cierta, pero algo me decía que incluso permanecía a mi lado hasta el amanecer. No tenía quejas, la verdad. Sus ojos de estrellas zafiro eran lo último que veía por las noches.

Sin embargo, era una sensación agridulce. Sabía que Rath'tollan no se quedaba solo porque sí o porque amara pasar tiempo conmigo, era debido al ataque de hace unas semanas. Aún no habíamos hablado sobre eso.

Aunque, curiosamente, estoy muy bien. Es decir, fue una experiencia mortificante y degradante, tuve un par de pesadillas justo después. No obstante, más allá de eso, nada. A veces incluso veo a Jordan, lo confirmé, sí es su nombre, en la escuela. El chico huye inmediatamente en dirección contraria apenas me ve. Reconozco que me resulta divertido.

No sé si ahora Rath'tollan está esperando que me rompa o si le preocupa que me ataquen de nuevo. Si es la primera, tendrá que esperar sentado, y si es la segunda, la veo difícil porque soy casi una ermitaña ahora que sé que él me espera en casa al final de cada día. Una bizarra forma del sueño americano y así.

Esta noche, aún sola, me senté en mi silla, observando el espejo, y subí las piernas para rodearlas con mis brazos. He pensado seriamente cómo sacar el tema. De por sí quería hablar con Rath sobre lo que sucedió con la botella de agua bendita, y ahora lo del ataque... Suspiré. Él tampoco había mostrado interés en hablarlo, y yo realmente no estaba mal por eso, quizá no fuera necesario... ¿O sí?

"¿Cómo te atreves a siquiera ponerle una mano encima? ¿No sabes que el único que alguna vez puede tocarla soy yo? ¡Yo!"

La voz iracunda de Rath'tollan resonó en mi cabeza.

"No vuelvas a acercarte a ella, es mía. ¿Entendiste? Es. Mía."

Mordí mi labio inferior. No es el ataque en sí lo que quiero discutir con Rath'tollan, lo sé, son esas declaraciones las que me han estado comiendo viva los últimos días. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Era necesario declarar que era suya para espantar a Jordan? ¿Lo dijo en serio? ¿Quiero que lo diga en serio?

Demasiadas preguntas, cero respuestas y mi ansiedad no puede soportarlo. De verdad no tengo idea si Rath espera que sea yo quien saque el tema primero o debería esperar que sea él quien lo haga. Algo me dice que el príncipe del Inframundo está esperando que ninguno de los dos lo saque a colación. Estaría feliz de seguirle la corriente, pero... 

"Es. Mía." Suspiré nuevamente.

No tuve tiempo de seguir dándole vueltas al asunto en ese momento, el viento helado que siempre acompaña las visitas de Rath'tollan de pronto se hizo presente, dándome unos segundos para prepararme para su llegada.

El humo azulado del espejo dio paso a la altísima figura de Rath. Empecé a sonreír. Un gobernante del Inframundo y todo eso, sí, pero era tan apuesto que de veras creía toda esa historia sobre ángeles caídos. Solo algo hecho con un poder superior podía ser tan perfecto.

Y no eran solo sus inmaculados rasgos casi tallados en mármol o su impresionante cuerpo que se marcaba incluso con su traje tres piezas, era ese aire de autoridad y superioridad que iba con él, que te hacía sentir más que saber que él era quien mandaba, lo que le confería esa aura arrolladoramente atractiva.

Es adictivo, lo admito. Que alguien con esa cantidad de poder y autoridad elija pasar su tiempo con alguien tan simple como yo. Me hacía sentir importante. Rath'tollan me hacía sentir... Especial. Quizá por eso no había sacado el tema que me acomplejaba aún, por miedo. No quería perder esto que teníamos, perderlo a él.

Rath'tollan se aclaró la garganta suavemente. Parpadeé, avergonzada por haberlo estado viendo fijo mientras me perdía en mis pensamientos. Busqué sus llameantes ojos con timidez, solo para encontrar algo similar en ellos. Arqueé una ceja con sutileza.

— Te traje un regalo. — Dijo de pronto el príncipe demonio, cambiando ligeramente el peso de un pie al otro.

Fue ahí, apenas, cuando me percaté de lo que sostenía contra su pecho. Mi ceja subió un poco más.

— ¿Ah, sí? — Pregunté, confusa. — ¿Por qué?

— Pensé que podrías necesitarlo. — Contestó él bajando lo que traía consigo. — Sé que será de utilidad.

Mi respuesta murió en mis labios cuando observé lo que estaba en el suelo de mi habitación. Se me desencajó la mandíbula. Una pequeña bola, un poco más grande que un balón de baloncesto, cubierta de escamas negras se estiró en la alfombra, enseñando su par de alas y su larga cola acabada en un orbe del mismo color azabache que el resto de su cuerpo. Bostezó, como si acabara de despertarse, dejándome ver los cuatro colmillos blancos como la cal dentro de su boca. No sabía qué pensar de lo que estaba viendo. Lucía como una versión pequeñita de un dragón.

— ¿Te gusta? — Quiso saber Rath'tollan.

Me hallaba embelesada con la cosa a la mitad de mi cuarto, pero me percaté del tono esperanzado de su voz. Lo miré. Sus ojos de cobalto brillaban con expectación.

— Ah... ¿Qué es eso? — Inquirí, volviendo a mirar al mini dragón.

Buena decisión, porque al parecer mi voz le llamó la atención y comenzó a trotar sobre sus cuatro patitas directo hacia mí. Como tenía las piernas arriba, no me alcanzaba, sin embargo, eso no le impidió intentarlo. Era gracioso ver su frustración. Me reí.

— "Eso" es un demonio custodio. — Explicó Rath'tollan. — Un cachorro, para ser más precisos.

— ¿Un demonio? — Repliqué mirando cómo la cosita seguía empeñado en llegar hasta mí. Las ganas de sostenerlo se hacían grandes por segundos.

— Un demonio custodio. — Precisó Rath. — Ya te dije, es un cachorro, y no, no va a hacerte daño, así que puedes tocarlo si quieres. — Añadió al final con una sonrisa.

Mi corazón se agitó. Cuando él sonreía todo su rostro se transformaba. Parecía que sus facciones estaban hechas para lucir aterrador todo el tiempo, así que las pocas veces que lo había visto sonreír eran iguales a ver la luz del sol después de estar en un bosque oscuro por días. Le sonreí de regreso.

— ¿No va a morderme? — Pregunté después de mirarnos por unos instantes. — Es un cachorro, los cachorros muerden.

— Creo que está más interesado en que lo acaricies que en morderte. — Se burló Rath'tollan acercándose a mí. — Solo mantente tranquila... — Empezó mientras se arrodillaba junto a mi silla y recogía al pequeño demonio, el cual había comenzado a emitir gorjeos de molestia. — ... y trata de no asustarte. — Terminó depositándolo en mi regazo.

Me quedé paralizada, algo entre asustada y ansiosa. La bolita de oscuridad, por otro lado, inmediatamente detuvo sus ruidos de molestia al haber alcanzado su objetivo. Se giró para observarme, y pude admirar sus ojos púrpuras antes de que decidiera poner sus patas delanteras en mi pecho y acercar su cabeza a mi cuello.

— Ah... ¿Rath? — Dije, alterada. — No estoy muy segura de esto.

— Tranquila, pequeña Kiarah. — Dijo él, todavía arrodillado frente a mí. — Confía en mí, jamás te pondría en peligro.

Lo dijo como quien dice que el cielo es azul, como una verdad mundialmente conocida, y más allá de su convicción al decirlo, sabía que era cierto. Respiré profundamente.

— Está bien. — Cedí dejando que el pequeño demonio me olfateara.

Cuando tuvo suficiente, volvió a verme a los ojos. Los suyos eran de un púrpura tan intenso que parecía casi azul. Impresionantes, pensé. Creo que se sintió satisfecho con lo que sea que vio en los míos, puesto que se acurrucó en mi regazo y procedió a ronronear hasta dormirse.

— Le gustas. — Declaró Rath'tollan, acariciando el lomo de la criatura.

— ¿Tú crees? — Inquirí, fascinada con la afirmación.

— Ajá... Anda, tócalo. — Me instó. — No te va a morder.

Suavemente coloqué mi palma sobre la cabeza del demonio y lo acaricié. Su ronroneo se intensificó. Sonreí y miré a Rath'tollan, asombrada. Él ya me estaba observando. Orgullo y emoción danzaban en sus ojos de flamas índigo. Una ligera sonrisa jugaba en sus labios. Me sentí algo cohibida por la intensidad su mirada; mi sonrisa feliz se transformó en una tímida en segundos.

— Y, eh... — Rompí el silencio entre nosotros. — ¿A qué se debe esto? — Quise saber. — ¿Me estás regalando un demonio? ¿Por qué?

— Una vez más, pequeña Kiarah. Te estoy regalando un demonio custodio. — Contestó Rath'tollan. — Y la respuesta es clara, para que te proteja.

Fruncí el ceño con consternación.

— ¿Protegerme? ¿De qué?

— De todo. — Rath suspiró y se levantó. — Aunque lo deseo con cada fibra de mi ser, no puedo estar aquí todo el tiempo contigo, ángel, y necesito saber que vas a estar a salvo.

Ignoré el baile acrobático que mi corazón hizo en mi pecho. "Ángel", me llamó. De nuevo. Bajé la mirada a la bolita de oscuridad.

— Hace poco nació una camada en mi corte. — Siguió Rath'tollan. — Es la raza más pura de Moenia Furoris que vas a encontrar en todos los círculos del infierno. Los mejores demonios custodios del Inframundo. — Añadió, orgulloso.

De pronto el pequeño cuerpo en mi regazo se sintió más pesado. Imaginé que era algo comparable a los sabuesos o perros de caza pura sangre que tienen los altos señores de la nobleza, esos que valían miles y miles de dólares. Tragué con dureza. Vaya.

— Kiarah. — Me llamó Rath.

Regresé mis ojos a él. Lo encontré mirándome con seriedad.

— Te garantizo que vas a estar segura con él. Cuando yo no esté, él te protegerá. — Volvió a arrodillarse ante mí y cubrió la mano que tenía sobre el lomo del moenia furoris con la suya. Sus ojos resplandecían como fogatas de zafiro. — Por todo lo que poseo, pequeña Kiarah, te mantendré a salvo. A toda costa. Te lo juro.

Tenía un nudo de emoción enorme en mi garganta y otro apretando mi pecho. La certeza en su voz, en sus ojos, me destruyó. Había tanta fuerza en toda su aura que no existía lugar para discutir, y tampoco quería hacerlo. Especial, lo dije. Rath'tollan me hacía sentir valiosa, alguien digna de salvaguardarse. Nunca me había sentido así antes.

— Yo... — Musité. — No sé... — Solté una risita, como disculpándome. — No sé qué decir, Rath.

— No tienes que decir nada. — Repuso él. — Solo aceptarlo... y cuidarlo. — Miró con cariño al mini demonio. — Le tengo especial aprecio a este pequeño, por eso lo escogí para ti.

Por si no iba lo suficientemente rápido, mi pulso aceleró. Dios.

— Lo cuidaré. — Prometí con solemnidad, sonriendo. — ¿Debo nombrarlo yo o ya tiene un nombre?

— No tiene, dejé esa libertad para ti. — Dijo Rath'tollan, levantándose.

— ¿Llamarlo Cerbero sería muy trillado? — Dije.

— No creo que al verdadero Cerbero le haga mucha gracia saber que hay un moenia furoris con su nombre por ahí. — Repuso Rath.

Parpadeé.

— Espera, ¿Cerbero es real? — Repliqué, incrédula.

— Pues, sí, ¿quién crees que cuida que las almas no salgan del Inframundo? — Rath'tollan se encogió de hombros.

Fue muy raro ver a un príncipe demoníaco de dos metros de alto con ojos de fuego azul y traje tres piezas negro obsidiana encogerse de hombros, pero bueno.

— Ok, bien, eh... ¿Qué tal Hades? ¿O el dios también es real? — Pregunté con suspicacia.

— No, no es real. — Dijo Rath'tollan como si fuera ridícula, luego su mirada se enterneció. — Creo que Hades es un buen nombre para él.

Sonreí ampliamente.

— Hades será. — Decidí. Bajé la mirada al recién nombrado demonio. — Hola, Hades, bienvenido a tu nuevo hogar. Espero que te guste vivir aquí. — Sería agradable tener una mascota, aunque proviniera del infierno. Entonces pensé en algo. — ¿Qué come? ¿Debo sacrificar una gallina cada luna llena para alimentarlo o...?

Rath estalló en carcajadas. Sonreí, mordiendo mi labio inferior. Su risa se sentía como una caricia en lo más profundo de mi alma, incluso cuando era oscura y peligrosa, pero cuando se reía con felicidad o sencillez... Alcanzaba otro nivel. Estaba casi cien por ciento segura de que Rath'tollan no se reía lo suficiente en su casa, que lo hiciera conmigo era único.

— No, ángel. — Dijo él, entre risas. — Puedes darle agua, yo me encargaré de alimentarlo. No te preocupes, vendré con regularidad por eso, no te vas a deshacer de mí. — Amenazó medio en broma.

Y quizá fuera la confianza que hemos estado construyendo o la ligereza del momento, pero le sonreí con picardía y afirmé:

— Qué bien porque no quiero eso.

Rath'tollan igualó mi sonrisa y se acercó a mí una vez más. Poniendo las manos en los reposa brazos de la silla, se inclinó hasta estar a pocos centímetros de mi rostro. Jadeé suavemente.

— ¿Ah, sí? — Ronroneó cambiando la mirada entre mis ojos y mis labios.

— Sí. — Susurré haciendo lo mismo.

Compartíamos el mismo aire, casi podía jurar que el corazón nos latía al mismo ritmo, o tal vez es que el mío iba tan rápido que ahogaba todo lo demás.

— Bien. — Murmuró Rath, rompiendo el silencio. — Debería irme, tengo cosas que atender en mi corte. — Explicó viendo fijamente mi boca.

— Está bien. — Exhalé, nerviosa.

— Volveré mañana, ángel. Lo prometo. Qué descanses. — Se despidió y desapareció en una ráfaga de viento gélido.

Dejé ir el aire que ni siquiera sabía que estaba conteniendo y observé a Hades acurrucado en mi regazo. El moenia furoris me miró con sus ojos púrpura como diciendo: "¿Qué te traes con mi señor, niña?", y francamente no tenía respuesta. 

Zafiros en LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora