Capítulo 12.

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A las ocho en punto, el profesor Orión entró al salón con las cejas fruncidas. Desde que puso el examen y todos reprobaron, excepto Dante y Liliana, ese odioso grupo le exasperaba.

—Buenos días —dijo con frialdad. Se sentó en su escritorio y les echó una mirada a todos. Luego sus ojos se posaron en Liliana y entrecerró los ojos.

La castaña le regresó la misma mirada y así se quedaron unos segundos. Orión apartó su vista de ella, tomó un plumón y comenzó a escribir un problema en el pizarrón.

—Como ya saben —empezó— este viernes les aplicaré nuevamente el examen, así que estudien mucho para sacar un diez... Excepto Dante y Liliana —dijo con voz llena de fastidio. La castaña puso una expresión de triunfo en ese momento—. Este tipo de ejercicios son los que van a venir —señaló el pizarrón—, así que si tienen dudas pregunten de una vez.

Carlos alzó la mano.

—¿Qué?

—No le entiendo al problema —dijo el chico relleno luego de unos segundos.

—¿A qué no le entiendes?

—A nada.

Orión apretó los puños. «Bola de tarados» pensó de sus estudiantes.

—Yo tampoco le entiendo. —concordó Lucía.

Orión les tuvo que volver a explicar todo el ejercicio.

—¿Dudas? —Preguntó, creyendo que con su detallada explicación el problema había quedado más claro que el agua, así que se sintió anonadado y molesto cuando un poco menos de la mitad alzó la mano. Los chicos no estaban acostumbrados a preguntar sus dudas, pero tenían que sacar un diez si querían un cinco al final, y sacar un diez con Orión era prácticamente imposible... Excepto para Dante y Liliana.

Orión respiró con profundidad y volvió a explicar el problema... como otras dos o tres veces más.


***


En el receso, Carlos hablaba con Adrián y Oscar acerca de un programa de bromas de televisión. Claudia estaba sentada junto a León y ninguno de los dos estaba escuchando a su amigo.

—En serio, León, luces raro —le dijo Claudia.

—¿Ah, sí?

—Ajá... —Se quedaron un rato sin decir nada—. Oye, ¿tú conoces a mi amiga Belinda?

—¿Belinda? Solo de vista, ¿por?

—¿No te parece buena onda o así?

León se quedó pensativo. La verdad se le hacía un poco fresa, y ese tipo de chicas no le agradaban mucho, pero por ahí escuchó que era muy amable.

—No la he tratado —dijo luego de un rato.

—Oh... Te la voy a presentar, estoy segura que se llevaran muy bien.

—¿Tú crees?

—Sí —sonrió.

León se dio cuenta de que la chica tenía un mechón en la cara, así que se lo apartó con delicadeza. Claudia se quedó extrañada.

—Tenías un mechón rebelde —explicó él.

—Oh, gracias.

«¿Qué fue eso?» pensó la pelirroja.

—De nada. —La miró. En ese momento se sentía como un pirata que sufría por un tesoro inalcanzable. Claudia era su tesoro inalcanzable.


El suplicio de estar en la escuela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora