Capítulo 19.

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El jueves temprano, Yolanda llegó al salón y vio que Miriam estaba sentada en su banca. Quería hablar con ella para intentar hacerla razonar, pero apenas se acercó a la chica, Miriam volteó su rostro, dándole a entender que no tenía nada que discutir con ella. «Sé que al principio no quería esto, pensaba aguantarme los jueguitos de Sasha pero no puedo, ahora estaré sola, pero es mucho mejor que tener que soportar a esas dos» pensó Miriam.

Yolanda, al ver que no tuvo éxito en su plan, se sentó en su banca a esperar que llegaran los demás. Vio llegar a Karina con semblante cabizbajo. «¿Por qué estará así? A lo mejor ya se enteró de lo que hay entre Sasha y Dante... Ups» pensó.

Por su parte, Karina se la pasó la noche anterior llorando hasta quedarse dormida, incluso en la mañana no quiso comer nada pero su madre la obligó a hacerlo.

—Hola. —Una voz la sacó de los pensamientos. Karina volteó y vio a Marcos—. ¿Estás bien?

—Sí —mintió.

—No pareces bien... Puedes contarme si quieres.

—No tengo nada.

—¿Segura?

—Sí.

En ese momento llegó Dante, con su típica expresión indiferente y se fue a sentar a su banca sin hacerle caso a nadie. Karina miró hacia abajo. «¿Por qué reaccionó así?» pensó Marcos.

—¿Pasó algo con Dante?

—No. Nada —respondió Karina.

—No me mientas.

—No.

Ambos voltearon hacia la puerta y vieron llegar a Sasha, con una expresión resplandeciente y llena de satisfacción que hacía que se viera aún más bonita que de costumbre. La chica dejó sus cosas encima de su banca, saludó a Yolanda y se dirigió a Dante.

—Dante —dijo, haciendo que él la mirara.

—Hola.

—¿Cómo estás?

—Muy bien, ¿y tú? ¿No te enfermaste?

—No... Lo bueno... ¿Trajiste a Vladimir? —Le preguntó mientras se sentaba en la banca de Ulises.

—Sí. —Lo iba a sacar de la mochila para mostrárselo.

—No lo saques —dijo ella, haciendo que él se detuviera.

—¿Por?

— Porque no, no tiene caso, mejor ya al rato me lo das...

—Está bien... Luces bellísima —cambió el tema. Miró sus rosados labios, que lo incitaban a besarla.

—Gracias... Tú eres hermoso.

Él la tomó de la mejilla y acercó su rostro para darle un beso, que ella correspondió en seguida. Marcos, que no había dejado de ver a su compañera, abrió la boca con estupefacción. Ulises y Lucas también se dieron cuenta, así que dejaron de hablar y abrieron los ojos. En ese mismo instante llegó Kevin; caminó unos pasos y vio bien a su mejor amigo besándose con aquella niña que le caía muy mal.

—Oh, Dante, ¿por qué? —Susurró. Caminó hacia ellos y los interrumpió—. Hola, chicos.

Dante dejó de besar a Sasha y volteó a ver a Kevin mientras la chica lo fulminaba con la mirada.

—Hola, Kevin.

—¿Qué cuentan? ¿Qué han hecho?

—Kevin, lárgate —masculló Sasha.

El suplicio de estar en la escuela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora