Capítulo 18.

418 42 33
                                    


Pronto comenzó a llover, y Dante y Sasha comenzaron a correr por las calles, tomados de la mano.

—Te dije que iba a llover —expresó ella.

—Sí... Corre más.

El aguacero se soltó con más fuerza y Sasha se dio cuenta de que ya estaban lo suficientemente empapados como para dejar de correr.

—Dante —dijo, llamando su atención—, detente.

Ambos se detuvieron.

—¿Qué pasa?

—Ya estamos mojados de por sí, caminemos bajo la lluvia.

Comenzaron a caminar, sin soltarse de la mano, viendo pasar a la gente con sus paraguas, o corriendo para tratar de no mojarse.

—¿No tienes frío? —Preguntó Dante.

—No, ¿y tú?

—No.

Siguieron caminando en silencio. Sasha volteó hacia él; «es tan guapo... Oh, no importa lo que me hayan dicho, tengo que besarlo, y qué mejor que un beso bajo la lluvia» pensó.

—Dante. —Él la volteó a ver.

—¿Sí?

Se colocó delante de él y se acercó para besarlo; aunque traía tacones, él aún era más alto, así que se levantó de puntitas. Dante en seguida se inclinó para corresponderle. Sasha colocó sus brazos alrededor de su cuello y el chico colocó una mano en su espalda y otra en su mejilla. Estuvieron así durante un rato, hasta que se separaron.

El agua seguía cayendo y mojando sus rostros, sus cabellos, sus ropas y zapatos, pero eso no les preocupó, estaban perdidos en la sonrisa del otro. Sasha se volvió a acercar para besarlo de nuevo; Dante la abrazó por completo y la recargó en la pared de un edificio viejo, mientras seguían presionando sus labios en los del otro. Cuando terminaron, comenzaron a darse pequeños besos; él dirigió sus manos hacia las de ella y entrelazaron sus dedos mientras seguían dándose piquitos. Las pocas personas que pasaba por allí ni siquiera les prestaron atención, estaban ocupados corriendo hacia sus casas.

—Dante —suspiró.

—Sasha.

—Creo que... —No se atrevió a decir nada, pero él creyó entender.

—Sí, vamos, es mejor que llegues pronto a tu casa para que no te resfríes.

—Oh, sí —murmuró sin soltar sus manos pero él notó que eso no era lo que le quería decir.

— ¿Qué pasa?

—Tú... ¿piensas que soy una... promiscua? —Preguntó, al no encontrar una mejor palabra para describirse.

Dante la miró con atención.

—Mira, Sasha, no me importa lo que hayas hecho, solo quiero intentar algo serio contigo, así que lo único que te pido es que no salgas con nadie más si estamos juntos.

—No, no lo haré.

Él se inclinó y le dio otro corto beso.

—Entonces... ¿Qué somos, Dante? ¿Novios? —Preguntó Sasha.

—No sé, ¿quieres ser mi novia? —Tomó su mano y la besó.

—¡Sí! —Respondió ella con rapidez.

—Perfecto.

Se dieron otro beso y comenzaron a caminar por las calles. La lluvia seguía, aunque ya no tan fuerte. «No importa que me resfríe, valió la pena» pensó Sasha, recargándose en el hombro de su nuevo novio.

El suplicio de estar en la escuela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora