Capítulo 24.

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En la segunda hora, el profesor Orión entró al salón, pasó lista y les dio las calificaciones de sus exámenes. No salieron tan mal como la otra vez.

—Liliana, tienes diez —dijo con fastidio, haciendo que la castaña le sonriera con altanería—. Karina, tienes ocho. —La chica se puso contenta al oír eso, ya que ella creía que reprobaría.

«Valió la pena el esfuerzo» pensó.

—León, sacaste nueve.

Y así siguió diciendo las calificaciones de los demás.

—¿Dónde están Dante y Sasha? —Preguntó de repente, cuando tomó el examen de ella. Vio sus cosas en su lugar, así que creyó que a lo mejor se había saltado la clase. «De seguro han de estar besuqueándose por allí... Les voy a poner un reporte» pensó.

—Kevin la hizo llorar hace rato —dijo Carlos— y Dante se la llevó del salón para consolarla... No sabemos dónde están.

Orión vio feo a Kevin; este último maldijo por lo bajo y agachó el rostro.

—Bueno, díganles que tienen diez —comentó. Dante sí sacó un diez perfecto; Sasha, en cambio, había sacado siete, pero le subió tres puntos por tres diferentes causas: primera, la chica era bonita; Orión sentía que ninguno de ese salón le agradaba mucho, más con lo sucedido en el primer examen, pero de todos los estudiantes, ella era de las pocas que podía soportar sin exasperarse, ya que era callada y guapa; segunda, su hermana le caía bien; sabía que Nora y Sasha eran muy diferentes, a Nora le dio clases en la otra secundaria donde ella estudió, misma donde cursaba la preparatoria, y la chica siempre fue alegre, responsable y estudiosa y, aunque le costaba entender las matemáticas, siempre hizo un gran esfuerzo para salir bien, todo lo contrario a su hermanita, pero aún así eran parecidas físicamente, y tener a Sasha era como tener a Nora pero en una versión más apática; tercera, le quitó el novio, según él, a la chica que le caía mal; todavía sentía un pequeño rencor hacia Karina, y el hecho de ver a Dante con Sasha y no con ella, lograba divertirlo un poco.

León supo que había ayudado a su compañera —de nuevo— y se molestó, pero no quiso decir nada.

Orión dio la clase y al final mencionó lo del trabajo extra.

—Por cierto, si quieren un punto para su calificación final, contesten todos los ejercicios de la página noventa y siete. Con su permiso, me retiro.

—Los que sacamos diez no, ¿verdad, profesor? —Dijo Liliana para fastidiarlo.

«¿Tú qué crees?» Pensó con sarcasmo. «Agh, pero lo hace para molestarme».

—No —respondió con sequedad y se fue. «Mugre niña» pensó molesto. «¿Por qué no todos mis alumnos son como Nora Vera?».


***


En la hora del receso, Lucas se dirigió hacia Liliana, con el dinero que le debía en la mano. El fin de semana sus padres tuvieron una fiesta donde se embriagaron. Al llegar a su casa, Lucas aprovechó el momento, pidiéndole a su papá doscientos pesos para imprimir un trabajo de la escuela. El motivo no tenía mucho sentido pero su padre estaba tan borracho que ni le prestó atención, solo le extendió el dinero y le dijo que se fuera a dormir.

—Liliana —dijo, haciendo que la castaña, que estaba hablando con sus amigas, volteara—, toma. —Le extendió un billete de doscientos.

Ella lo tomó.

—Oh, bueno, fue un placer hacer negocios contigo.

—Ajá... ¿Y ya cuantas hojas llevas del ensayo?

El suplicio de estar en la escuela ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora