Nueva York, 2014
Creo que voy a vomitar.
En mi vida me he sentido tan mal, ni siquiera el día que decidí escaparme del colegio y, cuando llegué a casa, mis padres estaban con una docena de oficiales de policía a punto de iniciar una búsqueda por toda la ciudad. Ni siquiera cuando mamá murió.
Tomo una gran bocanada de aire, con la esperanza de que eso me ayude a controlar un poco las náuseas, pero nada. Tengo el estómago del revés y puedo sentir los desenfrenados latidos de mi corazón en los oídos, como una maldita locomotora a vapor. No me atrevo a girar la cabeza ni siquiera un centímetro, porque no quiero que los chicos se den cuenta de que estoy a punto de desmayarme del pánico.
Un murmullo ininterrumpido del fondo del escenario llama mi atención y, en contra de mis intenciones, me volteo apenas un poco. Morgan tiene los párpados tan apretados que se le han formado un millón de arrugas a su alrededor y está susurrando cosas a la nada misma. Cuando alza apenas el rostro hacia arriba, me doy cuenta de que está rezando. Unos metros más a la izquierda, Nate está sentado en el suelo, blanco como la tiza, abrazándose las rodillas. El bajo cuelga a sus espaldas, en un ángulo bastante extraño, y tiene la correa clavada en el cuello, pero parece no importarle.
—Mierda —gruñe Jasper, sin dejar de caminar de un lado a otro, pasándose las manos por el pelo. Un grito rompe el silencio y corre hasta las gruesas cortinas negras. Las abre apenas un centímetro y ahoga un gemido—. Mierda, mierda, mierda, mierda.
Voy hacia él y espío sobre su hombro y siento como si todo el cuerpo se me hubiera convertido en gelatina: el lugar está hasta el tope.
Morgan abre un ojo apenas un instante, sacude la cabeza y continúa con su plegaria. Nate traga saliva despacio y sé que está tragándose el vómito también. Lo sé porque acabo de hacer lo mismo.
Jeff, mi padre y el representante de la banda, cruza las bambalinas; parece un petardo a punto de explotar de emoción.
—¿Y, muchachos? ¿Están listos? —dice, frotándose las manos frente a él y dibujando una sonrisa enorme.
¿Listos? No. No estamos listos para esto. Ninguna persona está preparada para vivir algo así.
Papá se acerca a mí y me da una palmada en el hombro que me afloja las rodillas. De pronto, parece notar la tensión que nos envuelve y el gesto le cambia radicalmente. Nos mira con el ceño fruncido y la sonrisa se le borra de un plumazo
—¿Qué sucede?
Pues, veamos: en el último año pasamos de hacer música en el garage de Morgan a firmar un contrato con FP Music Group y grabar nuestro primer álbum con el que logramos alcance nacional durante la primera semana de lanzamiento. Nuestras redes sociales explotaron, tenemos reporteros a nuestro alrededor las veinticuatro horas del día, nuestra vida se publica en revistas y sitios web como si nada, las emisoras de radio ponen nuestras canciones día y noche. Y ahora estamos por brindar nuestro primer concierto. En el bendito Madison Square Garden. Para casi veinte mil personas.
De solo pensarlo, el escaso contenido de mi estómago amenaza con salir disparado y hacer un desastre en el escenario.
—No creo que podamos hacerlo —digo en voz tan baja que dudo que Jeff me escuche.
Pero lo hace.
Pasa la mirada por todos nosotros y nos hace un gesto para que nos reunamos frente a la batería.
—¿A qué le temen?
Nos miramos en silencio, sin saber muy bien qué responder. ¿A qué le tememos? Pues, los chicos no lo sé, pero yo tengo pánico de hacer el ridículo. Tengo pánico de que, al ver a toda esa gente allí, expectante, se me cierre la garganta y no pueda pronunciar ni una sola palabra. Tengo pánico de hacerlo todo mal, de olvidarme los acordes de las canciones o errarle a las teclas del piano. Tengo pánico de no reconocer las entradas de Morgan y quedarme en blanco y que tengamos que empezar otra vez y que todos se rían de mí. Tengo pánico de que los reporteros nos hagan papilla mañana con titulares tales como "Los Devil's Valentine no están hechos para el éxito, será mejor que vuelvan a su cueva".
Ninguno dice nada y papá chasquea la lengua.
—¿Escuchan eso? —Señala con el dedo hacia las cortinas detrás de nosotros—. ¿Escuchan a la gente ahí afuera? Toda esa gente está aquí por ustedes, muchachos. Son personas que llevan meses preparándose para este momento, para destrozarse los pulmones de tanto cantar, para gastarse las suelas de las zapatillas saltando y bailando con su música. Son personas a quienes les alegran el día cuando sus voces, sus instrumentos, su magia suenan por los altoparlantes. Son personas como ustedes, que tienen sueños que anhelan convertir en realidad y que al ver cómo los Devil's Valentine lo han logrado, pueden creer en sí mismos. —Hace un minuto de silencio y contenemos el aire, sintiendo cada una de sus palabras entremezclándose con nuestra sangre, borrándonos las náuseas e inyectándonos energía—. Demuéstrenles que los sueños se cumplen, muchachos. Denlo todo, porque ellos ya están haciéndolo por ustedes.
Extiende su brazo frente a él, con la palma abierta hacia abajo. Trago saliva y con el cuerpo temblando a más no poder, hago lo mismo y pongo la mano sobre la suya. Jas, Morgan y Nate también se unen.
—Esta es su noche, chicos. Ahora, hagan que todo Nueva York sepa quiénes son los mejores.
Papá se escurre detrás de bambalinas cuando uno de los técnicos le indica que estamos a punto de comenzar. Me acomodo la guitarra y me ubico detrás del micrófono, rogando que el público esté a una distancia suficiente como para que no note cómo me tiemblan las rodillas. Miro a los chicos una última vez y siento una burbuja creciendo en mi pecho, inflándose tanto que consume cada resquicio de mi interior. Sé que la música nos hace felices. Sé que podríamos vivir sin aire, pero no sin inventar melodías. Sé que somos el mejor equipo porque, ante todo, somos amigos. Sé que lo único que nos importa es que nuestras canciones sean escuchadas. Sé que si no cobrásemos un centavo por todo esto, daría igual porque lo único que vale es nuestro amor por el arte.
—Hagámoslo.
Las luces se apagan por completo, dejándonos sumidos en la más profunda oscuridad. Siento el rugido de la sangre en los oídos y el cosquilleo en la yema de los dedos. Las cortinas se abren y estalla el caos.
Veinte mil almas elevan el volumen de sus gritos a niveles jamás escuchados cuando aparecemos en escena. Morgan suelta un silbido y me giro a verlo: está de pie, con las baquetas en la mano, la boca abierta en una sonrisa de estupor, observando maravillado. A Nate le brillan tanto los ojos que no necesita reflectores sobre su cabeza. Y Jasper luce como si pudiera volar.
A la mierda el pánico.
—¡Buenas noches, Nueva York! —grito, pegando los labios al micrófono. La multitud berrea en respuesta—. ¡Esto es una locura! Gracias por estar hoy aquí. Somos Devil's Valentine y esto es Rebel.
Cuando nuestro baterista empieza a marcar el ritmo y la melodía se alza en el aire, la revelación se me pega en los huesos.
Nacimos para esto.
Y nuestro sueño recién comienza.
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La Melodía Perfecta ®️ #FlowersForValentines1
Teen Fiction¡¡¡"LA MELODÍA PERFECTA" YA ESTÁ EN FÍSICO!!! Si querés tu ejemplar, contactame por DM! Fitz Valentine lo tiene todo: con veintiséis años ha logrado alcanzar la cima de la fama y poner su bandera allí: es una estrella del pop rock estadounidense, su...