8. Ese lugar suyo.

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—¡Mamá, Georgiana escondió a Sueños!

Frederick lloraba por toda la casa.

—Mamá, Georgiana escondió a Sueños —repetía—. Mamá.

Frederick se detuvo al umbral de la puerta, en el dormitorio de Eloise.

—¿Mamá?

—Georgiana está con Oliver, hijo —respondió Eloise, sorbiéndose la nariz.

—Estás llorando, mamá.

—Freddie, ve a buscar a tus hermanos.

El niño corrió y abrazó las piernas de su madre. Eloise dejó que el llanto la invadiera, tomó a su hijo en brazos y lloró desconsolada. Frederick la abrazó lo más fuerte que pudo y acarició su cabello.

—¿Milady? —Esther se acercó con cautela.

Eloise dejó de llorar y miró a la mujer.

—Esther...

—Sus hijos están listos, lady Crane.

—¿Dónde está Sueños? —preguntó Frederick.

—El conejo está en el carruaje, joven Freddie.

—Gracias, Esther —respondió el niño—. Yo llevaré a mamá.

A Esther se le llenaron los ojos de lágrimas, ¿cómo un niño que busca su conejo de peluche es capaz de cargar y soportar el dolor de su madre de la manera más adulta posible?

Frederick tomó el rostro de su madre con ambas manos y le dijo:

—Vamos a ver a papá, mamá.

Eloise asintió, aún con los ojos llenos de lágrimas.






******

Frederick y Georgiana Crane tenían nueve años, los mismos que Phillip tenía de haber dejado el mundo. Los niños jugaban con el hijo más pequeño de Francesca mientras Eloise observaba sentada cómo los trabajadores llenaban de flores su cripta.

Se limpiaba las lágrimas y su hermana la abrazaba.

—Madre, los abuelos llegaron —avisó Oliver.

Eloise asintió y cuando vio a su padre, se levantó para recibirlo. Eloise amaba a Edmund, siempre amaría a su padre, pero él se alejó de ella, creyendo que sería siempre el culpable de tan fatídico destino que escribió para la más querida de sus hijas.

—Padre —musitó.

Edmund la cubrió con sus brazos, al igual que Violet.

—Tus hermanos llegarán pronto.

Eloise asintió.

—Lo siento mucho, hija —susurró Edmund.

—Fue hace nueve años, se supone que no debería doler ya —respondió Eloise.

Mirando la cripta de Phillip, su madre fue sepultada poco después junto a él, supuso que no aguantó estar sin él.

Al igual que ella, pero tenía que vivir, por él y por sus hijos.

—Nunca deja de doler realmente —dijo Francesca, recordando a Jhon, su primer esposo.

—Deberías regresar a Londres, los niños podrán jugar con sus primos.

Eloise miró hacía donde estaba la propiedad Crane, podía verla desde donde estaba parada.

—Siempre dices lo mismo, padre —respondió ella.

—Ese lugar tuyo... Romney Hall, puede quedarse en el pasado.

—Ese lugar mío, de mis hijos, es de él. Es de Phillip, no voy a dejarlo. Nos vamos a quedar, no abandonaremos lo que en primer lugar me trajo aquí.

Cuando Edmund veía los ojos de su hija, pensaba en aquella noche, cuando a la mitad del bosque, terminó con la vida de Theo Sharpe con sus propias manos, poniéndolo de rodillas, colocando el arma en su frente y jalando del gatillo. Solo Dios y él habían sido testigos de la vida que tomó y de la vidas que se llevó; no solo la de Phillip, sino también la de Eloise que no volvió a ser la misma. La recordaba llorando por meses la partida de Phillip, la recordó el día que nacieron sus hijos, nadie lo esperaba pero fueron mellizos y Eloise los nombró tal y como Phillip le había pedido.

Cuando tuvo fuerzas para regresar a la propiedad Crane, lo hizo y formó una carcasa a su alrededor.

Aquello le partió el corazón a cada Bridgerton, en especial a su padre.






Eloise no quiso casarse de nuevo a pesar de ser tan joven, no quiso mudarse y mucho menos visitar a su familia en Londres.

Sus sirvientes la veían todo el tiempo balanceándose en el columpio o cuidando las plantas del invernadero y al igual que ella, cada empleado se dedicaba en cuerpo y alma a su cuidado y al de los niños.

Sin embargo, no se sentía sola.

Veía a los niños crecer, Frederick se parecía bastante a su padre.

Imaginaba cómo hubiera sido si él siguiera con ellos, si siguiera a su lado, con ella.

Lo recordaba en las noches, cuando la tocaba, cuando besaba su cuerpo y la tomaba. Cuando se volvían uno; lo recordaba en la cocina robando las galletas de Esther, lo recordaba cortando flores para ella, acomodando los libros en los estantes más altos, lo recordó desnudo en su cama, mirándola y sonriendo.

Podía recordar la aspereza de sus manos, el olor de su piel, el sonido de su risa o la textura de su cabello... su voz llamando su nombre.

Y el único lugar donde él estaba presente, era ahí, en ese lugar suyo.

Donde sus hijos crecieron y se volvieron adultos; donde ella vivió una vida plena y se unió a él, para compartir las flores.

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ESE LUGAR TUYO || PHILLIP & ELOISE || PHILOISEWEEK2024 || BRIDGERTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora