3. El sendero.

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Tenía la sensación de que las criadas lo odiaban, en especial Esther.

Mujer regordeta y de edad adulta, su marido la había abandonado cuando su hijo fue asesinado en una pelea en Dublín. Una mujer triste hasta que llegó Eloise y se encariñó con ella, cuidaba de ella con devoción, de sus necesidades y las de su embarazo.

Pero cuando Eloise se marchó, Esther volvió a su estado de tristeza.

Phillip la descubrió llorando, estaba limpiando la habitación donde Eloise había dormido dos meses. Lloraba inconsolable sentada en la cama. Phillip había escuchado el llanto y se acercó, mirando por el espacio de la puerta entreabierta.

Se hizo añicos el corazón de Phillip cuando la vio llorar, sintió envidia de no poder hacer lo mismo y echarse a llorar junto a ella.

Ese día era el cumpleaños de Phillip, cumplía veintitrés años. Lo recordó a primera hora de la mañana pero no le importó cuando se alistó y salió a sus labores. Todos lo miraban como si los empleados hubieran utilizado aquella noche para hablar de la partida de Eloise en lugar de haber dormido.

Dio dos golpes a la puerta y Esther se sobresaltó. Phillip entró con cautela.

—¿Se encuentra bien, Esther? —preguntó.

—Joven Crane —dijo la mujer, sorbiéndose la nariz, poniéndose de pie de un movimiento—. Es el polvo. No puedo creer que la niña vivió en estás condiciones. Que bueno que se haya marchado.

Phillip no respondió a su comentario, en lugar de eso, le pidió otra cosa:

—Olvidé unas cosas aquí, así que voy a buscar.

—Claro —respondió Esther, quedándose parada como una estatua.

—Podría... ¿podría regresar luego y terminar?

—Ah.

Esther se marchó, dejando la puerta entreabierta.

Cuando Phillip se quedó solo en la habitación, se sentó en el suelo y reposó su cabeza en el extremo de la cama, no era cierto que buscara algo, solo quería estar solo. Una luz se asomaba por las cortinas e iluminaba de una manera tenue, dándole un toque nostálgico a la habitación.

Olía a ella, olía bien.

Había un par de zapatos en el suelo, justo frente a Phillip. Miró al otro lado, una manta bordada a mano, como aquellas que solían regalar para desear fertilidad a los recién casados.

Miró el tocador, había un peine y varios pasadores.

No se llevó todo, y la presencia de esos objetos personales lo hizo sentirse solo, abandonado.

Se levantó, acercándose al tocador y tomando un pasador, lo examinaba cuando algo al interior de un cajón entreabierto llamó su atención: un paquete envuelto.

Abrió y descubrió el paquete y un par de notas rayadas, como una especie de borrador y leyó:

Feliz cumpleaños, sir Phillip.

Feliz cumpleaños, Phillip.

Feliz cumpleaños, felices veintitrés, te deseamos.

Te deseamos un feliz cumpleaños.

Te deseo un feliz cumpleaños.




ESE LUGAR TUYO || PHILLIP & ELOISE || PHILOISEWEEK2024 || BRIDGERTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora