Benela creo un un ángel y un demonio, mismas enseñanzas, mismos métodos, diferentes resultados.
Kamal es aquel demonio, pero que no pudo contener, porque una bruja no es capaz de retenerlo por mucho tiempo, menos cuando el ángel resulta herido.
Ella...
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No te dejes llevar por la belleza del palacio, esconde secretos y maldad en su interior, ¿No es curioso? el palacio rojo es más seguro que el azul, una familia sonriente es retratada cuando por la espalda se apuñala, una familia imperial que es como las otras, estaban en equilibrio, hasta que el ángel caído se volvió ambiciosa y trajo bestias al juego, el demonio no se quedaría mirando, no cuando su ángel fue atacado.
Una regla no escrita que pensaba que sabían, ¿no era muy obvia? hasta la bruja cayó por ella.
No involucres al ángel que solo anhela que le devuelvan sus alas.
El demonio recoge aquella pluma roja que está junto a la herida, la observa con detenimiento mientras una sonrisa se forma en su rostro, no recuerda haberle dado permiso al ave de volar tan cerca de su territorio.
—Como las rosas rojas, destruyan todas las aves rojas del palacio—les ordena a las sirvientas que hacen una respetuosa reverencia ante el señor.
—Cumpliremos sus ordenes, Su Alteza.
Observa desde el piso más alto desde una gran ventana el jardín donde aquel ave descansa, mueve la pluma entre sus dedos hasta aplastarla al mismo tiempo que un disparo se escucho, solo espera que su hermano no note la ausencia de aquellas aves que tenían ese hermoso pero prohibido color.
—Su hermano ya se encuentra estable, príncipe, solo necesita reposo y comer bien por una semana, las heridas no fueron tan graves como pensaba en un inicio.
—Gracias, doctor.
—Es mi deber, no hay nada que agradecer.
El anciano, leal y confiable hombre se retira, de los pocos que tienen la aprobación del señor, algo que muchos sirvientes aspiran obtener para seguir trabajando en el palacio y no ser llevados a los otros donde temerían por sus vidas.
Antes de retirarse del palacio visito a su hermano, lo vio inconsciente en la cama respirando con regularidad y cubierto por vendas, toma la mano herida y la coloca en su mejilla cerrando los ojos, escucha el pulso, los recuerdos de su infancia llegan a su mente, nunca está mano fue una amenaza, siempre fue su salvavidas.
—Descansa—dice antes de alejarse.
Cierra la puerta con lentitud para no hacer mucho ruido, aunque sabe que no despertará pronto, es una costumbre que duda poder dejar.
El camino de piedras del jardín principal es por donde anda, sus pisadas son decididas y silenciosas, los soldados lo miran sin salir de sus posiciones establecidas. Desde que la Madame perdió su poder y influencia en el palacio, su segundo hijo se tomo las libertades de establecer sus propias reglas y poner las piezas donde quería.
Ese pequeño hijo débil solo estaba esperando el momento para apuñalar a su madre, aquella bruja que no se dio cuenta del demonio que creo hasta que fue muy tarde.