Prólogo

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Era una tarde lluviosa. Del trabajo lo habían enviado a la clínica y de ahí lo habían enviado a casa luego de que saliera positivo a COVID, así que por lo menos esa semana se la pasaría encerrado en su casa. Tendría que avisar a la universidad que no se presentaría por un buen tiempo.

Como pudo llegó a su casa con una bolsa de medicamento, un poco de comida y agua. Con cada paso que daba se sentía peor, la cabeza le daba vueltas, sentía que los brazos y las piernas le pesaban y le costaba respirar debido a la enfermedad y frialdad del ambiente. Sin contar que sentía su cuerpo caliente debido a que su celo se había adelantado. Había tenido tanto en la cabeza la última semana entre arreglar la venta de la casa de sus padres, su trabajo, la universidad que no se había percatado de las leves señales que precedían a su celo.

Había estado demasiado deprimido y ocupado para notarlo. Kunikida, su jefe, le había dicho que se tomara un descanso de la cafetería, que entendía la situación que atravesaba pero la verdad es que nadie lo entendía ni él mismo. Ya no podía seguir llorando hasta quedarse dormido por la pérdida de sus padres. La renta, la universidad y las cuentas no se pagarían solas y aunque sus padres, Sakunosuke y Ango le habían dejado algo de dinero sentía que se volvería loco si no ocupaba su cabeza en otras cosas. No solo fue el hecho de que había perdido recientemente a sus padres si no que la persona que creyó estaría con él acompañándolo en esos momentos se había hecho a un lado y había desaparecido sin decir una palabra al respecto.

—Fyodor...— susurro al reconocer a la persona sentada fuera de su departamento como si montara guardia.

Ahora si estaba seguro que Dios no lo odiaba, lo detestaba y no pudo evitar evocar una sonrisa socarrona al pensar qué clase de basura humana debió ser en su otra vida para pagar tal karma.

—"No ahora, no puedo con él en este momento..."— pensó y una mezcla de sentimientos se apoderó de Osamu Dazai.

Se encontraba en conflicto; estaba demasiado sensible y enfermo. No podía pensar con claridad. La última vez que hablo con Fyodor fue a través de las redes sociales y no había terminado nada bien. La relación que mantenían con él era incierta, no porque él lo quisiera así, si no por Fyodor que de manera intrínseca había asentado las bases de su relación de esa manera. Dazai no exigió más, solo le bastaba estar a su lado y amarlo, si era correspondido o no, carecía de importancia; que ingenuo había sido.

Iba a dar media vuelta e irse a cualquier otro lado que no fuera ahí antes de que Fyodor se percatara de su presencia. Se sentía incapaz de confrontarlo en ese momento y cuando escuchó su nombre en sus labios, maldijo a todas las deidades existentes por su mala suerte.

Odiaba como su nombre en su voz adquiría un sonido diferente. Como si fuera la dulce melodía de una sirena que lo atraía con fuerza. En sus labios su nombre adquiría un sonido diferente como si no le perteneciera a él si no fuera algo de ellos.

Aún estaba molesto con él, por desaparecer sin explicación alguna. Por dejarlo tan desolado cuando se sentía tan perdido. ¿Por qué volvía ahora que no podía ni consigo mismo?

— ¡Espera Osamu!—gritó el joven de cabellos lacios y oscuros que había estado aguardando por él. Se levantó del piso para encararlo pero Osamu lo esquivo. Por su parte el castaño se limitó a soltar un largo y pesado suspiro mientras se preguntaba si ese día podía empeorar más pero era mejor no tentar a los dioses que lo consideraban indigno de ser un humano.

— ¿Qué haces aquí Fyodor? ¿Creí que no querías verme?— le cuestionó al fin, fingiendo indiferencia, tratando de mantenerse firme a lo que había decidido en su soledad. De que si regresaba por fin terminaría con lo que sea que hubiera entre ellos porque no podía lidiar con los pedazos de su alma resquebrajada y un corazón roto.

La marca falsa (Chuuya x Dazai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora