Omega

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-Todos los estudios te han dado bien, Rai.

La omega permaneció con la cabeza gacha mientras su madrastra revisaba todos los papeles de los resultados.

No sabía muy bien el porqué, tampoco le importaba, le parecía muy innecesario todas las visitas al médico, exámenes y estudios que le habían hecho en ese día y medio, sin contar con las declaraciones juradas donde había mentido descaradamente a los policías, diciendo que no sabía dónde estaba, que no conocía a sus captores, pero que no le habían hecho nada, que la habían tratado bien, cosa que se respaldaba por los médicos.

-Nada de signos de ayuno, ni deshidratación, ni heridas, torturas psicológicas... - La mujer se paseaba con sus tacos, el ruido le taladraba los oídos a Rai-. Todo está correcto.

-¿Entonces vas a dejar de joderme? - Respondió, ganándose una mirada de su madrastra que no le intimidaba ni un poco.

-Pero veo que tu actitud de mierda sigue ahí - La mujer juntó los papeles con brusquedad-. Ya veo porqué te dejaron ir, siempre tan insoportable.

Rai no se contenía en contestarle mal a nadie, muchos de sus pretendientes habían sido testigos de lo grosera que era la omega, algunos se lo tomaban con más gracia, como Jetziel, y otros no hacían comentarios al respecto, como Angie.

Pero esos últimos días, en los que había vuelto al mundo real estaba de peor humor que antes.

Sentía frío todo el tiempo, salvo su cabeza, que parecía arder del dolor, aún andando con ropa de abrigo y con calefacción se sentía congelarse a morir, además que sentía su cuerpo cansado, y pasaba casi todo el día en cama.

Nadie se había dado cuenta aún, pero no tenía energías ni para comer, aunque se esforzaba por al menos tragar unos bocados, comenzaba a sentirse mal al poco rato, a veces terminando en náuseas, lo que la obligaba a parar, y terminaba dejando el resto de la comida.

La última comida que había podido digerir bien fue la poca que había recibido el mismo momento en que llegó a casa de Angie, desde entonces, se había mantenido casi únicamente con líquidos.

Hasta Angie le había comentado que estaba más pálida, aunque ella había respondido que era su tono de piel normal, mintiendo descaradamente.

Además de sentirse tan enferma físicamente, su loba no la ayudaba.

Quería volver al lado de su alfa, sentir su calor y aroma, que volviera a tocarla, a besarla o sólo a escuchar su voz. Intentaba no pensar en ello mucho, porque sólo la hacía sentir mal.

Su olor dulce se había apaciguado demasiado, dejando paso a un fuerte olor a tristeza que tenía preocupados a todos en la mansión de la joven Velasco.

Rai pensaba que su madrastra también estaba preocupada por ella, sólo que lo demostraba con todas las visitas al médico que le hacían hacer, creyendo que le "habían hecho algo" en los días que había desaparecido.

Acostada sobre su cama, en su propio cuarto privado, del cual no salía ni para comer (ya que le traían la comida), ni para ir al baño (ya que contaba con el propio), Rai había comenzado a cerrar los ojos por el sueño.

Dormir era lo que más hacia allí.

Escuchó los tacos de su madrastra acercarse, pero no se inmutó.

Frunció el ceño al sentir los finos y fríos dedos de la mujer tocar cerca de su cuello, en su collar.

Escuchó un pitido y sintió como si le quitaran un peso de encima.

Abrió los ojos para ver a su madrastra, que ahora sostenía su collar entre sus manos.

La omega llevó sus manos hacia su cuello, tocando su piel, su loba comenzó a mover el rabo, contenta, una leve sonrisa estiró sus agrietados labios.

Delta [Railo Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora