«Rainelis Rosario, desaparecida»

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Al salir del baño, vestida con una remera gris oscura y unos pantalones negros bastante holgados, con los hombros algo mojados por lo húmedo de sus cabellos, Rai fue hacia la cocina, viendo que Alondra no estaba en el dormitorio.

-¿Alondra?- Preguntó, viéndola de espaldas, sosteniéndose con fuerza de la encimera de la cocina.

-No tomaste los supresores - Dijo.

Rai no contestó, no sabía qué le estaba pasando a la rubia.

Alondra giró un poco el rostro para mirarla de reojo.

-Rai, ¿sabes que acabas de entrar en celo?

Ella se sorprendió un poco, se le había olvidado completamente el tema de su celo, al punto de ignorar el por ahora leve dolor en la parte baja de su abdomen, había estado muy ocupada sintiéndose mal emocionalmente como para pensar en eso.

-Tu olor me está volviendo loca, Rai, ve a tomártelos- Se notaba que estaba apretando sus dientes.

Rai reaccionó y fue hasta el cuarto, donde, sobre el escritorio, descansaba la cajita con los supresores.

Decidió no volver a la cocina por agua, y en cambio fue al baño, haciendo un cuenco con la manos para tragar la pastilla.

Luego, con precaución, se asomó de nuevo en la cocina, entra vez, para ver a Alondra preparar algo de comida.

López sintió el olor de Rai de nuevo, volteando a verla.

-Ya los tomé- Dijo, antes de que la otra lo preguntara.

-Supongo que tardará un rato en hacer efecto - Respondió la mayor, con un suspiro-. Siéntate, que aún debes comer.

Le sirvió una generosa ración de arroz, y Rai sabía que no la dejaría irse hasta terminarlo todo.

Un poco alejada, Alondra intentaba distraerse del olor de la omega.

Antes, en el baño, cuando Rai había salido de la bañera, Alondra había visto demasiado bien su cuerpo, sumado a que su aroma dulce, de manzanas y caramelo, se había hecho más fuerte, aunque quizás era maximizando por el hecho de que el olor a tristeza de antes se había ido, dejando el dulzón.

Pero Alondra no podía olvidar de unas ganas enormes que tuvo de besarla, y algo más.

Se preguntó si quizás, cuando decidió hacerle caso a su loba, se había dejado llevar bastante, doblegándose al punto de hasta llegar a bañar a Rai, todo porque en su pecho sentía la necesidad de mimarla y cuidarla como no lo había hecho antes.

Y ahora, a pesar que estaba un poco más calmada, y que el olor de Rai también, sentía la necesidad de salir corriendo de aquel lugar.

Pero no podía hacerle eso a la pelirroja, ya bastante la había afectado al irse la noche anterior.

Recordando cómo había paseado toda la noche soportando el frío de principio de invierno hasta llegar a una estación de servicio, que abría las veinticuatro horas, dónde tomó café hasta terminar de liquidar toda chance de dormirse; pero no tenía ganas de hacerlo de nuevo.

Cuando Rai terminó su comida, se volteó un poco para verla, Alondra sólo tomó el plato, diciéndole que vaya a la cama y que ella iría luego de lavar.

Dicho y hecho, entró al dormitorio para encontrar que Rai había acomodado las sábanas, haciendo la cama de forma prolija, para luego abrir las sábanas, aunque no se metió en estas.

-Alondra, ¿podrías entrar tú primero?

Alondra frunció el ceño.

-Así no podrás irte - Explicó la pelirroja, sonrió un poco -, estarás entre mí y la pared.

Delta [Railo Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora