4. El Precio Del Odio

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Emma

El sonido de las gotas de lluvia golpeando suavemente el cristal de la ventana era el único ruido en la habitación. Sentada en el rincón más alejado, con las rodillas recogidas contra mi pecho y el rostro enterrado en mis brazos, sollozaba en silencio. Mis lágrimas, calientes y amargas, caían sin cesar.

Había intentado explicarlo todo, había buscado desesperadamente en los ojos de mi padre algún atisbo de comprensión, pero su mirada se había mantenido dura y fría. Las palabras de él resonaban aún en sus oídos, duras como el hierro, inquebrantables en su determinación: "No puedo creer en tus actos, Emma, pero eres una perra ofrecida igual que las demás. No puedo creer que me haya tenido que enterar por el hijo de nuestros socios más exponenciales del momento, que te hayas besado con tu profesor".

El dolor de la injusticia se mezclaba con la desesperación de no ser escuchada. James había jugado bien sus cartas, tejiendo una red de mentiras tan perfecta que mi padre, que siempre es desconfíado de mi, había caído en ella sin dudarlo. Sentía cómo mi mundo se desmoronaba a mi alrededor, las paredes de la habitación parecían cerrarse, comenzaba a sentir que no podía respirar bien, mis brazos picaban de nuevo, un ataque de ansiedad comenzaba a aparecer.

Me veo en el espejo, que refleja mi mejilla roja, por la bofetada que mi madre me dió cuando llegué a casa y mi labio partido, aún con sangre fresca. Sin duda ambos estaban desepcionados de algo que no hice, cuando intenté explucarles mi padre me dijo que me callara, proporcionando me un segundo golpe, pero esta vez en mis labios.

La sensación de impotencia era abrumadora, cada lágrima que caía era un grito ahogado de frustración. Sabía que debía encontrar la manera de salir de esta situación, pero en ese momento, sólo podía llorar, hasta quedarme totalmente dormida.

Dos toques suaves a la puerta suenan cuando yo ya me estoy terminando de maquillar los moretones.

--Señorita Emma, el desayuno ya esta servido.

--Gracias Mary, ya bajo.

Mientras bajo las escaleras voy planteando mis palabras, quería explicar todo a mis padres, pero solo estaba mi pequeña hermana en la mesa, desayunando.

--¿Y mis papás?-- pregunté desconcertada a Mary, quien ya se encontraba sirviendo mi desayuno.

--Se acaban de ir, dijeron que tenían muchos pendientes por hacer.

Yo solo asentí con la mirada perdida en el desayuno.
No me dieron ni ganas de tocar el plato de comida.

--Vamos Jane, se nos hará tarde-- Dije seria mientras roma a mi mochila que estaba sobre el piso y Jane se bajaba de la silla con dificultad.

Nunca le había hablado así, pero no tengo ánimos de mostrar una sonrisa fingida.

Subimos al auto y solo puedo observar el paisaje a través de la ventana.

Jasper me abre la puerta cuando entramos a Maxton Hall, ni siquiera me molesto en despedirme de Jane.

Entro al pasillo de la escuela, por suerte James solo le había mandado las fotos a mi padre y no a todo el colegio. Me dirijo al baño para ver si me he cubierto los moretones por completo. Era la primera vez que lo hacían nunca habíamos llegado a tal extremo de darme bofetadas.

Salí del baño y me encontré con James Mortimer Beaufort, por supuesto que no le iba a demostrar que logró hacer daño con lo que hizo.

--Vaya, vaya, pero si es la ofrecida de Haileigh--él sabía que odiaba ese nombre, pero no le le iba a demostrar que con eso podría sacarme de mis casillas.--No puedo imaginar la decepción que debieron sentir tus padres al enterarse que su perfecta hija es igual a la gente común, que no es lo que ellos suelen presumir en todas las reuniones importantes.

El juego del poderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora