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NARRA LUCAS

Me despierto en la penumbra de la habitación, el sonido de la respiración tranquila de Naiara a mi lado me recuerda dónde estoy. Parpadeo un par de veces, tratando de orientarme en la oscuridad, y poco a poco los momentos de la noche vuelven a mi mente.

Ha sido nuestro primer concierto de la gira de OT, hemos empezado en Bilbao, y todavía no puedo creer lo que vivimos en el escenario. La energía del público, las luces que nos cegaban, el sonido que vibraba en mi pecho, todo era tan intenso que me resulta difícil describirlo. Cada canción, cada nota, fue como un sueño hecho realidad. No puedo evitar sonreír mientras recuerdo a los fans gritando nuestros nombres, cantando a coro con nosotros. Esa conexión, esa euforia compartida, es algo que nunca había experimentado antes.

Me giro hacia Naiara y la observo unos segundos, su rostro sereno iluminado débilmente por la luz que se filtra a través de las cortinas, su pelo que descansa a un lado dejándome total visibilidad y acceso de su cuello. Compartir esta experiencia con ella hace que todo sea aún más especial. Ella también estaba increíble, su voz, su presencia en el escenario. Estoy orgulloso de lo lejos que hemos llegado juntos. Y estoy seguro que ella va a brillar como la estrella que es.

Siento una mezcla de emociones, una especie de resaca emocional. Por un lado, estoy exhausto, pero por otro, me siento más vivo que nunca. Mi mente aún está acelerada por la adrenalina, y aunque mi cuerpo pide descanso, no puedo evitar repasar cada detalle del concierto, cada mirada cómplice con mis compañeros, cada ovación del público.

Después del concierto, vinimos directamente al hotel. Estábamos agotados pero felices, y sin pensarlo demasiado, terminamos envueltos en la sábanas como llevamos haciendo desde hace semanas. Naiara me trajo un vaso de agua y nos quedamos hablando hasta tarde, repasando nuestros momentos favoritos de la noche, riéndonos de nuestros errores y celebrando nuestros aciertos. Fue una de esas conversaciones que hacen que el tiempo vuele y, antes de darme cuenta, nos quedamos dormidos. Ella, agarrada a mi como un koala y yo, respirando su aroma que tanto me gusta.

Me muevo con cuidado para no despertarla y me siento al borde de la cama. Desde aquí, puedo ver nuestra ropa tirada descuidadamente por la habitación. Me levanto y camino hacia la ventana, corriendo ligeramente las cortinas para dejar entrar un poco más de luz. Bilbao se ve tranquila a esta hora, y la ciudad parece aún dormida.

Respiro profundamente, tratando de asimilar todo. Este es solo el comienzo de la gira, pero si todos los conciertos son como el de anoche, sé que será una experiencia inolvidable. Me siento agradecido, emocionado, y un poco nervioso por lo que vendrá. Pero, sobre todo, me siento afortunado de estar viviendo esto junto a personas que se han convertido en amigos y, en el caso de Naiara, en alguien muy especial.

Vuelvo a la cama y me acuesto de nuevo, cuidando de no hacer ruido. Naiara se mueve un poco, y por un momento, creo que va a despertarse, pero luego se tranquiliza y sigue durmiendo. Cierro los ojos y dejo que la calma de la habitación me envuelva, preparándome para el día que nos espera.

Llegan las diez de la mañana, el mensaje de que el autobús nos recoge en media hora nos llega a todos y entre besos y pequeñas caricias consigo despertar a Naiara.

— Vamos, dormilona. Despertá loki — beso su cuello, luego la punta de su nariz y termino depositando un beso suave en sus labios.

Naiara abre los ojos lentamente y sonríe antes de estirarse y abrazarme.

— Buenos días — murmura con voz soñolienta.

— Buenos días — respondo. — Tenemos que prepararnos, el autobús nos recoge en media hora.

Nada Es Igual • LunaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora