Cinco

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La atención que tenía era aterradora.

Desde que salió de su marui en camino a Ronal y a Niwin, todos dejaban a un lado sus actividades para verlo caminar, como si él llevara la gracia divina de la Gran Madre en sus hombros. Tuvo que trotar para evitar cada mirada, pensando por un momento que las perforaciones en su pecho eran demasiado llamativas, pero los listones de cuero de su collar disimulaban bien el toque de plata brillante.

Al llegar a la cápsula de la Tsahík, su presencia extinguió las voces de la conversación entre ambas mujeres.

"Buenos días", se presentó con dudas, caminando con cautela hasta sentarse en frente de su mentora. Hasta Ronal lo estaba viendo, y sentía que se quemaba.

"¿Pasó algo malo?", preguntó, esperando lo peor.

"Todo lo contrario", dijo Niwin, más serena de lo que alguna vez la había escuchado. Sus manos tomaron un cuenco humeante, pasándoselo a las manos del omega más joven.

"Gracias", pronunció antes de olerlo levemente, apreciando el aroma mieloso de la bebida verde, antes de darle un primer sorbo.

"No es buena temporada para embarazos, es mejor que tomes este té hasta el final", dijo sin mucho más antes de tomar sus pergaminos y abrirlos.

El segundo trago fue consumido de emergencia, casi quemándole la garganta.

"¡¿De qué habla?!", dejó la taza en el suelo, interrogando a las mujeres, una machacando alguna mezcla en su mortero, y otra en frente suyo.

"Es un té anticonceptivo, por tu primera noche con Ao'nung", explicó con tono de mofa y obviedad, haciendo sentir tonto a Neteyam como si él no supiera mejor que nadie lo que pasó con el heredero.

"¡No pasó nada! ¡No he hablado con él en días!", explicó, bajando la mirada, incapaz de ver a los ojos a la anciana.

"Aunque no haya eyaculado dentro debemos de ser precavidos, ahora toma eso que no desperdiciamos el día viendo cómo te sonrojas", ordenó, subiendo el tono de su voz.

"¡Pero nosotros..."

"¡El té!", señaló la taza, obligándolo con la mirada a que se lo tomara. El chiquillo no pudo negarse a esa mirada tan represiva, así que lo tomó y volvió a sorber.

Con el sabor dopando su boca, entre trago y trago, se hartó.

"¡No tuve sexo! ¡No me penetró! ¡No abrí las piernas!", azotó la taza contra el suelo, sorprendiendo a ambas mujeres, que quedaron congeladas en sus posiciones. "¡Ni me ve a los ojos!"

El silencio lo avergonzó, provocando un ligero arrepentimiento, pensando si era mejor disculparse de una vez o seguir con su actitud.

"Entonces el té te ayudará a tener una piel más suave", la voz tranquila de Ronal logró que la incomodidad se disminuyera un poco. Neteyam pensó que la indiferencia de la omega nunca fue tan bienvenida en toda la vida de la mujer.

Niwin frunció el ceño en dirección al más joven, que más que molesto, estaba confundido.

"El heredero ha estado toda la mañana con una sonrisa inmensa, ¡todo el mundo me dijo que no lo habían visto así en ciclos enteros!", le explicó, muy confundida. "¡Mi compañero sólo tenía esa actitud después de nuestras noches juntos! ¡¿Sólo durmieron?!"

"Eso no tiene nada que ver conmigo, ni con usted"

"¡¿Por qué lo tratas como una cría de ilú! ¡Es un guerrero! ¡Debe de ser fuerte!", lo reprendió, azotando su gran palma contra el suelo.

Kantseng | AonuneteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora