Las mañanas en Awa'atlu eran pacíficas para la mayoría. Todos dormían bien con la ayuda del cercano mar uniéndose con la costa, lejos del bullicio de los días, dando como resultado un despertar cómodo, sin quejas por no haber disfrutado de un mejor sueño, porque todos soñaron sin preocupaciones ni estragos.
Cuando el sol estaba en lo alto, los niños comenzaban a dispersar risas por toda la aldea, junto a las voces de los adultos dándose los buenos días los unos a los otros, comenzando una amena conversación. Los desayunos daban fuerzas a los metkayinas, dando por fin un inicio a un día más en la costa y en el mar.
Neteyam era una persona madrugadora, aunque le gustara dormir. Apreciaba los minutos en los que podía seguir descansando, como lo estaba haciendo en ese momento, con la calidez de un tapete y una manta de algodón con bordados metkayinas cubriendo su cuerpo, dándole más calor del necesario, pero que no quería despreciar.
Sintiendo el sol contra su cuerpo, movió sus extremidades, reconociendo texturas y temperaturas. Pasó una mano contra su cara, instándole a abrir los ojos y empezar su día de una vez. A la vez que un bostezo pasaba por él, junto a sus estiramientos le ayudaban a darle ánimos de levantarse.
Sentado en la estera, miraba sus manos sin ningún fin, pensando que eran bonitas, luego, cuando cada vez más capacidad de conciencia llenaba su mente seca, reconoció un aroma que ya no le producía nostalgia, sino que familiaridad.
Y ahora estaba completamente despierto.
Miró su alrededor, viendo todas esas canastas y cajas de madera desordenadas, utilizando más de la mitad del espacio del marui, que si se distribuyeran mejor, no se vería así. Los recuerdos vívidos de las horas pasadas llegaron como los rayos del sol que se colaban por los hoyos no tejidos de las paredes de la cápsula.
Durmió con Ao'nung.
Completamente excluidos del sentido sexual, porque simplemente durmieron juntos y abrazados. Eso es peor que tener sexo con él, al menos para su orgullo.
Pero ya no había nada que hacer, ¿verdad? Neteyam suspiró, quitando la manta de sus piernas, levantándose de la estera, tomando sus accesorios cerca del fogón ahora frío, colocando sólo el collar, antes de marcharse de ese horrible Marui. Cuando llegó a su propia cápsula, estaba decidido a relajarse con un buen baño y la comodidad de sus propias cosas, ajeno al polvo y a la estrechez en la que durmió.
No fue un mal sueño, para su propia desgracia. Significaba que estaba volviendo a caer por Ao'nung después de todo lo que le hizo, y de la forma más tonta posible.
Sintió pena por él y decidió alimentarlo. Como si el guerrero metkayina fuera un maldito ciervo del bosque, dándole un platillo que hizo con sus propias manos; sólo tenía que cantarle una canción de cuna para colmarse de vergüenza, pero afortunadamente no hizo más idioteces que fueran a mencionar después.
Ni siquiera sabía si Ao'nung seguiría con su trato de mutuo desconocimiento o tomaría la debilidad de Neteyam por un miserable alfa como un "adelante, te quiero otra vez, tómame en frente de todos y le demostraré a Taka'ri que me perteneces".
Secando su cuerpo con una manta pequeña de tela absorbente, salió de su lugar de limpieza a sentarse en su estera, simplemente a devorar su propia mente con culpa de lo que se permitió hacer ayer, hasta que le hizo caso a esa canasta que había ignorado al pensar que era una de las suyas.
Una canasta llena de frutas esparta, maduras y desde lejos ya se apreciaba lo jugosas que serían. Se acercó con pasos largos a verlas de cerca, apreciando el olor ligeramente ácido pero endulzante que viajaba hacia su nariz; olía a su hogar, por lo fácil que es encontrar esa especie de frutas si se era comprometido, pero que en Awa'atlu era cuestión de tener suerte y una astucia rara para encontrarlas.
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Kantseng | Aonunete
FanfictionSu peor error fue pensar que tenía las cosas bajo control. Era un alfa, estaba comprometido con otro alfa que lo amaba, y sería un guerrero adorado por su clan hasta el momento de pasar por el Ojo de Eywa. Nada de eso era ni sería una realidad. Era...