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"Dios mío, Martin." Juanjo ni siquiera pidió permiso para entrar en la zona de la barra. Apenas había reaccionado y ya estaba completamente abrazado a mí. "Te he echado de menos." Dijo. Su aliento impactó contra mi nuca haciendo que me diese un pequeño escalofrío. No estaba acostumbrado a un contacto tan íntimo.

"Yo también." Claramente era mutuo. Era imposible negar la importancia que habíamos adquirido en la vida del otro.

A Juanjo se le daba muy bien escuchar y sentía su apoyo siempre, en sus silencios. Nunca me había pasado con nadie, pero apenas nos conocíamos y yo ya estaba volcando todos mis pensamientos más profundos en nuestras conversaciones.

Teníamos conversaciones muy interesantes, sobre el arte, el amor, historia, política y un sinfín de temas que iban surgiendo mediante la conversación se desarrollaba.

Juanjo había aparecido por sorpresa, calado hasta los huesos del agua de la lluvia, tras haber estado fuera de Madrid durante un mes, visitando a su familia en Aragón. Antes de venir siempre solía mandarme un mensaje avisándome, para que le hiciese un pequeño hueco.

Llegó prácticamente a la hora de cerrar, así que esperó a que terminase mis tareas y decidimos trasladar nuestra velada a mi apartamento, que no quedaba muy lejos. En medio del camino, después de mirarme fijamente con una complicidad indescifrable, me confesó que había conseguido mariguana, de la buena, claro, pues era cantante y tenía sus contactos.

Siempre me había generado un poco de rechazo drogarme. Había visto a mis amigos de carrera hacerlo, y no me importaba, pero nunca me llamó la atención. Sin embargo, el ambiente tenso de la noche lo propiciaba, así que saqué el mechero que usaba para quemar inciensos y salí a la terraza, donde me esperaba Juanjo.

Cuándo dí la primera calada, sentí el trayecto del humo a través de mis pulmones, como si nunca hubiese aspirado aire de manera tan profunda. Nos íbamos rotando el porro; mientras uno hablaba, el otro daba caladas y viceversa.

Ya empezaba a ir un poco mareado cuando nuestra conversación trivial derivó en otra bastante más seria.

"Me voy de tour."

"¡Juanjo! Eso es genial." Le dije sonriendo, aunque flaqueaba un poco. No quería que se fuese.

Juanjo en contraposición, se mostraba reticente a la hora de decirme algo. Supe que se lo estaba callando, sin embargo decidí dejarle su espacio para decirlo.

"Quiero que vengas conmigo." Dijo, lentamente de manera eventual.

Le miré incrédulamente.

"Sabes que no puedo."

"Está bien", me respondió y no trató de instigarme. Sin embargo, se me quedó mirando fijamente y yo le devolví la mirada.

Juanjo era una persona altamente atractiva, no era un misterio para nadie que así fuese percibido. En primer lugar, era un cantante extremadamente venerado por la juventud femenina, por lo que, como siempre, se había tratado de crear una imagen ficticia de sex symbol para ellas. Y no había sido muy complicado.

Sin embargo, esa noche, mirándole con la poca luz procedente de mi lámpara de mesa, tenía un halo angelical. Parecía incluso inocente.

Su pómulos estaban marcados y afilados por las sombras del contraste de la luz. Sus pestañas eran largas y enmarcaban a la perfección sus peculiares ojos. Además, iba con vaqueros y una camisa, y no sabía si era porque no estaba acostumbrado a ver al maño con esa prenda de ropa que me quedé sin palabras.

Mi sexualidad no era un misterio para mí. De pequeño, en los medios de comunicación se nombraba mucho a la gente como yo, así pues es cuando empecé a preguntármelo. "La crisis del VIH azota de nuevo las calles del mundo con un claro objetivo; los homosexuales" Evidentemente, en mi casa no se hablaba de esos temas. Sin embargo siempre tenía una voz en mi cabeza que cada vez sonaba más alto y era imposible de ignorar.

Y si bien es cierto que Madrid se iba modernizando poco a poco, en el fondo era lo mismo. Por eso siempre había evadido experimentar mi sexualidad, por lo que mi experiencia en el amor era nula. Era innegable; no me atraían las mujeres. Otro de los factores condicionantes para la percepción de mi propia sexualidad era los nombres despectivos que se me habían lanzado a lo largo de mi vida. Que si mariquita, marica o plumas; todos esos nombres los llevaría tatuados en la piel como un yugo de por vida, mantra de mi homofobia internalizada. Esperaba que con la llegada del nuevo milenio, las cosas mejorasen.

Y una cosa era saber la teoría, pero ver las pruebas fehacientes delante mío me ponía los pelos como escarpias.

Cuando salí de mi ensimismamiento me di cuenta de que estaba mirándole los labios de manera realmente intensa. Juanjo no era tonto y claramente se había dado cuenta, sin embargo estaba fingiendo ignorar fuese lo que estuviese pasando. Nunca habíamos hablado del tema, por lo que no sabía cuáles eran sus pensamientos al respecto, y me daba miedo ser tan obvio.

Después de un cómodo silencio, trató de convencerme de nuevo

"Es que no entiendo por qué no vienes conmigo. Si es por el dinero, ya sabes que me sobra y yo pago lo que haga falta." trató de convencerme.

"No es viable para mí."

"Dices eso, pero los dos sabemos que tu trabajo es una mierda y que no ganas tanto dinero como para aferrarte así a él. Si hace falta, como sabes de música, te puedo incluir en mi plantilla y así ganar más."

"No, no, no y no. Esto es algo que depende de mí, además, no quiero tu dinero." Siempre había tenido una relación complicada con el dinero, y lo último que me faltaba era sentirme como una persona mantenida.

"Vale, vale, lo siento. Si no quieres dinero también te puedo conseguir sexo, si eso es lo que necesitas." Dijo bromeando, viendo lo espeso que estaba el ambiente.

"¡Juanjo! Eres un sinvergüenza. No quiero nada de eso." Le miré divertido, pues sabía que era otra de sus bromas.

"¡Eso es mentira! ¿Quién no quiere sexo?"

"Juanjo déjalo estar. Ya ha salido esta conversación muchas veces y no me convences nunca. El sexo no es tan importante."

Juanjo farfullaba en voz baja, lo cual me hacía bastante gracia.

Luego paró la conversación y nos quedamos en un silencio rotundo.

"Que sepas que cuando digo que te voy a echar de menos va muy enserio. Eres la persona que más quiero en el mundo entero y a la que más aprecio. Me has demostrado tantas cosas... He tenido muchos amigos que en cuanto mi reputación se empezó a torcer me abandonaron de la noche a la mañana. Sin embargo tú me conoces como nadie y aquí sigues."

Le miré con los ojos llorosos, Juanjo no era una persona que hablase mucho de sus sentimientos y me hacía sentir reconfortado, como si por primera vez fuese la primera opción de alguien y fuese mutuo.

No fui yo quien se acercó.

En algún momento, cúlpale al porro, a la energía de la noche, a Madrid o a lo que fuese necesario, terminamos besándonos.

Evidentemente, fue algo inesperado para mí, que hace menos de una hora era presa del pánico por la posibilidad de que descubriese mis pensamientos. 


Sin embargo allí estaba, probando el sabor de su boca una y otra y otra y otra vez, presas del deseo irrefrenable. Fue cuándo me empezó a dar besos en el cuello que me dí cuenta.


Esto iba a volver a pasar y yo me iba a terminar pillando. Si es que no estaba pillado ya, claro.

delicateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora