Hacía un calor inusual en Londres cuando llegué a Heathrow. Llevaba equipaje para al menos un par de semanas, cuando caí que nunca había especificado a Juanjo cuánto tiempo iba a estar con él.
Radiante, con unas gafas de sol sobre la cabeza y una camiseta de tirantes estaba Juanjo, esperándome con los brazos abiertos.
"¡Martin! Qué guapo por Dios, te has puesto moreno."
Él me seguía hablando y yo sin embargo era incapaz, hundiendo mi cabeza en su cuello tratando de hacer que el momento se sintiese real. Que estaba con él, después de tanto tiempo, que no era un holograma fruto de mi desesperación.
Pero no, de hecho Juanjo Bona era de carne y hueso y estaba ahí, entre mis brazos.
"Y te voy a enseñar absolutamente todos mis sitios favoritos de Londres, te van a encantar, es un ambiente mucho más abierto." Juanjo seguía con su perorata sin cerciorarse de que yo no estaba realmente escuchándole "¿Cuándo tienes el viaje de vuelta Martin?" Tras un largo silencio me cogió la cara entre las manos. "Martin no me has escuchado, ¿Verdad?"
"Perdón Juanjo, me cuesta asimilar que estés aquí conmigo. Te he echado muchísimo de menos."
"Yo también. Hay días que solamente quiero verte y sin embargo estás a kilómetros de distancia."
"Tienes un nokia para algo, Juanjo."
"Número uno, es carísimo llamar desde aquí, número dos, ya sabes que el teléfono y yo no nos llevamos bien... cada vez que intento darle a una tecla le doy a otra y termino llamando a gente que no conozco de nada." Trató de excusarse, aunque yo entendía la mierda que era hablar por teléfono.
"Vas muy de moderno pero eres un tradicional."
Juanjo rodó los ojos con una sonrisa ante mi afirmación.
"Bueno, puede ser."
Salimos entonces del aeropuerto, camino al piso de Juanjo. Por lo que me había dicho en su carta anterior (porque sí, me mandaba cartas) su piso era bonito pero le faltaba algo. En cuanto me dijo eso, saqué inmediatamente mi portafolio de fotografía, con el objetivo de regalarle alguna de mis obras para que así la pudiese colgar.
Cuando entramos en su casa, sin embargo, no fue en la decoración en lo primero que me fije, sino que olía mucho a Juanjo. Era tan Juanjo en general, que hasta me mareaba un poco.
"Bienvenido a casa."
Y bueno, mi mente no tardó ni un segundo en fantasear con esa frase en un contexto completamente diferente, en el que el piso es de ambos y la casa tiene una doble connotación. De igual manera, eran pensamientos recurrentes. A veces, cuando me desvelaba por la noche, me permitía pensar qué hubiese pasado si hubiese abandonado todo para irme a Londres, si hubiese sido honesto sobre lo que siento. Cada vez me lo impedía más, ya que el nudo que se hacía en mi estómago cada vez era más perenne.
Había sido un descubrimiento lineal. Evidentemente existía una atracción inicial, pero a lo largo del tiempo que pasabamos juntos se intensificó. Cuando se fue a Londres, lo ratifiqué. No podía vivir sin él. Tampoco fue como si hubiese descubierto la luna.
"Me encanta, Juanjo." Dije, nombrando su nombre con acento anglosajón. Había empezado a hacerlo de broma las pocas veces que me llamaba por teléfono, y por algún motivo, hacía que se sintiese menos raro. Además, a él le hacia gracia.
"Oye la habitación de invitados está ahora ocupada por mis instrumentos de música, así que o duermes en el sofá, que no te voy a dejar porque encima te quedas dos semanas, o duermes conmigo en mi cama."
"Pues entonces creo que mucha opción no tengo, ¿No?" No quería decir nada, pero en el fondo sabía que aunque la cama de invitados hubiese estado libre habríamos terminado durmiendo juntos. Entraba en nuestra dinámica.
"Ve deshaciendo la maleta mientras hago la cena. Te he hecho un hueco en mi armario." Me dijo mientras me daba un pequeño beso en la sien.
Mariposas, mariposas, mariposas.
Cuando nos sentamos a cenar, sin embargo, fue cuando las cosas empezaron a ir en mi contra.
Le regalé las fotos que había seleccionado para que pusiese en su casa. No le dije que todo ese proyecto estaba basado en él. Me sentía un poco en deuda después de su canción hacia mí, pero cuando las hice, me dí cuenta de que eran demasiado evidentes. No le podía decir que él era la musa. De todas maneras, le encantaron y me dió las gracias con los ojos brillantes un millón de veces, mientras se sentaba.
"Te veo genial Juanjo, no sé que tiene el aire de Londres pero nunca te había visto tan sereno."
"Bueno pues" empezó a juguetear con el tenedor y los champiñones de su plato. "En primer lugar no tengo una reputación de mierda aquí y no tengo que soportar prensa negativa todos días. También he reducido mi consumo de drogas. Y luego, he conocido a alguien." Finalizó con las mejillas ruborizadas.
"Oh wow. Oh. No me lo esperaba." Las palabras apenas salían de mi boca.
"Sí, eh, yo tampoco. Simplemente sucedió, no sé. No es nada formalizado aún."
"Creía que la monogamia y tú no congeniábais bien."
"Creo que siempre he vivido temiendo el amor. Sin embargo cuando nos hicimos amigos creo que me ayudaste a darle otro punto de vista. Ver como quieres a la gente, es la representación más pura del amor. Eres un amante. Nunca creí que nadie me pudiese querer y tú sin embargo me has demostrado que eso es mentira. Así que gracias, porque sin ti esto no podría ser posible."
Empecé a llorar. En parte porque era una de las cosas más bonitas que me habían dicho jamás, pero también por sentir como mi corazón se apretujaba al máximo. Tampoco iba a mentir, me sentía decepcionado. Por un efímero momento había pensado que lo nuestro era algo mutuo.
"Martin, no, no llores por favor, que voy detrás." Vino rapidamente a darme un abrazo "Siempre serás mi mejor descubrimiento en la vida. Que lo sepas." Terminó sin romper el abrazo.
Yo no entendía cómo me podía hacer esos comentarios, tan desnudos y frágiles y no sentir nada por mí. Egoístamente hablando, claro.
Esa noche dormimos abrazados. Bueno, durmió Juanjo, yo no pude. Estaba tumbado en la cama, mirando el infinito, sintiendo el peso de la situación sobre mí. Como si me estuviese ahogando en un bucle constante. No sabía cómo plantar cara a mis sentimientos. De alguna manera sentía que este era el perfecto ejemplo de quijotización y sanchificación, pues estaba acabando demente por haber echado un vistazo al mundo de Juanjo y él sin embargo parecía más racional que nunca. Era casi hasta injusto.
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delicate
RomanceMadrid (90s) era una ciudad aparentemente moderna pero en el fondo, lo mismo de siempre. Martin había llegado con las esperanzas de empezar de cero y proliferar, sin embargo, estaba atascado trabajando en un pequeño bar para poder pagar sus estudios...