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Los días se pasaron volando, tan ágilmente que parecía mentira. Cuando menos me lo esperaba, era el último día de mi estancia en Londres. Entonces fue cuándo comencé a sentir todo el vértigo que había ignorado durante el viaje. Ahora sí que sí, estaba al borde del precipicio. Sabía que teníamos que hablar, pero no sabía muy bien cómo enfocar la conversación.

"He hecho tortitas, porque no podía dejar que te fueses hoy sin comer mi especialidad." Me dijo con una sonrisa débil en cuanto entré en la cocina.

"Muchas gracias Juanjo." Le sonreí, aunque mi sonrisa también vacilaba.

Nos quedamos en silencio, y sólo se oía el chisporroteo de la masa de las tortitas sobre la sartén. Hasta que se empezó a oír una respiración agitada y pequeños gemidos. Entonces, me dí cuenta de que Juanjo estaba llorando.

Me acerqué con cautela y le llamé suavemente, cogiéndole en un abrazo.

"¿Qué pasa Juanjo?"

Juanjo parecía reticente a hablar. Las palabras se le estaban acumulando y parecía que estaba buscando la manera correcta de exteriorizarlas.

"No puedo soportar que te vayas a ir. Quiero que te quedes conmigo. Me siento siempre como un crío con una rabieta contigo, me repito como un loro." Dijo finalmente

"Oye siempre estoy contigo, aunque no esté en carne y hueso." Traté de tranquilizarle, aunque falsamente. Yo estaba igual que él.

"Martin." Me cogió de las dos manos y me miró de manera muy directa a los ojos, manteniendo el contacto visual por un tiempo muy prolongado. "Amo Londres, no te imaginas cuanto. Amo todo sobre este lugar y sin embargo lo odio tanto."

"¿Por qué?"

"Porque aquí cuando busco compañía no tengo ningún bar de mierda en el que me atiendas tú, que resultas ser lo mejor de mi día cuando estás."

Yo estaba temblando muchísimo, lo notaba. Después de estas dos semanas, tenía claro que me encantaría vivir en Londres. Nos imaginaba tan bien, en el piso de Juanjo, los dos trabajando y siendo una familia.

"Martin quiero que te quedes aquí conmigo. Sé que es egoísta, también se que odias Madrid con todas tus fuerzas. Podría liberar la habitación de invitados y hacemos ahí tu cuarto." Trató de dar opciones.

"Juanjo. " Susurré con una lágrima cayendo por mi mejilla. A veces sentía que era como una pared de hormigón, que le podría chillar y no se enteraría de nada.

"Martin por favor, no sé de cuantas maneras te tengo que explicar que te necesito aquí las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana." Dijo, redundantemente.

Exploté.

"No me puedo quedar porque hacerlo implicaría un recordatorio constante de que no somos nada. No puedo ser más tu amigo, Juanjo, lo he intentado pero es que no puedo."

Me dí la vuelta, incapaz de mirarlo a los ojos. No podía creer que después de tanto tiempo guardándolo para mí por fin estuviese fuera. Y sin embargo, incluso habiéndome liberado, sentía una opresión incluso más grande en el pecho.

Entonces dos brazos me rodearon y me sujetaron con fuerza.

"¿Por qué no me lo habías dicho antes?" Preguntó inquisitivamente.

"Me daba miedo que me dejases de hablar."

"Martin hace falta mucho más como para que te deje de hablar."

Nos quedamos en esa posición durante un rato, él abrazándome por la espalda y mi cabeza apoyada en su hombro.

"A veces me gustaría no sentir tanto" Le dije en un susurro mientras empecé a llorar.

"Entonces no serías humano y definitivamente no serías mi Martin." me dijo, limpiando mi pómulo como pudo en la posición en la que estábamos.

"Pero es que me jode mucho. Hemos hablado mucho de nuestra dinámica y siempre defiendía que por intimar con alguien no significaba que te fueses a enamorar de esa persona, que era sólo sexo."

"Martin." Juanjo suspiró mi cuello. "Lo nuestro no ha sido sólo sexo nunca. Tener sentimientos por otras personas es intrínseco del ser humano. Esto no lo has decidido tú y no pasa absolutamente nada." Hizo una pequeña pausa. "Sé que aún no he respondido a lo que me acabas de decir y es simplemente porque no sé qué respuesta darte."

Y por algún motivo, eso me dolió como una negativa.

"Esta bien, no esperaba que me dijeses que sentías lo mismo. Además ahora que no estás soltero." Sin embargo, mi expresión facial no acompañaba a mis palabras.

"Martin me rompe el corazón verte llorar así. No he dicho eso. Yo también siento cosas, ¿sabes? Y quiero aprender a quererte bien, eres mi prioridad, me da igual estar viendo a otra persona ahora mismo. Si me dices que pare lo haré.

"Juanjo tú siempre me quieres bien."
Me solté de su abrazo, dándome la vuelta lentamente. Me cercioré de que Juanjo también estaba llorando, así que le sequé las lágrimas como mejor pude.

"Joder, no me digas eso sabiendo que no es verdad. Te he mareado más que a una peonza, solamente porque yo no he sabido gestionarlo. He sido injusto y egoísta contigo. No te sé querer bien, Martin."

"Una mierda. ¿Qué cojones es querer bien? Pasamos tiempo de calidad juntos, nos complementamos genial. El hecho de tener ciertas carencias, que por cierto, yo también tengo, no quita que no me quieras bien. Siempre me cuidas. Esto era algo que ni tú ni yo habíamos afrontando. Ahora que lo hemos hecho es probable que muchas de esas cosas se corrijan. " Dije con rabia.

"Quiero intentarlo." Juanjo sabía que el campo de las palabras de afirmación nunca había sido el suyo. Pero no pasaba nada, porque no había nada más que pudiese añadir.
Me miró y se acercó lentamente para capturar mis labios, sin prisa.

"Lo iremos descubriendo Martin, te lo juro, sólo... Quédate aquí conmigo en Londres." Me pidió, por tercera vez.

Y a la tercera va la vencida, o eso dicen.

"Está bien." Respondí mientras me daba el abrazo más fuerte que jamás había recibido de su parte.

delicateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora