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Mi hermana me sirvió café y me ofreció galletas, comí mientras la escuchaba. No tenía ánimos de estar ahí, quería ir al ático para buscar a Lucien y así cuestionar si fue real lo que viví o solo un sueño. Tamborileaba los dedos en la mesa. Anaís me hablaba de su relación y sus planes con su novio. Él opinaba poco. Estaba serio, a veces sonreía, algo forzado. Tal vez lo incomodó mi mirada de odio o podía leer mis pensamientos, como le decía en estos que me parecía un abusador. Desganado, la escuchaba fingiendo interés y asintiendo con la cabeza. Ella estaba alterada, no actuaba con naturalidad, endulzaba más su entonación. Colocó su mano encima de la mía, como si quisiera impedir que huyera. Soporté mis ganas de pelear en silencio. Ganó mi interés real cuando me confesó que adelantaron sus planes porque estaba embarazada. No supe qué decir en el momento, me petrifiqué como un idiota. Cruzaron en mi mente muchas palabras, no pesqué ninguna hasta que ella me preguntó, con un tono condescendiente, que si me encontraba bien. Mi hermana había cambiado, el amor la cambió, ya no era la chica ruda que desconfiaba de los demás. Se convirtió en una mujer enamorada que decidió confiar en alguien que no le convenía. Tal vez, en el fondo de su ser, ella buscaba en quién apoyarse y lo encontró en la persona menos adecuada. Era demasiado tarde, no había vuelta atrás, no podía juzgarla y recriminarle nada. Tomó su decisión.

—¡Felicidades! —dije y me incorporé de golpe de la silla, la cabeza me dio vueltas, estaba mareado—. Tengo... tarea, sí, mucha tarea, y exámenes. Hablamos luego.

Escapé de la cocina y me fui corriendo hasta mi cuarto. Sin embargo, sabía que ahí nada me alentaría. Terminé en la entrada del ático, dudé un poco en si debía ir a contarle a Lucien cómo me sentía. Abrí la puerta y me adentré. Pisé flores de nuevo. Todo estaba cubierto con dalias rojas. Caminé de puntillas hasta la cama, donde estaba el enfermo con una mirada perdida en el firmamento nocturno. Sin preguntar nada, me eché a su lado.

—Estoy quedando desplazado, eres lo único que me queda —conté triste—, y no eres humano.

—¿Por qué dices eso? —Ladeó su cabeza.

Miré su rostro con la débil luz que pasaba a través del tragaluz. Estaba pálido, ojeroso, con los labios resecos. Todo en él me gritaba que se encontraba mal.

—Mi hermana está embarazada, su prometido se vendrá a vivir con ella y... bueno, van a formar una familia real, y yo me quedaré desplazado. Claro, puedo ser el tío buena onda —dije y reí de manera tonta y algo decepcionado.

—Alexandre. —Estiró su mano, ofreciéndomela—. Suponer puede ser muy doloroso. Disfruta de la vida, no te compliques tanto. Vivir puede ser tan breve como un sueño de cinco minutos —platicó con una entonación cansada.

—Es difícil. —Tomé su mano y la llevé a mi pecho junto con la mía—. Ahora entiendo por qué tenía tanta prisa mi hermana por traerlo a casa.

—Míralo como que tu familia se extiende. —Sonrió débil.

—No es mi familia, es la de mi hermana. Ella ya se está haciendo de una familia real... y yo le voy a estorbar —suspiré fastidiado—. Estoy celoso, triste y me siento un estorbo. Toda una mierda.

—Si tú eres un estorbo aquí, yo más, tendremos que irnos juntos —sugirió y rio débil—. La verdad es que ya lo sabía, podía ver esa pequeña luz creciendo dentro de ella, por eso no accedí a modificar su sentir, y es muy complicado en adultos. Además, su amor transmutó y dio una vida nueva. Eso es algo hermoso —murmuró agotado.

—Supongo... si lo dices así, no es tan malo. Seré tío, seré un buen tío. —Asentí con la cabeza—. Y si mi hermana lo quiere tener sola, la ayudaré en todo, no la dejaré sola, pero lo que importa es que... ¡Seré tío!

Tu mentira desde el universo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora