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—El mundo de las pesadillas existe en un plano astral diferente al mundo tangible. Ahí es donde va a parar lo que no logró ser posible en la Tierra y espera ser real en los sueños de las personas. En muchas ocasiones secuestran a los humanos para consumir su brillo y volverse reales en la Tierra. Por desgracia las estrellas no viven en ese plano tan irreal, no pueden llegar al mundo de las pesadillas y cumplir deseos. Siempre son devoradas por las pesadillas al tener un brillo deseado por estas. Debes de saber que, si no hubieras pedido tu deseo, sería algo así tu realidad y la de tu hermana —explicó Lucien jadeando.

Abrí mis ojos y lo vi cuarteado, como si fuera una vasija a punto de romperse y liberar toda el agua contenida. Escapaba entre las grietas una dulce y tierna luz que me reconfortaba, me hacía volver a la vida y estar en el presente. Me incorporé de la banca, asustado, y lo recibí en mis brazos.

Era el chico de sonrisa angelical y pelo rosado que recordaba, pero en ese momento parecía ser una vasija a punto de estallar en trozos.

—¿Qué te sucede? —murmuré la pregunta con miedo.

—No tengo suficiente poder para reparar mi forma humana, la que te robé —anunció con una triste entonación—. Usé tu imagen para engañar a las otras estrellas y hacerles creer que te poseí. Siempre te estuviste viendo a ti mismo, pero en otras tonalidades—sonrió divertido—. Alteré el recuerdo de tu imagen en ti y en todas las personas que te conocían y usé mi poder para darte otra apariencia, una similar pero no idéntica. Quería que te quisieras a ti mismo y te tuvieras estima al verme hacer cosas agradables usando tu imagen. Bueno, eso ya no importa. Lo que importa es que volviste. Las pesadillas son persistentes, anhelan la vida y los sueños que no tienen. Han consumido tantas vidas.

—Lucien, ¿por qué me ayudas tanto? Sin ti, mi vida sería peor de lo que imaginaba. Lamento tanto no haber valorado tu esfuerzo. Lo siento, perdóname —pedí y junté mi mejilla con la suya.

No podía dejar de llorar, la tristeza de la pesadilla se incrustó en mi corazón. Ver cómo dañaban a Lucien me hizo conocer el verdadero miedo a perder a alguien amado. Odié ser honesto con mis sentimientos hasta que me sentí perderlo. Lucien me abrazó con fuerza, su corazón estaba igual de agitado como el mío. Deseé poder quedarme para siempre en envuelto en aquel brazo.

—No es tu culpa, es normal y entendible que desconfiaras de mí todo este tiempo, solo te estabas protegiendo de no ser lastimado más.

—Lo siento tanto... —Enjuagué mis lágrimas—. Eres la estrella que más amo.

—Siempre lo supe, eres la estrella terrestre que más amo.

Permanecimos en silencio, abrazándonos con fuerzas. No hacía falta decir nada, todo se entendía a través del fuerte abrazo, intentaba fundirme con él. Pasó el tiempo, tanto mi corazón como el suyo se calmó.

—Háblame con la verdad —pedí en un susurro.

Lo liberé de mi abrazo para conversar, pensativo y cuarteado, fue hacia uno de los columpios del parque. Comenzó a columpiarse mientras observaba el firmamento estrellado. Me resultaba irreal ver que de las grietas del cuerpo de Lucien brotaba una luz tan ensoñadora.

—Supongo que ahora puedo decírtelo. Vengo del futuro, por eso de años luz de distancia que nos separa, más bien, provengo de un futuro que no pasará —reveló por fin.

Fui al otro columpio y me senté, lo vi mecerse con suavidad.

Deseaba con todo mi ser que se unieran las grietas y volviera a la normalidad, no era suficiente desearlo, no sucedía nada.

—Cuando más brillan las estrellas son más hermosas, sí, lo son, y están anunciando su muerte. Las estrellas de mi categoría cuando comienzan a morir tienen más poder y la capacidad de cumplirles deseos a los humanos, a cambio estas serán parte del humano que ayudan y presenciarán todos los cambios que han traído con el deseo cumplido. Serán parte de una historia increíble. Entonces, cuando el humano se encuentre cerca de la muerte, tomarán todo lo que queda de la fuerza del núcleo humano, lo que llaman alma, y volverán a la nebulosa donde nacieron y les contarán a otras estrellas sobre su vida en la Tierra. Gracias a eso, alargaron su vida. Repetirán el proceso las veces que sea necesario para vivir. Así funcionan las estrellas de mi tipo. Lo considero horrible. Nunca me gustó la idea de utilizar a las estrellas terrestres para alargar mi vida... Sabes, llamaba mi atención que tu brillo fuera similar al mío, por no decir que idéntico. Sí, para nosotros, los humanos son estrellas terrestres —contó afligido, pero si perder su amena entonación—. Brillan con sus sueños, esperanzas, anhelos, alegrías, tristezas y con toda la gama de emociones y sentimientos que los componen... —calló por un momento, fue como si pusiera en orden sus ideas—. Mi alma gemela, así es como debería decirte, porque nuestro brillo es casi idéntico. —Ladeó su cabeza y me dirigió una mirada amorosa—. Vi tu vida en sueños, desde el frío y basto universo, me sentí tan impune por no poder hacer nada. Tus compañeros te molestaban, Hugo no era capaz de amarte como lo merecías, discutías mucho con tu hermana y la única persona que te quería y apoyaba, tu abuela, murió en un terrible accidente, dejándote devastado y lleno de culpa. Viviste una vida muy miserable, carente e injusta. Las personas percibían que no te amabas, que estabas solo, que nadie te protegía, y por eso mismo, siendo miserables, abusaban aún más de ti, incrementando la tristeza que corría tu corazón. Ante el desprecio, te volviste alguien rebelde, respondón, antipático y descuidado. Te hacías daño, odiándote por vivir y estar solo. Hace mucho habías dejado atrás el chico dulce que lloraba por falta de cariño, el pequeño que hacía todo lo posible porque su hermana lo quisiera y buscaba pertenecer en el corazón de alguien. Te volviste una pesadilla. No podía interferir, no tenía el poder suficiente. Me resultaba tan triste no poder ayudarte y que tu mayor deseo fuera morir. Tintineaba para ti, pero por mucho que miraras el cielo, nunca lo notaste, el cómo te intentaba decir que no estabas solo. Cuando comencé a brillar más y tener el poder para hacer realidad algún deseo que cambiara tu vida, era demasiado tarde, estabas muriendo, solo, en la calle, sin saberlo. En esa noche, cuando estabas muriendo, habías discutido mucho con tu hermana, ella te había pedido que te fueras de casa para siempre, alegando que ya tenías la edad suficiente para enfrentarte solo a la vida. Saliste al parque que frecuentabas y te refugiabas cuando tu hogar se volvía un infierno. Muchas veces dormiste en esa banca, mirando a las estrellas hasta quedarte rendido. —Miró hacia la banca—. En la madrugada, comenzó a darte un ataque cardíaco, se trataba de una muerte súbita. Fue en ese momento que tu deseo cambió y se volvió algo auténtico, algo que deseabas de corazón. No querías morir así, sin haber disfrutado de la vida. Deseaste haber vivido momentos memorables que te hicieran extrañar la vida y tener amigos. Y en ese momento en que tú morías, comencé a hacerlo también, brillé más —dijo y salieron lágrimas gélidas del rostro cuarteado, surcaron sus mejillas y dejaron un rastro sangriento. Estiré mi mano para retirar los cristales congelados, no me lo permitió, negó con la cabeza—. Intenté cumplir tu deseo —continuó hablando—. Viajé al pasado, cuando tu hermana te cargaba en brazos en el hospital y le suplicaba a tu madre que te alimentara. Todo estaba fúnebre en el ambiente, tu padre había muerto en un accidente y tu madre no te quería ni ver, te culpaba de una forma extraña e ilógica. Con pesadillas conmoví su corazón y ella habló de su mayor preocupación, encariñarse contigo y que murieras igual que su hermano y padre. Tú hermana siendo muy pequeña, escuchó eso y por eso fue más amable contigo. Decidió procurarte ante el temor de la muerte y ante el desprecio de tu madre, eligió amarte como si fueras su propio hijo. Si ella no hubiera sabido esa verdad, su relación hubiera sido tan diferente y sus vidas también. Por desgracia, no podía cambiar todo, la actitud de tus compañeros, por ejemplo. Conseguía insertarles sueños y esperar que estos fuera una buena motivación para que eligieran ser mejores personas. Ellos tienen sus propias pesadillas y deciden si las escuchan o no. Cuando me di cuenta de que no lograrías tener amigos, fue cuando entré en acción e intenté ser tu mejor amigo. Todo lo que hice, fue para que fueras feliz y cumplir tu mayor deseo. Sin embargo, como no uso el brillo de tu núcleo... tu alma, tengo poder limitado. Solo me quedaba energía como para estar contigo por un año, también, por eso, decidí aparecer en tu último año de vida y apagarme contigo. Así no te irías solo... —Negó con la cabeza y la giró, clavó su melancólica mirada en mí—. La verdad era que no quería usarte por miedo a quedarme solo, siempre... me sentí tan solo en el basto universo —confesó lloroso—. Ver una estrella terrestre brillando similar, casi idéntica como yo, fue alentador.

Tu mentira desde el universo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora