La reina Laraine se despertó en medio de la noche con un fuerte dolor en su vientre, estaba a punto de dar a luz a su primer hijo. El rey despertó al ver a su amada con los fuertes dolores de parto, y gritó a todos sus sirvientes para que se hicieran presentes en su habitación. Entró Olethea, una anciana que siempre ha estado en la casa de los reyes.
En las horas del parto la reina Laraine vociferó:
–No podré, los dolores son muy fuertes, se me va el aliento.
La anciana se preocupó y observó con tristeza al rey Damián. El rey turbado le preguntó a Olethea qué pasaba. Y la respuesta de aquella anciana fue: "Hay luna de sangre, y los planetas están alineados".
Al terminar de decir esa frase, la tierra se comenzó a estremecer fuertemente, enérgicos vientos azotaban, y una luz potente se asomó por la ventana, la luna estaba completamente roja, el cielo se iluminó con luces de colores. ¿Qué sucedía? El sol salió y sus rayos eran demasiado fuertes, los dolores de la reina Laraine cada vez eran peores, no sentía más fuerzas, la dolencia era interminable.
–No puedo más, Olethea. Cuida de mi bebé –sollozó la reina.
–Querida mía, cuidaré de tu bebé, pero tienes que ser fuerte –masculló Olethea.
Al escuchar aquellas palabras una lágrima recorrió el rostro de la reina Laraine, quien gritó de dolor al dar a luz a su hijo. El pequeño asomó su cabecita que salía del cuerpo de su madre. Olethea sacó al bebé, al mirarlo se dio cuenta de que no era un niño, era una niña; los reyes habían concebido una hermosa hija.
El rey Damián, quien estaba presente al lado de su esposa, no podía entender lo que sucedía con el nacimiento de su hija. Olethea, al terminar de limpiar a la bebé, la colocó en brazos de su madre. La Reina Laraine observó a su preciosa hija que lloraba sin cesar, y miró en ella una larga cabellera rubia con las puntas de color naranja; se extrañó por un instante, luego la abrazó como si fuera la última vez que la tendría entre su piel, le dio un pequeño beso en la frente, y le dijo a Olethea que quitara de su cuello el collar que traía puesto, el cual tenía un dije de un sol.
Olethea le entregó el collar a la reina en sus manos y ella se lo colgó a su pequeña hija, era enorme para un bebé, pero no importaba. Después de tenerla por unos minutos en sus brazos, dijo a su esposo el Rey Damián que cuidara el fruto de su amor y que le pusiera por nombre Solash. Al terminar de dar sus últimas palabras, la reina exhaló y cerró los ojos para siempre.
Aquella rara noche había vuelto a la normalidad, la tierra dejó de estremecerse, los fuertes vientos dejaron de azotar, el sol desapareció y nuevamente era una oscura noche.
Esa es mi historia de nacimiento. Soy la princesa Solash, hija del rey Damián y la reina Laraine a la cual extraño demasiado, aunque no logré conocerla. Desearía realmente tener a mi madre a mi lado, ya que, con 17 años, mi vida sería mucho mejor con ella.
Me he preparado mucho para cuando sea la reina de Kángaba, aunque, según mi padre, aún soy una niña que no comprende la magnitud de responsabilidad que implica reinar una nación, pero no me preocupo por eso, aún me quedan muchos años siendo solo princesa y, por lo tanto, varios años para aprender.
Ni siquiera le doy importancia al deseo de mi padre de casarme con un príncipe de tierras lejanas, porque contraer matrimonio no está entre mis planes más próximos. La leyenda cuenta que mi nacimiento es lo más inaudito que se ha vivido en el reino, y que ni antes ni después se ha visto algo semejante.
No son verdad, en absoluto, todas las ideas extrañas que el pueblo tiene de mí, soy una joven normal, aunque mi cabello es bastante largo, pero eso no es raro, lo que sí es raro es que sea de dos colores: amarillo claro en la parte de arriba, y naranja en la parte de abajo. Aun así, me encanta. También tengo una marca de nacimiento en mi espalda, es un sol, parecido al sol de mi collar.
Todo Kángaba me respeta, o al menos eso pienso. Lo que me hace sentir mal es que cuando estoy cerca de la muchedumbre, se alejan y parecen tenerme miedo. A la única persona que no le molesta estar cerca de mí, después de mi padre, es Olethea, la anciana que me cuidó desde mi nacimiento, la amo como a una madre. Me da mucho miedo perderla, considero que falta poco para que nos diga adiós ya que es una persona de 89 años, pero estamos en el siglo XVI y se dice que la gente de este siglo en este pueblo específicamente, puede llegar a vivir hasta doscientos años; así que puede que le falten muchos años por vivir a mi querida Olethea.
–Solash, tu padre ya está listo para cenar, debes bajar inmediatamente –grita Olethea al otro lado de la puerta de mi habitación.
–No tengo hambre, Olethea, dile a mi padre que puede comer solo –refunfuño.
–Tu padre se molestará contigo si no bajas a comer en este preciso momento. Recuerda que mientras vivas en este castillo, debes obedecer las ordenanzas del rey –dictamina Olethea.
–Bajo de inmediato, Olethea. –Termino de decir acomodando mi cabello.
El rey Damián siempre quiere que tanto en el castillo como en Kángaba se haga lo que él ordena, pero es mi progenitor, por un instante desearía que actuara más como mi padre y no solo como el rey.
El castillo es tan frio y sin color, también desearía cambiar eso, me gustaría ponerle colores extravagantes a mi hogar. Vivir en un castillo no es tan fácil ni divertido como parece, desearía un poco más de libertad, quisiera explorar Kángaba, ya que en toda mi vida aún no he podido salir sola, y me encantaría explorar parte del mundo. Conocer otros horizontes no me haría mal.
«Eres la princesa, tienes que comportante como tal, deja de pensar en libertad y en colores extravagantes.» Mi voz interior repite una y otra vez estas frases.
Sacudo mi cuerpo y me levanto de inmediato de mi cómoda, pero simple silla al lado de la ventana.
Salgo de mi habitación, y bajo las largas escaleras del castillo. Al llegar a la mesa, veo a mi padre muy serio, seguramente está molesto por mi tardanza.
–¿Por qué me haces esperar tanto? –pregunta mi padre con vos seca.
–Eh... –Carraspeo mi garganta, y aclaro mi voz–: Perdona padre, no vuelvo a cometer esta falta ni algo semejante.
–Puedes sentarte a comer, Solash. –Señala mi padre.
Acomodo mis vestidos y tomo asiento, tomo la copa con agua y doy un pequeño sorbo. La comida que está en la mesa huele delicioso, quisiera devorármela con mis propias manos y chuparme los dedos, pero no puedo, tengo que comer educadamente, y utilizar todos los cubiertos y cuchillos, algo que me fastidia hacer.
Tomo el pan y sirvo las legumbres en mi plato. Doy pequeños bocados y disfruto de mi alimento.
–Cuando termines tu cena, hablaremos –suelta de repente mi padre.
No soporto la curiosidad, sé que no debo hablar mientras como, pero aún falta mucho para que termine todo lo que puse sobre mi plato, así que decido comer lo más rápido posible, sin que mi padre lo note, ya que se molesta que coma deprisa.
–Terminé de cenar, padre.
–¿Por qué tan rápido?
–Tenía mucha hambre.
–¿Hambre o curiosidad?
–¡Ambas! –confieso.
Mi padre me observa directo a los ojos.
–Mañana vendrá una amiga de tierras lejanas al lado de sus dos hijos. Quiero que te comportes, Solash, y que seas amable con los invitados.
–¿Invitados? Nunca traes invitados al castillo.
–Siempre hay una primera vez, deja de hacer preguntas, solo escucha, y obedece. Ya puedes subir a tu habitación para que duermas.
–Como ordenes, padre, con tu permiso.
–Adelante. Feliz noche
–Que duermas bien, padre.
Me retiro a mi habitación y cuando entro, me tiro sobre mi cama. ¡Odio estos vestidos! Son tan fatigosos, desearía con toda mi alma usar algo más cómodo. Quisiera revolucionar la moda y que las mujeres un día podamos vestir de manera más placentera y agradable. Cierro mis ojos y un profundo sueño me invade.
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Una Princesa De Fuego
FantasyUna princesa noble y valiente descubre que tiene un poder extraordinario que debe aprender a controlar para cumplir su propósito descrito en una antigua profecía. En su camino de descubrimiento aprende lecciones importantes y desarrolla habilidades...