Capítulo III

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El desayuno terminó muy mal. Todos están molestos y yo no soy la excepción. Siento que mis mejillas arden de enfado.

–Solash –Se acerca la mujer hacia mí.

–¿Agnes?

–Señora Bandorley, jovencita. Soy una mujer que enviudó hace diez años, más respeto.

–Perdón señora Bandorley. ¿Qué desea? ¿Cuál es su intención al estar aquí?

–Vengo de tierras muy lejanas, emprendimos este arduo viaje hace treinta días, así que no estoy dispuesta a tener que soportarte.

–¿Qué pasa, señora? usted no tiene derecho de hablarme de esa forma, y menos en ese tono.

–¿Tú crees? –responde Agnes molesta.

–Agnes, te llevaré a conocer el reino de Kángaba. –Llega mi padre e interrumpe nuestra conversación.

–Por supuesto, mi rey Damián. Estaré encantada de conocer la nación por completo – responde Agnes.

–Entonces vamos de inmediato –dice mi padre hipnotizado por la arpía.

Mi padre llevará a esa mujer a conocer Kángaba, no comprendo por qué tanta amabilidad por parte del rey, él nunca es así con nadie y tampoco suele salir mucho del castillo.

Voy a buscar a Olethea, necesito hablar con ella. Apenas logro dar unos cuantos pasos cuando me tropiezo con los hijos de la arpía.

–¿Por qué tu cabello es de dos colores? –pregunta curiosamente Clea mientras me observa con desprecio.

–No tengo por qué responderte.

–Cuenta la leyenda, que la princesa de Kángaba no es de este mundo –suelta Boris en forma de burla.

–Pueden pensar lo que deseen –expreso.

–Boris, cuando nuestra madre sea la reina de Kángaba, gozaremos de todo este majestuoso castillo. Aunque debo reconocer que hay muchas cosas que no me gustan... Por ejemplo, esos sillones –Señala Clea unos antiguos sillones rojizos de madera fina exportada de la poderosa nación de Kirmal, los favoritos de Olethea–, tendremos que botarlos y comprar unos nuevos.

–Imposible, mi padre jamás se casaría con una mujer como Agnes –reprocho en negación–. Y nunca en su vida reemplazarán esos sillones –afirmo y ambos se ríen.

–Mi madre se casó con mi padre siendo ella una plebeya, y creyó que mi padre podría ser el rey en Bablou. Pero mi tío Felipe, hermano de mi padre, fue el rey por ser el primogénito y luego pasó su reinado a su hijo. Mi padre jamás obtuvo el reino, y murió hace mucho tiempo atrás. Por eso mi madre ahora optó por casarse con tu padre, el rey de Kángaba –dice Boris gozosamente.

–Ustedes solo me quieren asustar. Mi padre no se casará con ella –manifiesto.

–Te decimos la verdad, querida hermanastra –pronuncia Clea burlándose.

No, no, me niego a aceptar lo que estos acaban de decir.

Me marcho corriendo, estoy muy afligida.

– ¡Olethea, Olethea, Olethea! –grito con todas mis fuerzas.

– ¿Qué tienes, princesa, por qué gritas de esa forma? –Olethea sale a mi encuentro.

–Los hijos de Agnes dicen que mi padre se casará con ella.

–Princesa...

–Habla Olethea, dime que eso es una vil mentira.

–Tu padre ya regresará, y cuando llegue, tú misma le preguntas.

Una Princesa De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora