Capítulo XIII

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Acabamos de presenciar que Borgues puede controlar el aire.

–¿Usted acaba de hacer aire con su mano? –pregunto asombrada.

–Sí. Yo tengo el elemento del aire, así como tú tienes el elemento del fuego. En algo nos parecemos, ¿verdad princesa?

–Es impresionante...

–Tomen asiento, les prepararé de comer y les hablaré un poco de mí –señala Borgues dirigiéndose a preparar la comida.

Borgues prepara la mesa y nosotros nos sentamos muy contentos. Saber que comeremos otra cosa que no sea fruta nos pone de muy buen humor.

–Cuénteme acerca de su elemento –digo comiendo un sabroso pan.

–Nací en un pueblo muy pequeño y desde que llegué al mundo la gente temía de mí, porque mi cabello siempre fue color blanco. Mi madre y mi padre decidieron abandonar su pueblo antes de que la muchedumbre hiciera algo contra mi vida. Llegaron a esta montaña, aquí viví toda mi infancia y parte de mi adolescencia. 

Un día que era dedicado para salir de caza, mi padre fue a cazar como de costumbre para traernos de comer, pero él nunca regresó porque lo mató un oso. Mi madre quedó destrozada por dentro, al igual que yo. No teníamos cómo sobrevivir en esta montaña, así que decidimos buscar un pueblo donde podríamos trabajar y ese lugar fue Kángaba. La gente no comprendía por qué mi cabello era color blanco, tampoco yo. 

Hasta mis 21 años descubrí que tenía el poder del elemento del aire. En eso conocí a una mujer que me comprendía y no le causaba miedo estar a mi lado. Estábamos enamorados, pero ella era 10 años mayor que yo y decidió que no me quería volver a ver nunca más porque creía que yo era demasiado joven para ella, además ella tenía un trabajo que amaba y no lo dejaría para casarse conmigo.

–¿Esa mujer es Olethea?

–Sí princesa, esa mujer es Olethea. ¿Nunca se casó?

–No, jamás se casó. Toda su vida la dedicó al trabajo en el reino.

–Debí saberlo. Para Olethea su trabajo en el castillo era lo más importante.

–Olethea lo ha entregado todo por nosotros. ¿Usted nunca se casó?

–No princesa, nunca me casé. Jamás en mi vida volví a conocer a una mujer como Olethea, así de buena, íntegra, cordial, y mucho más.

–De verdad la amaba, señor Borgues –expresa Adrien.

–Así es, muchacho, la amé mucho –responde Borgues.

–¿No volvió a buscarla? –pregunto.

–Por supuesto que volví a buscarla. Olethea confesó que me amaba, pero que no podía casarse conmigo por ser esos años mayor que yo. Recuerdo muy bien sus claras palabras: "Te amo Efraín, pero olvídate de mí, búscate una muchacha joven, yo soy una vieja para ti. ¿Qué diría la gente de Kángaba? Por favor vete, tengo que regresar al castillo a trabajar."

–Que importaba lo que dijese la muchedumbre de la diferencia de años. Creo que mi querida Olethea tomó una mala decisión. Ahora comprendo por qué siempre evadía mis preguntas sobre el amor –digo triste.

–A Olethea sí le importó lo que la gente pensara, y esa fue la última vez que la busqué.

–Es una triste historia de amor –manifiesta Adrien insatisfecho.

–Lo es, muchacho, y en esos días antes de irme de Kángaba, conocí a tu abuelo Alexandro; nos fuimos a navegar por el mar junto a otros amigos marineros en busca de alguien que me ayudara a controlar mi elemento.

Una Princesa De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora