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Nayeon entró en la habitación con el corazón aún lleno de remordimiento y dolor por lo que acababa de suceder con Jeongyeon. Sin embargo, al ver a Mina en el suelo, tirada y llorando por el dolor, todo su enfoque se desplazó instantáneamente hacia su amiga.

Corrió hacia Mina y se arrodilló a su lado, envolviendo sus brazos alrededor de ella en un abrazo reconfortante.
—¡Mina! ¿Estás bien?— preguntó con urgencia, sintiendo una oleada de preocupación y culpa al ver el estado de su amiga.

Mina levantó la mirada, sus ojos llenos de dolor y desesperación. —No... no puedo soportar este dolor—, murmuró entre sollozos, sintiendo que cada movimiento era como una cuchilla cortando a través de su cuerpo.

Nayeon sintió un nudo en el estómago al ver a Mina sufrir de esa manera. Sabía que parte del dolor de Mina era físico, pero también sabía que había sido exacerbado por la situación entre ella y Jeongyeon. Se sentía culpable por haber permitido que sus propios problemas afectaran a su amiga de esta manera.

Con cuidado, Nayeon ayudó a Mina a levantarse del suelo y la guió de regreso a la cama, acurrucándola entre sus brazos con ternura. —Lo siento tanto, Mina—, susurró, sintiendo las lágrimas llenar sus propios ojos mientras abrazaba a su amiga con fuerza. —No deberías tener que pasar por esto. Estoy aquí para ti, lo prometo.—

Mina se aferró a Nayeon con fuerza, sintiendo un pequeño rayo de consuelo en medio de su tormento. Sabía que no podía culpar a Nayeon por su propio dolor, pero aún así apreciaba su presencia y apoyo en ese momento difícil.

Entre sollozos y susurros de consuelo, las dos amigas se quedaron abrazadas en silencio, encontrando consuelo el uno en el otro en medio de la oscuridad que las rodeaba. Otra vez envuelta en brazos de la coreana recibía gustosa las caricias que Nayeon dejaba por su cuerpo y los pequeños besos que dejaba en sus mejillas, como habían estado antes de que llegara Jeongyeon, pero ahora la japonesa sentía la necesidad de bañarse, y decidio pedirle ayuda a la chica de cabello castaño.

Nayeon asintió con ternura, acariciando suavemente el cabello de Mina mientras la ayudaba a levantarse con cuidado de la cama. —Por supuesto, Mina. Estoy aquí para ayudarte en todo lo que necesites—, respondió con voz suave, mostrando preocupación genuina en sus ojos.

Con el apoyo de Nayeon, Mina se puso de pie lentamente, sintiendo cada músculo de su cuerpo protestar por el dolor. Se aferró al brazo de Nayeon mientras caminaban juntas hacia el baño, agradecida por su presencia reconfortante en ese momento difícil.

Una vez en el baño, Nayeon ayudó a Mina a entrar en la ducha y ajustó cuidadosamente la temperatura del agua para que fuera reconfortante pero no demasiado caliente. Mina suspiró de alivio al sentir el agua tibia empapando su piel dolorida, calmando algunos de los dolores que la afligían.

Nayeon permaneció a su lado, asegurándose de que Mina estuviera cómoda y segura mientras se duchaba. Mientras el agua caía sobre ellas, Mina se sintió un poco más relajada, sabiendo que tenía a Nayeon a su lado para apoyarla.

Después de un rato, Mina terminó de ducharse y salió de la ducha con la ayuda de Nayeon. Se envolvió en una toalla suave y se miró en el espejo, sintiendo una mezcla de dolor y gratitud por tener a Nayeon a su lado en ese momento difícil.

—Gracias, Nayeon—, murmuró Mina, su voz apenas un susurro. —No sé qué haría sin ti.—

Nayeon le sonrió con ternura, secando suavemente el cabello de Mina con
otra toalla. —Siempre estaré aquí para ti, Mina. No tienes que pasar por
esto sola—, respondió con sinceridad, sintiendo un profundo vínculo de amistad y cuidado entre ellas.

Con un suspiro de alivio, Mina se dejó envolver una vez más en los reconfortantes brazos de Nayeon, sintiendo que, aunque el camino hacia la curación fuera difícil, al menos no tendría que recorrerlo sola.

Marcas De Amor - MinayeonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora