Después de un rato abrazadas, Nayeon decidió que Mina necesitaba un cambio de escenario para despejar su mente y relajarse después de todos los eventos tumultuosos que habían vivido. Recordando un lugar que siempre había querido compartir con alguien especial, Nayeon sugirió a Mina que fueran a dar un paseo por la playa.
—Vamos a la playa—, propuso Nayeon con una sonrisa cálida. —Es el lugar perfecto para relajarse y olvidar todo por un rato—
Mina, aún sintiendo el dolor físico y emocional, asintió con suavidad, agradecida por la consideración y la amabilidad de Nayeon. Juntas, salieron de la mansión y se dirigieron a la playa, dejando atrás el caos y la tensión.
El sol comenzaba a ponerse cuando llegaron, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados. Las olas del mar rompían suavemente en la orilla, creando un ambiente sereno y pacífico. Nayeon tomó la mano de Mina y la guió por la arena, asegurándose de caminar a un ritmo que Mina pudiera manejar sin dolor.
Caminaron en silencio por un rato, disfrutando de la tranquilidad y la belleza del entorno. Nayeon, siempre atenta a los sentimientos de Mina, apretó su mano con cariño y la miró a los ojos. —Sé que ha sido un día difícil, pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, Mina. Siempre lo estaré—
Mina se sintió conmovida por las palabras de Nayeon. —Gracias, Nayeon. Realmente significa mucho para mí—
Nayeon sonrió y señaló una pequeña colina de arena con una vista perfecta del mar. —Vamos a sentarnos ahí. Hay algo que quiero mostrarte—
Una vez sentadas, Nayeon sacó de su bolso una pequeña manta y la extendió sobre la arena para que ambas pudieran sentarse cómodamente. Luego, sacó una pequeña caja de madera. —Quería darte esto—, dijo, entregándole la caja a Mina.
Mina abrió la caja y encontró dentro una delicada concha marina, pulida y brillante. —Es hermosa—, dijo, sorprendida.
—Recogí esta concha el verano pasado, y siempre pensé que era algo especial—, explicó Nayeon. —Quería dártela como símbolo de nuestra amistad y lo que significa para mí. Espero que siempre te recuerde que estoy aquí para ti, sin importar lo que pase—
Mina se sintió abrumada por la emoción y no pudo evitar que algunas lágrimas rodaran por sus mejillas.
—Gracias, Nayeon. Tú también eres muy especial para mí—Nayeon sonrió y, en un gesto tierno, secó las lágrimas de Mina con el pulgar. —No llores, Corazón. Este es un momento feliz—
Después de un rato, Nayeon sugirió que caminaran un poco más por la orilla. Caminaron juntas, sintiendo la arena fría bajo sus pies descalzos y escuchando el susurro del mar. Cada paso parecía llevarse un poco de la tensión acumulada del día.
Al regresar a la manta, Nayeon se sentó y, sin pensarlo mucho, depositó un suave beso en la mejilla de Mina. Mina se ruborizó, pero no se apartó. Al contrario, sintió una calidez reconfortante y una paz que no había sentido en mucho tiempo.
Mientras el sol finalmente se ocultaba en el horizonte, Nayeon envolvió a Mina en un abrazo cálido. —Siempre estaré aquí para ti—, susurró, y Mina se permitió relajarse completamente en sus brazos, sintiendo una mezcla de gratitud y afecto por la chica que siempre había estado a su lado.
Después de compartir ese momento especial en la playa, Nayeon y Mina se sentaron juntas, disfrutando de la brisa marina y la tranquilidad del lugar. Hablaron durante horas, compartiendo sus pensamientos, sus esperanzas y sus miedos más profundos. Se sentían conectadas de una manera que nunca habían experimentado antes, y cada momento juntas solo fortalecía su vínculo.
Cuando la noche comenzó a caer y las estrellas salieron a brillar en el cielo, Nayeon se acercó a Mina lentamente, su mirada llena de ternura y afecto. Sin decir una palabra, Nayeon inclinó su cabeza y depositó un suave beso en los labios de Mina. Fue un beso tierno y delicado, cargado de emociones que no necesitaban ser expresadas con palabras.
Mina correspondió al beso con la misma suavidad, dejándose llevar por la calidez y la ternura del momento. Se besaron con dulzura, perdiéndose en el momento y olvidando por un instante todos los problemas y preocupaciones que las rodeaban.
Después del primer beso, Nayeon y Mina se miraron profundamente a los ojos, sintiendo una conexión intensa entre ellas. Sin poder resistirse, se acercaron nuevamente y se besaron apasionadamente, dejando que sus emociones se desbordaran en cada gesto.
Mina rodeó con ternura el cuello de Nayeon con sus brazos, sintiendo la calidez de su piel bajo sus dedos. Nayeon respondió colocando sus manos en la delgada cintura de Mina, atrayéndola aún más cerca mientras se perdían en el abrazo.
Entre beso y beso, compartieron risas suaves y susurros de afecto, disfrutando de la intimidad y la complicidad que compartían. Cada gesto, cada caricia, era una expresión de su amor mutuo, un recordatorio de lo mucho que significaban el uno para el otro.
A medida que el tiempo pasaba, se dejaron llevar por el momento, olvidándose del mundo exterior y entregándose por completo a la magia del momento. En ese instante, nada más importaba excepto ellas dos y el amor que compartían.
Y así, entre risas y susurros, Nayeon y Mina se perdieron en una danza de amor y ternura, explorando cada rincón de sus corazones.
Después de compartir esos momentos íntimos en la playa, Nayeon y Mina decidieron regresar a la mansión. Se separaron con suavidad, pero aún se tomaban de las manos mientras caminaban de regreso, disfrutando de la compañía de la otra y del ambiente sereno de la noche.
El camino de regreso estuvo lleno de risas suaves y conversaciones cómodas, mientras compartían anécdotas y detalles de sus vidas. Se sentían en sintonía, como si hubieran estado destinadas a encontrarse desde aquel día en el que jihyo las presento en la primaria.
Cuando finalmente llegaron a la mansión, se detuvieron en el jardín por un momento, disfrutando de la brisa nocturna y las estrellas brillantes en el cielo. Viéndose a los ojos con una sonrisa, sintiendo una conexión especial entre ellas que solo se fortalecía con cada momento que compartían.
Sin prisas, se dirigieron hacia la puerta principal, listas para enfrentar lo que pasaría dentro, ya sea bueno o malo.
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