CAPÍTULO 4. TE INVITO UN SANDWICH.

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Tomé mi lonchera y busqué mi lugar para estar sola. No es que no me gustara la multitud., es que me incomodaba el descarado coqueteo de los chicos, sobre todo el de Rubén, no me gustaba, si tan solo me interesara aunque sea como amigo. Pero no, Rubén me era completamente indiferente y además tenía la costumbre de usar y desechar a las chicas como si fueran pañuelos.

Me detuve frente al círculo de pequeños arbustos y miré disimuladamente a mí alrededor, buscando algún visitante indeseable., ese era mi lugar y no quería que nadie más lo descubriera... solo había una persona a la vista, era la chica nueva., pero ella estaba distraída mirando a los chicos que jugaban futbol a lo lejos. No nos conocíamos, así que no había peligro de que me siguiera., y sin perder más tiempo en ella, entré lo más rápido al círculo de pequeños arbustos.

Me senté en el pasto, contenta de disfrutar mi Sándwich especial sin la intromisión de nadie... estaba equivocada., ella se metió por el lado contrario, invadiendo mi espacio, invadiendo mi vida; y se sentó a mi lado como si fuera lo más normal del mundo.

La miré un breve momento para ver si tenía algo que decir; pero de nuevo no emitió palabra., ahora estaba convencida de que era muda... y por lo visto ciega, pues tampoco me miró. Su atención estaba puesta en una bolsa de galletas y una lata de coca cola.

Esperé unos minutos... una vez que comprobé que no me molestaría, tomé mi sándwich y mi jugo y me dispuse a comer, tenía hambre., siempre estaba con hambre.

—¿Quieres? —me sorprendió de repente, ofreciéndome de su bolsa de galletas.

Justo cuando estaba convencida que no me dirigiría la palabra, su boca se abrió, y emitió el sonido más sexy que había escuchado hasta ese día. Yo no sabía que contestar, no sabía si lo decía para molestar o realmente quería darme una galleta.

—Gracias —le dije optando por la primera opción., quizá su forma de vestir me inspiraba desconfianza— No puedo comer eso., a mi madre no le gustaría.

—Eso me pasa por tratar de ser amable con la gente —me dijo con sarcasmo, mientras yo me quedé petrificada por mi error al juzgarla. Quise pedirle una disculpa... pero ella se había marchado.

Pensé que no volvería a seguirme al círculo de pequeños arbustos., para mi sorpresa, toda la semana me acompañó en silencio, comió conmigo sin hablar, sin dar ni pedir nada. Le ofrecí un trozo de mi sándwich., a modo de disculpa, quizá entendiera mi mensaje.

—No, gracias —me dijo, quizá para desquitarse de mi grosería anterior— me gustan más con doble ración de queso.

Ciertamente me lo merecía, así que guardé silencio. Volví mi atención a mi delicioso sándwich y no volví a tocar el tema.

...

Se convirtió en una costumbre de lo más extraña comer juntas sin hablar en ese lugar secreto., ocultas del incesante ruido de los demás. Nadie más pasaba por allí. Había que llevarse unos cuantos rasguños para entrar, pero era tan cómodo que aprendí a escabullirme sin el menor daño posible.

Ni siquiera me di cuenta en qué momento empecé a esperar con ansias su llegada. La esperaba todos los días antes de iniciar el ritual de costumbre.

Una mañana sin darme cuenta, le pedí a mi madre que me preparara un termo con malteada de chocolate., no quise cuestionarme el por qué le pedí un vaso extra. Me di cuenta a la hora del receso, cuando ella se sentó a mi lado.

Serví los dos vasos, y ella me miró, confundida.

—Ayúdame con un poco —le pedí con temor, realmente quería disculparme por ser tan pendeja— mi mamá quiere que me lo acabe todo y no creo que pueda.

Lo aceptó., Freen se tomó la malteada y hasta me pidió otro poco cuando le dije que si quería más me avisara.

No supe en qué momento me tomé la libertad de preparar otro Sándwich con doble ración de queso a escondidas de mi madre.

—Mi madre quiere que me alimente bien —le dije para que no supiera que había pensado en ella en mi tiempo libre, de manera inexplicable, quería que se sintiera cómoda conmigo— ¿Me ayudas?

Días después las galletas de chocolate las comíamos de postre.

....

No supe lo que pasó., dos días después no acudió a nuestra cita en el círculo de pequeños arbustos., la última vez que cruzamos palabras, por decir algo, fue en la puerta mientras Rubén llevaba a cabo su desagradable costumbre de acorralarme para que no pasara.

—Anda, cariño. No seas así conmigo —dijo Rubén mientras se acercaba a mí de una manera que me hacía sentir incómoda.

—¿Me dejan pasar? —dijo Freen, y fue todo.

No tenía idea de lo que pasó., probablemente encontró un lugar mejor para comer.

Y entonces volvió precisamente el día que no la esperaba. Recuerdo que llevaba una bolsa de frituras y que abrió la bolsa con violencia, como si algo la estuviera molestando.

—Espera —le dije impulsivamente mientras tocaba osadamente su mano por primera vez— No te comas el postre todavía.

Le ofrecí el Sándwich que afortunadamente aun llevaba; y me daba temor que ella me rechazara. Pero ella lo tomó sin protestar y ese pequeño detalle... me llenó de un calorcito que empezaba a hacerse familiar para mí.

MI PEQUEÑO CRUSH (freenbecky)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora