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Masashi levantó a Ino y la colocó sobre sus hombros, mientras Akira sacaba a la bebé de la carriola. La pequeña comenzó a llorar de inmediato. Caminaron durante casi cinco minutos cuando notaron un cambio en el aire. En lo alto de los tejados de las casas, se encontraban seis shinobis, todos ellos mayores de 30 años. Cada uno había perdido a un familiar en el ataque del Kyubi: hermanos, esposas, hijos. Habían visto cómo la causa de su dolor empezó a ser alabada, elevado sobre todos aquellos a los que había lastimado.

Cuando se presentó la oportunidad de hacerle sentir a Naruto el mismo dolor que ellos habían sufrido, no dudaron. Sabían que nunca podrían herirlo directamente, pero era diferente cuando se trataba de su hija. Sabían que perderla haría que Naruto experimentara aunque sea una fracción del dolor que ellos habían sentido.

Los seis shinobis se encontraban realizando el sello de carnero, levantando una cúpula similar a la que los enemigos habían usado para matar a Hiruzen. Sin embargo, esta era inferior. Hacía que el chakra dentro, así como cualquier sonido o suceso, fueran imposibles de sentir, ver o escuchar desde afuera. La debilidad de la cúpula era que cualquiera podía entrar o salir. No obstante, al ver que salían con el cuerpo inconsciente de Ino y uno de ellos cargando a la bebé

Yuri abrió los ojos y, de reojo, vio a Ino inconsciente y ensangrentada. El miedo se apoderó de ella al verse en brazos de un hombre desconocido, y un poderoso llanto escapó de sus labios.

Shin frunció el ceño. —¡Cállate, maldita sea!— gruñó, golpeando la frente de la bebé con sus dedos. Los ojos de Yuri se volvieron blancos cuando perdió la conciencia.

Akari frunció el ceño. —¿Estás loco? Tenemos que llevarla viva— dijo con enojo, que se intensificó cuando Shin comenzó a reír.

Shin gruñó casi como un animal. —Sus llantos me estaban volviendo loco. Además, solo está inconsciente— murmuró.

Lejos de aquel sitio, la única oreja de Kuromaru se levantó. Un gruñido escapó de su hocico antes de soltar un largo aullido, amplificado por chakra. Sin perder tiempo, mejoró su cuerpo con chakra y comenzó a correr, seguido por varios Ninken que se encontraban igual o más enojados que él.

Varios miembros del clan Inuzuka siguieron de cerca a Tsume y Hana, quienes también corrían a cuatro patas, dejando escapar un pulso de chakra que alertó a varios ANBU. Estos, al sentir la perturbación, se unieron a la carrera, dirigiéndose rápidamente hacia el lugar del conflicto.

Al llegar al lugar, vieron a los seis shinobis rodeados por perros, varios shinobis y ANBU. Los shinobis enemigos, al verse acorralados, se prepararon para luchar. Un silencio tenso llenó el aire antes de que estallara la batalla.

Los shinobis enemigos lanzaron kunais y shurikens, pero los Ninken fueron rápidos en esquivarlos, saltando hacia sus atacantes con ferocidad. Tsume y Hana, moviéndose a cuatro patas, se abalanzaron sobre dos de los enemigos, combinando sus movimientos con los de sus compañeros Ninken. Los shinobis oponentes luchaban desesperadamente, pero la coordinación de los Inuzuka y sus perros era impecable.

Kuromaru, con un poderoso salto, derribó a uno de los shinobis al suelo, mordiéndole el brazo con fuerza. El hombre gritó de dolor mientras trataba de liberarse, pero Kuromaru no soltaba su presa. Tsume utilizó un jutsu de clonación para multiplicarse y confundir a otro de los enemigos, permitiendo a Hana y su Ninken lanzar un ataque conjunto que los dejó fuera de combate.

Los ANBU, expertos en combate, se movían con precisión y rapidez. Neko, con un kunai en cada mano, se enfrentó a dos de los shinobis, bloqueando sus ataques y contraatacando con movimientos letales. Yugao, ágil y eficiente, desarmó a uno de los enemigos con un rápido giro de su espada, dejándolo vulnerable para un ataque final.

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⏰ Última actualización: Jun 03 ⏰

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