Capítulo 16: ESPI

79 3 23
                                    

La noche había caído sobre la ciudad y Mimi finalmente llegó a su departamento. Cerró la puerta detrás de ella y se dejó caer en el sofá, sintiendo una mezcla de agotamiento y alivio. El día había sido largo y ajetreado, y aunque el peligro del atentado todavía estaba fresco en su mente, decidió que esa noche necesitaba descansar en casa en lugar de quedarse hasta tarde en el café.

Mientras se acomodaba en el sofá, su mente se deslizó hacia la visita de Wallace esa mañana. Recordó el intenso beso que por voluntad propia le había dado en la sala, y un cosquilleo recorrió su estómago. El rostro de Wallace, embelesado y con las mejillas sonrojadas, llenaba sus pensamientos. Aunque le parecía encantador, sintió un ligero sentimiento de culpa al recordar ese momento. Se llevo ambas manos a la cara apenada de sí misma al recordar el estado en el que había dejado a su "Golden Boy".

A pesar de las sensaciones cálidas que Wallace le provocaba, sus pensamientos la llevaron de regreso al momento en que Yamato vino a su rescate en la Biblioteca. El simple hecho imaginar de nuevo su tacto, la manera en que la sostuvo y le ofreció una sonrisa de diversión, había dejado una impresión imborrable en ella. Recordar esos momentos hacía que sus mejillas se tornaran de un rojo intenso. Se llevó una mano al rostro, tratando de calmar el calor que subía por su piel, pero los sentimientos de nerviosismo y calidez seguían invadiéndola por completo al regresar al momento exacto donde, volvió a encontrarse esa sonrisa mientras la rescataba en el callejón. Él siempre había sido reservado, serio y a menudo distante, pero en ese momento crítico, había mostrado una faceta de sí mismo que no había conocido. Su sonrisa encantadora, llena de genuina preocupación y afecto, había encendido algo en su corazón.

Sacudió ligeramente la cabeza, tratando de enfocarse, y tomó su celular para repasar la conversación que habían tenido durante la tarde. Preguntando acerca del libro y si había descubierto algo nuevo. Mimi fue sincera con él; el ajetreo del día no le había dejado tiempo para investigar más.

—No he tenido tiempo de revisarlo, cuando llegue al departamento, veré que descubro... —escribió Mimi.

—Yo no encontré nada en la biblioteca familiar, incluso acudí a Takeru, que estudia literatura. Nada que no estuviese en los libros comunes y de dominio público. — Yamato le reveló que su búsqueda personal no le había revelado nada nuevo.

— La noche de Freysblót está a solo un día y el tiempo se nos está acabando... — La ojimiel presentía que algo importante estaba por llegar y su urgencia por encontrar respuestas claras la mantenían nerviosa.

—Recordé algo... mientras dormía la noche anterior, mi abuela solía hacerlo cuando éramos pequeños

— ¿Qué cosa? —

—Espera, surgió algo. Hablamos más tarde—

La noche avanzaba lentamente en el departamento de Mimi, y una inquietud creciente se apoderaba de ella. Desde el último mensaje que había intercambiado con Yamato en la tarde, no había recibido ninguna noticia. Había pasado varias horas desde entonces, y la falta de comunicación comenzaba a ponerla ansiosa. Intentó tranquilizarse recordándose que siendo parte de la prestigiosa compañía de seguridad ESPI y también siendo el hijo primogénito de la familia Ishida, debía de ser una persona extremadamente ocupada. Quizás estaba lidiando con algo importante que lo había mantenido alejado de su teléfono. Sin embargo, esa explicación no lograba calmar del todo sus nervios.

Resignada a la posibilidad de que Yamato respondería más tarde, decidió indagar por su cuenta el libro descubierto. Había demasiadas incógnitas que necesitaban ser abordados con urgencia. Se dirigió al escritorio donde lo había dejado, pero antes de comenzar a investigarlo, su mente vagó hacia un enigma que había estado rondando en su cabeza desde su descubrimiento en la biblioteca. Recordó la caja, un regalo preciado de su abuela. Desde ese momento, una idea cruzó su cabeza; si su collar logró abrir el compartimiento secreto en la biblioteca; quizás su dije podría ser la llave para esa reliquia familiar que su abuela le había enviado. Camino hacia su cuarto y trajo consigo la caja para colocarla sobre la mesa de la sala. Tomó el dije con manos temblorosas mientras observaba la forma central detenidamente, una sensación de emoción lleno el aire a su alrededor. La caja, de aspecto antiguo y trabajado con delicados grabados, parecía casi desafiante, como si estuviera esperando ese momento.

La mujer que camina con lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora