Toga Himiko se hallaba totalmente atada con cuerdas que parecían haber sido hechas de un material muy resistente. Estaba arrodillada, con su boca sangrante y varios moretones en el rostro. Hitoshi no se había detenido a pensar en si le dolía o no, porque estaba seguro de que ella no lo había pensado por Izuku.
Katsuki sentía un deseo abrumante de matarla. Ella había contribuido a la desaparición de Izuku, su amor. Muy sencillo habría sido para él hacerla hablar y acabar con ella, pero la hechicera no se lo permitió.
No podían matarla, ellos no eran esa clase de personas.
La ansiedad le carcomía el corazón. ¡Katsuki añoraba a Izuku con todo su corazón! Podía sentir todo el dolor de su omega, y toda la congoja que aquel pecoso de hermosos ojos transmitía a través de su lazo.
¡Y por si fuera poco, la bastarda no decía nada!
Tanto Hitoshi como Ochako habían intentado sacarle información sobre el paradero de Izuku, pero ella se mantenía callada por más tortura que se le pudiera infligir.
Katsuki pensaba que ella no se callaría si le cortaran un dedo.
—Demonios, Toga. Habla por amor a todos los dioses. No tenemos el tiempo de estar haciendo esto mientras Izuku está quién sabe dónde —dijo Ochako, con el rostro angustiado.
—Si hablara, no sería divertido, Chako-Chako —sonrió ella, con los dientes manchados de sangre—. Pero, ¿sabes qué sí sería divertido?
Si su intención era terminar la oración, Katsuki no se lo permitió, cruzándole la cara de un golpe.
—Perra arrogante. No entiendo por qué te crees con la suficiente confianza como para hablar así, pero créeme, no estas en posición de actuar con esa jodida altivez. —Himiko tosió sangre y se vio aturdida. La fuerza con la que Katsuki la golpeó fue tanta como su furia—. No puedo seguir escuchándola. Me voy. Si estoy un minuto más aquí, juro que no vivirá para contarlo.
El alfa de cabellos rubios salió de la tienda en donde se hacia el interrogatorio. Era el lugar más apartado, para que ningún entrometido pudiera ver que estaba pasando.
Katsuki se estaba consumiendo por la preocupación. El cansancio era tan notorio como las ojeras oscurecidas bajo sus ojos, las cuales demostraban que no podría estar tranquilo hasta ver a su destinado sano y salvo.
El hecho de que Himiko hubiera estado en la tribu por casi cuatro días fingiendo ser Izuku, significaba que aquel pecoso había estado lejos de él por el mismo tiempo. Eso lo enfermaba. No tenía idea donde podría estar, ni mucho menos qué tipo de dolor podría estar pasando. Saber que su inutilidad provocó el secuestro del omega lo torturaba poco a poco.
Caminaba por la cabeza agacha, dispuesto a ir a la tienda donde se estaba quedando, cuando sintió un choque con alguien mucho más pequeño que él.
—Rey Bárbaro, lo siento —sollozó una mujer de cabello verdoso, a la cual Katsuki reconoció fácilmente como la madre de Izuku. Sintió una opresión en su pecho. Eran tan parecidos... Los mismos ojos, el mismo cabello, la misma piel ambarina y un porte similar. Y ese parecido le hizo extrañarlo aún más—. No lo vi... Lo lamento mucho...
El rubio trató de sonreír, pero fue más bien una mueca triste.
—No hay problema. Por favor, solo llámeme Katsuki. Yo... No estoy aquí en condiciones de un rey o un líder. Mucho menos para la madre de Izuku.
Inko lo sabía. Nadie le había dicho, ni siquiera su precioso hijo, pero ella sabía que estaba frente al alfa destinado de su pequeño niño.
Eso de algún modo le aliviaba el corazón. Siempre recordaba a un Izuku infantil, que soñaba con encontrar al que sería su amor. Aquel chico era tan romántico que muchas veces Inko temía por no saber si podría encontrarlo o no. Debía admitir que no tuvo mucha fe cuando la hechicera se le apareció a su hijo y le dijo sobre su destino, aún más porque aquel mismo día su esposo y ella se enteraron de una tragedia que azotaría a su tribu.
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Verde Jade (Katsudeku + Omegaverse)
FanfictionKatsuki Bakugo tiene un sueño recurrente. Puede ver a un joven de espaldas. Lleva una capa similar a la suya, verde y con muchas plumas. Diseños con pintura que reflejan símbolos extraños, los cuales no entiende. Que esa capa sea tan larga, es sin d...