Pérdida

77 3 4
                                    

A veces las personas pasan por nuestras vidas por un momento y luego tienen que marcharse, algunas veces logramos despedirnos, otras no, pero tenemos la certeza de que estarán con nosotros durante toda la vida aunque no podamos sentirlos ni verlos.

Recuerdo muy bien todo lo que pasó, una tarde de junio estábamos a punto de ir a visitar a nuestra tía, la madre de Ricardo y Juan.
Ella prácticamente nos crió a los tres, cuando mis padres fallecieron ella se hizo cargo de mí y me consideró como la niña que nunca tuvo.
Ella estaba muy enferma, había podido salir de muchas situaciones en las que estuvo a punto de morir, pero siguió luchando hasta ese día. Ricardo a penas se enteró manejó directo al hospital con nosotros atrás del auto, nos dejó en el estacionamiento y corrió hacia el interior, nos dejó en el auto con la preocupación viva.
-Juan- estaba mirando a un punto fijo sin parpadear.
-¿Qué pasa si la tía se...- no logré terminar la frase cuando mis ojos empezaron a lagrimear.
-No, Marian nada va a pasar, y si llegase a ocurrir, tendremos que ser fuertes por ella y por nosotros-
Me abrazó fuertemente, no sabíamos lo que pasaría después, pero sabíamos que saldríamos de esto juntos.

Había pasado una hora, el cielo se oscurecía cada vez más y aún seguíamos en el auto esperando alguna noticia.
-Marian mira, ahí viene-
Juan se acercó a la ventanilla. Ricardo venía caminado muy lento y con la cabeza baja.
-Pasó algo- dije de inmediato, dentro de mí se empezó a expandir una sensación horrible de pánico, no podía pasar, no ahora.
Ricardo nos abrió la puerta y se agachó frente a nosotros.
-Falleció-
En su cara las lágrimas caían con desesperación y tristeza.
-No, no no puede ser ¡No se pudo haber muerto! ¡Por favor no!- Lo aparté y traté de salir del auto para ir al hospital, esto no podía estar pasando, Ricardo rápidamente me atrapó y no me soltaba, solo quería decirle que tenía que ser un error, no pude más y mis rodillas cayeron muy fuerte contra el pavimento, Ricardo me soltó y se arrodilló a mi lado y Juan le imitó. De pronto los tres estábamos llorando ahí en el suelo, heridos, tristes.
Nos abrazamos, no podíamos hacer otra cosa.
Yo perdí una tía, pero ellos perdieron a su madre, se repetía la historia, había cargado con el dolor de mis padres por cuatro años y ahora esto.
No tengo palabras para describir cuán herida estaba, y si las tenía ahora no las encuentro.
Tal vez ahora estamos tristes y quizás nunca dejemos de estarlo, pero guardamos todo lo bueno dentro de nosotros, de nuestra alma y corazón, somos y siempre seremos parte de ella.

Esto más que una historia, fue un desahogo, perder a alguien que amas con todo tu corazón y que te enseñó lo más lindo de la vida es desgarrador, porque piensas que nunca se irán, pero lo que no todos sabemos es que en esta vida somos prestados, nos tocará vivir momentos que nos darán lecciones para toda la vida. Y está bien llorar, gritar o desahogarse de cualquier manera, somos humanos, estamos hechos de sentimientos.
Solo queda aceptar y seguir adelante, porque esos angelitos habrían querido que viviéramos el presente y vernos felices.

Robin Hood Aventuras en Sherwood- One Shorts-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora