Arreglo de amor

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-Rey Ricardo, es un honor tenerlo de frente otra vez y poder traerle a mi hijo Robin-
El varón de Loksley había venido a sherwood para dejar a su hijo como cada verano, aunque la verdadera razón era otra.

-Es un placer varón, me alegra que estén aquí nuevamente, y creo que a alguien más también le alegra- Él rey le hizo un gesto coqueto a su prima, que al instante se molestó aunque no lo demostrara.
Marian sabía el porqué Robin la visitaba cada verano, para conseguir que ambos se enamoraran y unieran sus reinos, pero lo único que conseguían era que con cada visita, Marian encontraba una nueva razón para que ese malcriado le cayera aún peor. Simplemente ambos no se soportaban. O eso querían pensar.

-Marian, saluda al invitado- Ricardo la empujó levemente para que se acercara y el varón hizo lo mismo con Robin.
Él prefería agarrar un resfriado a tener que besarle la mano a Marian todos los veranos, pero como tenían los ojos puestos en ambos era mejor tenerle un poco de tolerancia, al menos por ahora.
-Hola princesa Marian, es un gusto estar aquí-
Dijo él con desagrado.
-El gusto es mío Robin- Marian le hizo una reverencia pero no le quitaba la cara de odio por ningún motivo.

-Niños vallan a dar un paseo mientras yo y Ricardo hablamos-
Ambos obedecieron. Salieron del salón del trono y se disponían a bajar las escaleras, pero para hacer una gracia Robin le hizo una zancadilla a la princesa, esta no se cayó solo porque estaba agarrada al barandal de la escalera "Eres una torpe" dijo él entre risas.
-¿Con que así quieres jugar? pues juguemos-
Marian le aplicó la misma zancadilla sólo que lo pateó con el fin de que Robin acabara en el suelo, y bueno eso pasó.
-Ups-

Para resumirles un poco Robin y Marian pasaron unos días desagradables el uno con el otro.

A lo largo de los años ambos se habían mentido al decir una que otra cosa incorrecta sobre ellos en las pocas conversaciones "decentes" que han tenido, así que a pesar de los diez años en los que se juntaron ninguno de los dos conocía bien al otro.
Pero una cosa era segura para ambos:
A Marian le gustaba mucho dibujar y la arquería (solo un poco) y a Robin igual la arquería, al punto de llegar a ser ganador de muchos premios importantes.

Una semana después de la llegada de Robin, él ya salía con sus amigos; Pequeño Juan y Tuck, juntos se la pasaban prácticamente todo el día en el bosque, lo que a Robin le encantaba para estar lejos de la princesita. Aunque muy en el fondo no le gustaría verla sufrir por otro, ya que él era el único que la podía molestar.

Una mañana, después de tomar el desayuno junto con Marian, Robin se levantó en cuanto terminó y se dirigió a al puente levadizo para encontrarse con sus amigos, pero a medio camino se percató de que no llevaba lo más importante; su arco y sus flechas.

-Maldita sea- se dijo a sí mismo con frustración, puesto a que iba a tener que encontrarse con Marian otra vez. Pero cuando se dió la media vuelta ella ya estaba parada a unos sentimientos de su cara, lo que lo tomó por sorpresa.
-¿Estás buscando esto?- Marian le mostró su arco y flechas con una expresión burlona en su cara.
-¿Pero qué haces?- Robin se sobresaltó cuando la princesa se acercó a la orilla del puente y con sus brazos estaba simulando que iba a arrojar sus cosas al río.
-Muy graciosa, Marian mira necesito mis cosas, los chicos me esperan y ya voy tarde ¿de acuerdo? No tengo tiempo para juegos-

-Por fin tengo tu atención y puedo decirte todo esto, eres un chico sin sentimientos y desconsiderado, y eres insensible, tú solo piensas en ti, todo gira a tu alrededor, eres un lindo idiota ¿Todo esto crees que lo hago por ti? Lo hago porque tenemos un compromiso. No eres más que un torpe- Marian le arrojó el arco y sus flechas al pecho para que se las llevara. En el fondo le molestaba que no la molestara en todo el día, y unas cuantas cosas más.
-¡Mira hablaremos de esto más tarde ¿si?!- dijo colocándose su equipo.
-Y no te acerques al río, no sabes nadar y podrías ahogarte-
Bueno ¿Recuerdan lo que dije sobre que ellos se mentían en uno al otro? Pues Marian en efecto le había mentido ya que ella sí sabía nadar y se lo había dicho en un acto de imprudencia. Así que decidió jugar un poco con él antes de que se fuera.
Lo miró y se arrojó al río, y Robin al escuchar el impacto sin pensarlo tiró su arco y flechas al suelo y se lanzó para salvar a la princesa.
Cuando la tuvo en sus brazos, la levantó hacia la superficie.
-¡Oye qué haces!- Robin no comprendía la imprudencia de Marian.
-¿Es que quieres suicidarte?
-Ja ja- Ella solo se reía de una forma juguetona.
-¡Donde está la gracia!-
-¿La gracia? ¿De verdad piensas que me tiraría sin saber nadar esperando a que me salves?-
Robin miró a la nada por unos segundos y entendió todo.
-Ósea que sabes nadar- dijo sintiéndose muy tonto.
-Claro- Marian asintió de la forma más obvia.
-¿No te ibas a ahogar?-
-No, no me iba a ahogar-
-Y, ahora llego tarde-
-Así es, caíste muy fácil zanahoria- le dijo mientras le acariciaba el pelo con la intención de molestarlo.
-¿Por qué sigues en mis brazos?-
Ella solo río y se alejó un poco, luego ambos nadaron a la orilla.

Marian se estrujó el cabello y mientras lo hacía se dirigió hacia Robin.
-Mira encanto, si quieres volver a rescatarme solo dímelo, aunque admitámoslo, yo sola puedo salvarme pero, cuando quieras- Así se alejó dejándolo afuera.
Robin solo se quedó ahí parado con un leve sonrojo que intentó ocultar al adentrase en el bosque, pero no pudo quitarse a la princesa de la cabeza por el resto de la tarde "Odio admitirlo, pero creo que estoy cayendo por ella" pensó cuando estuvo solo en su habitación del castillo.

¿Quieren parte 2?

Robin Hood Aventuras en Sherwood- One Shorts-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora