Mental Asylum (RivAri)

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Me miré en el espejo a la mañana siguiente y me di cuenta de que me veía ojerosa y agotada.
No recuerdo la última vez que dormí bien.

Samantha Rivera había estado en mi mente toda la noche.

Imaginé mi primer encuentro con ella y todo lo que se me vino a la mente fue al agente Starling y Hannibal Lecter. Esto no me ayudó porque seguí rodando de un lado a otro de la cama toda la noche hasta que sonó la alarma a las cinco y media de la madrugada.

Miré fijamente las bolsas que tenía debajo de los ojos y decidí aplicar un poco de corrector, aplicar un poco de rubor, sombra de ojos apenas notoria y un tono de lápiz labial naked.

La enfermera Maddy, que también era una buena amiga en la facultad, dijo que las sombras más doradas siempre me sentaban bien, pero que usar mucho maquillaje ni siquiera se permitía en el hospital.

Escuché que la ducha se encendía en la habitación de Roier, esa era mi señal de preparar el desayuno para él.

Preparé huevos fritos con tostadas, ya que encabezaba su lista de los desayunos favoritos de todos los tiempos.

Mi hermano era un chico de bajo mantenimiento, si le decías que estabas demasiado ocupada y preparabas pizzas congeladas para cenar todos los días, no se quejaba.

Salí temprano hoy. Te veo en la cena.

Dejé una pequeña nota para él al lado del plato del desayuno, me puse los zapatos de lona, agarré la bolsa y salí, la ciudad tenía un clima frío.

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Fue bastante fácil encontrar la oficina de la Dra. Millaray.

Toqué una vez y entré a la oficina para encontrar a una joven médico apoyada contra el escritorio de espaldas a mí, revisando un archivo.

Me aclaré la garganta. - ¿Dra. Nuvia Millaray? -

- ¿Sí? - volvió toda su atención hacia mí. - Debes ser... -

- Soy la enfermera Abril Garza. Me acaban de transferir al ala C. ¿Supongo que el Dr. Guarnizo te habló de mí? -

Ella sonrió a sabiendas. - Sí, por supuesto, enfermera Garza. Por favor tome asiento -

- Puedes llamarme Abril - dije.

Me pasó una sonrisa de asesina de mujeres.

La doctora Millaray era alta, probablemente de algo más de metro setenta, delgada con pelo casi rubio, ojos verde como el césped, una cara esculpida y una afilada mandíbula que podía cortar el cristal.

Tenía el tipo de rostro que haría que la gente que pasa por la calle se detuviera y mirara hacia atrás.

Si Juan me hubiera advertido que su nueva "aprendiz" parecía recién salida del Olimpo, al menos me habría esforzado un poco más con mis habilidades de maquillaje.

Jodete, Juan Guarnizo.

- ¿Tierra a Abril? -

Me había espaciado por completo. - Lo siento... lo siento... Doctora. ¿Estabas diciendo? -

La Dra. Millaray se rió entre dientes y empujó unos papeles hacia mí. - Léelos detenidamente. No querrás firmar algo para lo que no estás preparada -