Capítulo 9

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Lo primero que vi cuando desperté fue el techo gris e insípido del hospital. Estuve unos segundos desorientada pero, al cabo de poco, todos los recuerdos volvieron a mi mente y giré la cabeza para ver si Alex o Jacob estaban allí. 

Así era, Alex estaba sentado en una posición aparentemente incómoda y completamente dormido, acurrucado en un sillón de hospital al lado de mi cama y cubierto con una manta que seguramente le dieron las enfermeras.

Me senté en la cama apoyándome en la cabecera y busqué el móbil, el cual encontré en la mesita de noche. Miré la hora en él y vi que había dormido durante más de 24 horas seguidas porque eran las seis de la mañana del segundo día después del accidente. Levanté las sábanas para ver qué tan grave era la herida de la pierna pero sólo vi un trozo grande de venda que me habían puesto. 

Me quedé ahí sentada en la cama en silencio, sólo mirando el móbil. Tenía tres llamadas perdidas de David y bastantes mensajes suyos y de Sergio. Pensé que era demasiado pronto en la mañana cómo para contestar, y decidí que lo haría después.

Estaba bastante aburrida cuando vino una enfermera que, cuando me vio despierta, me dijo que tenía que comprobarme la fiebre y avisar a un doctor. Cuando se fue, llamé a Alex para que despertara antes de que el médico llegara.

—¡Luna! ¿Cómo estás? —preguntó inmediatamente después de verme.

—Bien, supongo. Un poco dolorida y débil pero bien —contesté yo.

—¿Cuánto hace que estás despierta? Debiste haberme avisado de inmediato —me reprendió él.

—No hace mucho, no te preocupes. Y se te veía bastante cansado, por eso quería dejarte dormir un poco. Te habría dejado dormir más pero supongo que quieres estar presente cuando el médico llegue.

No tardó mucho en entrar a la habitación un hombre de unos cuarenta años, bajito, un poco regordete, con una calvicie incipiente y vestido con una bata blanca que casi le rozaba el suelo. Me saludó, se acercó a mí y me quitó la venda para revisarme los puntos que me había puesto y comprobar que no se me hubiesen infectado.

—De momento se ve bastante bien y no creo que dé más problemas. Tuviste suerte de que la bala sólo te rozó y no quedó incrustada. De todas formas, perdiste bastante sangre y sería mejor que te quedaras aquí esta noche para recuperarte bien y, si no pasa nada nuevo, mañana por la mañana te daremos el alta.

—Muchas gracias, doctor —le agradecí yo.

—De nada, de momento descansa un poco. Es probable que te sientas un poco débil o mareada a causa de la pérdida de sangre que sufriste pero si te sientes peor o tienes algún problema no dudes en llamar a una enfermera.

—Gracias, doctor —dijo ésta vez Alex.

—Es todo un placer. Ahora, si no me necesitan más, me retiro.

El hombre se fue y mi amigo y yo nos quedamos solos en la habitación.

—¿Donde está Jacob? —pregunté por curiosisdad.

—No quería marcharse pero le convencí para que se fuera a casa y descansara un poco. Vendrá dentro de un rato y se quedará contigo mientras yo vuelvo a casa para cambiarme de ropa y descansar unas horas en un cama de verdad. ¡Estos sillones de hospital son terriblemente incómodos! Creo que ya estoy demasiado viejo para estas cosas...

—¿Puedes luchar y ganar contra contrabandistas muy peligrosos expertos en lucha, disparar armas y otros trucos pero te dejas ganar por una silla de hospital? —le pregunté levantando una ceja.

—Es la piel falsa y el acolchado barato. Me da escalofríos... —susurró en tono confidente.

Nos empezamos a reír a carcajadas y, cuando nos tranquilizamos, me fijé bien en su rostro. En realidad parecía muy cansado y tenía bolsas debajo de los ojos. Me puse seria porque me di cuenta de que en realidad debían haber estado muy preocupados. Lo acerqué a mí y lo abracé.

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⏰ Última actualización: Nov 03, 2015 ⏰

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