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❝El dolor me recuerda que estoy vivo, aunque sé que no debería buscarlo.❞
De Kagaya a Muzan
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Kagaya volvió a unirse a sus trabajadoras, quienes lo recibieron con sonrisas y palabras de alivio. Aunque estaba rodeado de festividad y alegría, no podía dejar de pensar en el misterioso hombre de ojos rojos que lo había ayudado y bailado con él. Había algo en su presencia que le resultaba intrigante y un poco inquietante.
—¿Señor Kagaya, está bien?—preguntó Sora, notando la expresión pensativa de Kagaya.
—Sí, Sora. Estoy bien. Solo... estaba pensando en algo.—respondió él, tratando de sacudirse el sentimiento extraño que lo invadía.
Decidieron continuar explorando el festival, disfrutando de las diferentes actividades y espectáculos que ofrecían. Kagaya se dejó llevar por la atmósfera mágica del Tanabata, encontrando consuelo en la compañía de sus trabajadoras y en la belleza de la celebración.
Al final del festival.mientras las trabajadoras lo escoltaban de regreso a casa, Kagaya sintió una profunda gratitud hacia ellas. Sabía que sin su ayuda y apoyo, no habría podido vivir esta experiencia tan liberadora y emocionante.
—Gracias a todas por hacer esto posible. Nunca olvidaré esta noche.—dijo Kagaya, con una sonrisa sincera.
—Nos alegra que haya disfrutado, señor Kagaya.—respondió Sora, hablando en nombre de todas.
Al llegar a la residencia Ubuyashiki, Kagaya se despidió de sus trabajadoras y se dirigió a su habitación, agotado pero contento. Mientras se desvestía y se preparaba para descansar, sus pensamientos volvieron al hombre de ojos rojos. No podía sacarse de la cabeza la sensación de que su encuentro había sido algo más que una simple coincidencia.
