Capítulo 13

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Francia, París
Marzo 2024

Desde que vi al hombre trajeado hablar con Alessandro, una mala sensación se apoderó de mí. Aunque era de esperar, así era la vida en la mafia. Extorsiones, asesinatos, violaciones, entre muchas otras cosas. Un error muy común es romanizar las mafias por lo que se ve en las series, y eso no es así. Este mundo es lo peor que le puede pasar a cualquiera, por muchos privilegios y lujos que lo rodeen. Claramente cuando se ocupa un cargo como el mío, no se puede pensar en ese lado de las cosas. En pocas palabras, tenemos que ser tiburones sin escrúpulos. A raíz de todas las cosas que me ha tocado vivir, puedo afirmar que me he insensibilizado lo suficiente como para poder sobrevivir, pero mi madre no era así, por eso ella odiaba la idea de que yo algún día heredase La Tiriera.

Cuando Alessandro se sentó en la mesa, no habló acerca de aquel hombre y, sinceramente, yo tampoco le iba a preguntar. Desde el otro lado de la mesa, su distinguida fragancia de Armani me causaba estragos al colarse por mis fosas nasales. Inconscientemente, aspiré para poder retener más de ese adictivo aroma.

—¿Has pedido ya?—pregunta sacándome de mí ensimismamiento.

—No, aún no.—niego con la cabeza antes de tomar la carta de la mesa.

Alessandro hace lo mismo con la otra y ojea el menú. El camarero llega para tomarnos el pedido y ambos acabamos pidiendo lo mismo, langostinos cocidos con cuatro rodajas salmón frito y patatas bravas con mayonesa.

—¿Qué bebidas van a tomar?—pregunta el chico con la libreta lista.

—A mí ponme una copa de vino rojo.—escoge Alessandro.

—¿Y la señorita?

—Un zumo de frambuesa.

—Bien, enseguida les traerán su pedido.

Cuando el camarero se despide, Alessandro parece dar rienda suelta a lo que parece una risa que llevaba un rato conteniendo y yo frunzo el ceño.

—¿Qué?—inquiero sin entender nada.

—¿Zumo? ¿En serio?—se burla cuando su risa cesa.

Cruzo los brazos por encima del pecho con evidente molestia.

—Perdone, señor Ferrero, pero no me gustaría acabar como usted.—me burlo también.

—¿Y cómo he acabado yo? Si se puede saber.—alza una ceja al tomarlo desparece.

—Sin poder pasar veinticuatro horas sin beberse un vaso de whisky.

—¿Me estás llamando alcohólico?

—Lo has dicho tú, no yo.—me encojo de hombros disfrutando de la escena.

—En realidad, discúlpame, fallo mío.—dice de pronto dejándome confundida—. No he tomado en cuenta tu edad, es lógico que no bebas alcohol.—sonríe y se inclina sobre la mesa, tomándome por sorpresa cuando pellizca de forma infantil una de mis mejillas.—Sigue así, no bebas, es malo para el hígado.

Apenas me puedo creer lo que acaba de hacer. Antes de que pueda responder, nos traen la comida y dejan las dos copas encima de la mesa, para él su vino y para mí mi....zumo. Empezamos a comer y no puedo evitar pensar en lo que acaba de pasar.

Alessandro parece que sí que me ve como una niña. Para él, no soy nada más que una cría y eso no hace más que enfadarme a puntos casi coléricos.

Un momento.

¿Alguna vez les ha pasado de tener un pensamiento intrusivo, pero que parezca buena idea? Eso me está pasando justo ahora. Creo que he encontrado la manera de que el imbécil italiano deje de verme como si fuese su prima pequeña y me vea como lo que soy, una mujer adulta y la heredera del imperio de la mafia.

Los Reyes del Crimen #1 (Saga: Herederos del Dolor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora