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James y Aiden ya estaban durmiendo sobre los cómodos colchones del bicolor. El diluvio todavía no se había calmado; más bien, iba empeorando conforme pasaban los minutos, al igual que los truenos, cada uno más intenso que el anterior.
Esto no era lo más agradable para el E-boy. Aunque estaba acostumbrado a algunas tormentas con truenos, en esta parecía que el cielo se iba a caer encima de él.
Despertó con la respiración algo agitada, podía sentir su corazón retumbar en su pecho, cerró los ojos con fuerza para tranquilizarse, al regular su respiración, notó que no esa no era su habitación, volteó hacia donde supuestamente estaba el brasileño, al saber de su ausencia se puso a analizar a mejor detalle el lugar, las gotas golpeando la ventana acompañaban su respiración, reconocía ese lugar, aquel cuarto en el que durmió gran parte de su infancia y adolescencia.
Observaba cada rincón del lugar, pero fue interrumpido por otro trueno, seguidamente de eso escuchó un llanto femenino que al oírlo hizo estremecer todo su cuerpo. Se levantó del colchón lentamente, sintiendo el frío del suelo en sus pies descalzos.
Caminó lentamente hacia la puerta, tratando de no hacer ruido, cada paso resonando en su mente como un eco de su infancia. Abrió la puerta del cuarto con cuidado, el pasillo oscuro se extendía frente a él. Las sombras danzaban con cada relámpago que iluminaba brevemente el corredor.
Soltó un suspiro antes de adentrarse a aquella oscuridad, el llanto venía de la Sala de estar, los relámpagos eran de un poco de ayuda para que su vista no este del todo nula, aunque cada trueno seguido aumentaba su nerviosismo a cada paso que daba, bajó con sumo cuidado las escaleras buscando el orígen de aquel llanto.
Aiden avanzó hacia la sala con el corazón acelerado, el eco del llanto femenino aún resonando en sus oídos. A medida que se acercaba, el sonido se hizo más claro, desgarrador. Se asomó por el borde del sofá,viendo a una mujer sobre él otro trueno junto un relámpago se hicieron presentes nuevamente haciendo que él canadiense perdiese él equilibrio y cayera en el frío piso de madera, el llanto había cesado.
La repentina calma lo dejó en suspenso. Respiró hondo, tratando de calmarse, pero su respiración era errática. En ese instante, escuchó un suspiro masculino proveniente de la cocina. Aiden se dirigió hacia el sonido, notando píldoras tiradas junto con un poco de maquillaje, brochas y casi al frente de la cocina había tacitas de té.
Al asomarse a la cocina, que era el único cuarto con un poco más de iluminación, vio algo que lo dejó petrificado. Veía la silueta de la persona que no había visto hace años, de aquel hombre que alguna vez llamó padre, este estaba de rodillas dándole la espalda, en su delante había una bolsa que parecía ser de basura, pero había un pequeño detalle, debajo de esta había un charco de sangre, el cabello color castaño y el tono moreno que se alcanzaba a ver un poco de la bolsa lo destrozaron, era de su madre.
Quería ir a golpear a ese sujeto, pero algo se lo impedía —M-ma-má —Fue lo único que pudo pronunciar —¿Qué haces aquí Ailen? Y vestida así —Se levantó lentamente asomándose más a la tenue luz que había en la cocina, dejando ver su pelo naranja, piel pálida como la de él, escucharlo decir ese nombre hacia que su mente sea un torbellino de emociones, una mezcla de miedo, rabia y tristeza.