CAPITULO 1

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El mar se alzaba y caía con una fuerza rítmica, sus olas golpeaban contra el casco del barco con un estruendo poderoso. El sonido de las olas envolvía el barco, creando una sinfonía natural que se mezclaba con el crujido de las cuerdas y el susurro del viento entre las velas.

A lo lejos, el canto de los piratas llegaba suave y melódico, flotando sobre la brisa marina. Sus voces se unían en una armonía ruda pero encantadora, narrando historias de aventuras pasadas, tesoros escondidos y mares indomables. La melodía, cargada de nostalgia y valentía, se convertía en un eco de libertad y desafío que se perdía en el vasto horizonte.

La luz del amanecer se filtraba suavemente a través de la pequeña ventana del camarote, pintando el espacio con tonos cálidos de oro y rosa. La pequeña abrió lentamente los ojos, sintiendo el roce suave de las vendas alrededor de sus brazos y torso. Vestida con un camisón blanco, su cuerpo aún se sentía pesado y adolorido, pero al menos estaba a salvo.

Un suave picoteo llamó su atención. Giró la cabeza y vio a una pequeña gaviota posada en el alféizar de la ventana, picoteando el vidrio con insistencia. La niña se incorporó con cuidado, sus movimientos eran lentos y precavidos. Se acercó a la ventana y la abrió, permitiendo que una brisa fresca y salada llenara el camarote. La gaviota inclinó la cabeza, observándola con ojos curiosos antes de alzar el vuelo y desaparecer en el cielo.

Mientras observaba al ave alejarse, los recuerdos de la noche anterior comenzaron a regresar. Los gritos, el incienso, los Marines... y luego, el hombre que la había salvado. Se llevó una mano al pecho, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. ¿Quién era ese hombre? ¿Por qué la había rescatado?

El sonido de pasos en la cubierta superior interrumpió sus pensamientos. Se acercó a la puerta del camarote y la abrió con cautela. Asomándose, vio a varios hombres ocupados en sus tareas, ajustando las velas y limpiando la cubierta. Todos vestían ropas desaliñadas, con pañuelos en la cabeza y sables a la cintura. Eran piratas, sin duda alguna.

De repente, una figura familiar apareció en la escalerilla que conducía a la cubierta inferior. El hombre que la había rescatado, el capitán Roger, la miró con una mezcla de sorpresa y alivio.

─── ¡Buenos días, pequeña!-exclamó con una sonrisa. ─── Veo que te has despertado. ¿Cómo te sientes?

Ella vaciló un momento antes de responder con un asentamiento con la cabeza. ─── Bien...

Roger se acercó y se arrodilló frente a ella, colocándole una mano en el hombro con gentileza. ───Estás a bordo del Oro Jackson, mi barco. Yo soy el capitán. Te encontramos en ese sucio barco, en medio de todo esos mal nacidos. Pensé que aquí estarías más segura.

La niña asintió lentamente, procesando la información. "¿Y qué pasará ahora? ¿Me llevarán de vuelta?"

El capitán suspiró y miró hacia el horizonte, donde el sol seguía su ascenso, prometiendo un nuevo día. ──Por ahora, no es seguro regresar. Los Marines están buscando algo en estos mares, y temo que tu aldea está en peligro. Pero no te preocupes, no dejaremos que te pase nada malo. Eres parte de nuestra tripulación ahora.

La más menor lo miró, encontrando en sus ojos una sinceridad que la reconfortó. Aunque aún sentía miedo e incertidumbre, había algo en el capitán Roger, que le daba esperanza. Tal vez, después de todo, había encontrado un nuevo hogar.

-Gracias, capitán. -Murmuró, apretando suavemente su camison.

Roger se puso de pie y le tendió la mano. -Ahora que eres parte, tengo que saber tu nombre. - La miro tras hacerle la pregunta.

Caminos Cruzados -𝐎𝐧𝐞 𝐩𝐢𝐞𝐜𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora