[3] Ayudar al prójimo (parte dos)

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Al tomar el asta derecha esta se cayó prácticamente sola por lo que la deje a un lado, el problema era con la izquierda, que era de hecho la que estaba sangrando, por lo visto llevaba tiempo en ese estado lo que ocasionaba que hubiera sangre seca que no me dejaba distinguir bien de entre su asta, la sangre y su hermoso cabeza rojizo.

- ¿Te molesta si mojo un poco tu cabeza? tienes sangre seca que no me deja ver el problema.

- Lo que sea con tal de terminar este problema de una vez - respondió algo irritado por la situación

Asentí para después tomar la regadera y mojar un poco, una vez que pude quitar la sangre seca pude ver el problema, pero al momento de dejar la regadera en su lugar me percate de algo y es que todo este rato estaba siendo vulgar con él y no me había dado cuenta, y es que mis pechos quedaban justo a la altura de sus ojos y él solo trataba de esconder su mirada tratando de ver para todos los lados posibles menos mis pechos, así que decidí hablar.

- Lo siento, no me había percatado de ese detalle - solté una risilla algo nerviosa pero continúe tratando de retirar su asta con cuidado (lo mejor era que la arrancara) - pero no me molesta que me veas el pecho, al final de cuentas todos lo hacen y supongo que para eso son.

Realmente no me fije si hizo o no caso a lo que dije, solo seguí con lo mío, al final de cuentas era un caballero por no haberlo dicho antes ya que no había manera educada de hacerlo y por evitar mirar a pesar de no estar obligado a hacerlo y... pff, estamos en el infierno, nadie podría juzgarlo realmente si lo hiciera. Una vez termine lo vende un poco y toda esa mierda para después levantarme, seguido de ello retire la silla donde había puesto las cosas.

- Te puse la venda porque te lastimaste la cabeza, estoy casi segura que trataste de arrancarte el asta con brusquedad o te rascaste muy fuerte, como resultado te abriste la cabeza, como sea - suspire por el trabajo hecho, hace mucho que no hacía algo útil - no lo vuelvas a hacer.

Este se limitó a levantarse y tocarse un poco el vendaje.

- Estás mojado y lleno de sangre, si gustas puedes darte un baño, tengo un pijama que seguro te queda bien - no hubo respuesta alguna por su parte, lo que me dejaba un poco incómoda - como sea, te dejo que hagas lo que quieras, yo iré a la cocina.

Una vez dicho esto me dirigí a sacar dicho pijama y dejarlo en el baño para, ahora si, retirarme a la cocina, al final terminaría cancelando la idea de ir a un bar, como sea no tenía realmente ganas de ir, las personas eran abrumante sobre todo en ese estado de ebriedad, me parecían repugnantes, era una de las principales razones por las que no me sentía mal el hecho de aprovecharme de ellas para tomar sus almas.

No sabía si el hombre en mi baño (de quien por cierto aún no sabía ni su nombre) se quedaría o tendría algunos planes, por si sí o por si no, decidí cocinar suficiente para dos personas, un platillo sencillo, un Fondue de Queso.

Aunque comenzaba a cuestionarme a mi misma ¿Por qué le estaba dando tantas atenciones a un desconocido? pero mientras cortando el pan casi me corto los dedos me di cuenta que quizá solo me sentía muy sola y ya no importaba de quien, solo quería compañía, si seguía actuando así de estúpida las cosas terminaron muy mal para mi.

De igual manera, no podía engañarme a mi misma por él, realmente parecía un buen hombre, uno encantador, era claro que no sabía nada de su comportamiento, lo había conocido en una situación dolorosa físicamente para él, claro que no estaría en su mejor versión, sería estúpido esperar eso. Por suerte para mi, antes de seguir con mis pensamientos dicho sujeto apareció en la cocina con ese pijama negro que en algún momento llegue a comprar, puesto en mi parecía una especie de túnica de sacerdote, pero a él le quedaba magnifico, justo a la medida.

- ¿Qué tal la ducha? - si bien es verdad que la banalidad no se me daba, tampoco quería hacerme muy consciente del hecho de que había metido un extraño en mi casa.

- Fue bastante refrescante a decir verdad - se acercó más a mi para poder mantener mejor la conversación, y la verdad es que lucía muy apuesto y elegante - Me disculpo por no haberme presentado como es debido anteriormente pero entenderás las circunstancias, soy Alastor - se acerco aun mas y me extendió su mano.

- ??? - le di la mano esperando que fuera un saludo normal pero Alastor la alzó hasta la altura de su pecho y se inclinó para dejar un suave y cautivador beso en ella.

- Es un placer conocerte, todo un placer - le regale un amplia sonrisa en respuesta.

- Me alegra que pienses eso.

- Aunque debo admitir que hay una duda que no me deja en paz.

- Dime.

- ¿Por qué decidiste ayudarme? ¿esperas algo a cambio? - su sombra salió detrás de él nuevamente con un aspecto macabro, como si se estuviera preparando para un trato o algo por el estilo.

- No, no, no, para nada, solo... no sé, vi que necesitabas ayuda y yo podía ayudarte, nada me costaba hacerlo, nada me costó, de hecho - este produjo cierto sonido digno de una radio que dejaba en claro lo mucho que le costaba creerse mis palabras.

- No es que quiera desconfiar de tu palabra, dulzura, pero eso no es lo que los pecadores hacen, estas sucias almas solo buscan burlarse del sufrimiento ajeno - expresó a la vez que cerraba su mano en un puño como si dichas almas de las que estaba hablando fueran apretadas lentamente.

- Bueno, pues te ayude, y no espero absolutamente nada a cambio. Es más, ni siquiera es la primera vez que ayudo a alguien.

Su cara era todo un poema, tenía en parte decepción y en parte incredulidad ante mis palabras por lo que reí más abiertamente cubriendo mi boca con mis manos. Ante dicha acción este echo sus orejas un poco hacia atrás y trastornó un poco su extraña y amarillenta sonrisa.

- ¿Qué es tan gracioso? - nuevamente volvió a ese tono nada alegre del callejón.

- Tú.

Respondí divertida a lo que este produjo un sonido de estática, pero no pude dejar de sonreír al ver a su sombra igual de desconcertada.

- Es solo que cuando te cuento que no me parece malo, incluso que me agrada ayudar a los demás cuando me es posible me miras y reaccionas como si no fuera digna de estar ni siquiera un poco cerca de ti - solté una pequeña carcajada nuevamente - pero... - mire su vendaje en la cabeza orgullosa de mi trabajo - estoy casi segura de que no necesitas nada más de mi y aun así sigues aquí - este rodó los ojos, claramente no le estaba causando nada de gracia mis palabras - no te estoy corriendo ni nada por el estilo, solo me parece divertido, es todo.

- Bien - tomo su saco - me parece que es un buen momento para retirarme - dijo con un tono decidido, pero de cierta manera no parecía querer irse, así que volví mi mirada a lo que estaba preparando.

- Ya es tarde, y hay suficiente comida para ambos, estoy casi segura que no has cenado.

Este volteo a verme, esta vez con las orejas levantadas, podría apostar mi alma a que solo estaba buscando una excusa para quedarse.

En realidad - inhalo profundo antes de continuar - huele delicioso - sonreí ante su respuesta.

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oli

Un amor infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora