[5] Día festivo

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De esta plática había sacado un par de conclusiones, la primera de ellas y la más importante era que ese hombre era un chismoso, una buena y por decirlo de alguna manera, ilimitada fuente de entretenimiento, que también me podría servir en algún punto en caso de querer control, ya que solo tendría que hablar con él con información alterada y el se encargaría de esparcirla por el infierno, al ser un hombre relevante todos tomarían dicha información como cierta y relevante.

La segunda es que era un hombre realmente amable, así que pude concluir de cierta manera que, según mis experiencias mientras más poder tuvieras las personas más pacifistas serían, pero mientras más débiles e indefensos se sintieran, actuarían como si fueran poderosos, de cierta manera se podría decir que aparentaban para protegerse.

Después de un rato ambos nos despedimos y retiramos, para mi ya había sido más que suficiente para volver a casa y descansar un poco, tampoco podía andar haciendo cosas relevantes tooodo el rato, eso no iba mucho con la idea de mantener perfil bajo ¿verdad?

Aunque lo que no preveía era que mis planes se verían afectados y es que cuando ya no faltaba mucho para llegar a casa todo se puso raro, de por si había notado a todo mundo en el infierno algo nerviosos e inquietos, pero jamás pensé que fuera por algo en especifico, fue entonces cuando los gritos comenzaban a hacerse cada vez más presentes que comenzaron a sonar las campanas del enorme contador al cual por alguna razón jamás había prestado atención.

Fue ahí cuando el infierno estaba más caótico que nunca cuando un portal en el cielo se abrió, uno del cual salían ¿ángeles? <<tiene que ser una puta broma>> lo curioso de todo esto es que, según yo, los ángeles eran seres buenos y bondadosos que no eran capaces de hacer otra cosa más que el bien, pero estos parecían enojados, con los rostros cubiertos por máscaras que contenían cuernos simulando ser demonios y armados con alguna especie de lanzas hechas por alguna especie de metal tan reluciente como el diamante.

Mentiría si negara que en el momento en que vi como descendían de manera violenta y comenzaban a masacrar a los pecadores sin piedad alguna comencé a sentir miedo, eso sí que parecía un infierno, desde el momento que había llegado no dejaba de preguntarme cómo es que un lugar supuestamente hecho para que almas como la mía sufrieran me era más hogareño que el maldito mundo humano donde SÍ había sufrido un infierno, pero era ahora donde habría los ojos y me daba cuenta que no podía ser así, había sido estúpido creer que aquí podría llegar a tener algo mejor de lo que se me dio en vida.

Por un momento me quede paralizada, no parecía que los ángeles entraran directamente a las casas a masacrar a las familias pero bien era verdad que me daba miedo perder la mía que tanto trabajo me había costado conseguir,  esos malditos no me arrebatarían nada, pero entonces desperté de mis pensamientos cuando uno de ellos comenzaba a aproximarse a mí, <<¿¡¡¡Por qué no me puedo mover!!!?>> estaba paralizada, era algo que muy pocas veces me había pasado, siempre en los peores momentos, y fue ahí, cuando vi mi segunda muerte tan cerca que alguien, o explicando de mejor manera como yo lo sentí, algo me quitó del camino, antes de lograr ver quien o que me había salvado la vida logré percatarme de que el ángel no se había preocupado más por mi y había pasado de largo, así que por ahora estaba a salvo.

- Estar parada en medio de la calle en pleno día del exterminio no creo que sea lo más inteligente que puedas hacer, dulzura - una hermosa voz profunda y con efecto de radio retumbó en mi cabeza por lo que rápidamente me di la media vuelta para comprobar que era quien yo creía

No sabes que gusto me da verte ¿Qué haces aquí?

Olvide advertirte del día del exterminio, será mejor que vayamos a tu casa.

Seguido de eso nos escabullimos entre los ángeles para poder llegar a mi casa, una vez dentro me asegure de cerrar bien la puerta y de que no hubiera ningún otro lugar de acceso, una vez hecho eso tome asiento mientras él seguía de pie, tan serio y formal como de costumbre.

¿y por qué lo hiciste? - pregunté con algo de burla pensando en que lo más probable es que sintiera agrado hacia mi pero teniendo en cuenta su personalidad no quisiera admitirlo.

- No me gusta deber favores - fruncí el ceño sin entender a qué se refería pero mi mirada cayó a sus astas y entendí - ¿Por qué otra razón lo haría sino?

- No lo sé, puede haber muchas más razones - respondí juguetona.

- Creo que estas delirando, dulzura - dijo a la vez que se acercaba a mi alacena - ¿quieres algo de... - parecía buscar algo en específico en el interior de esta - ... café?

- Uy, lo siento no me gusta el café así que no tengo, solo tengo té, pero si, agradecería uno - voltee a verlo con una amplia sonrisa en mi boca.

Una vez este llego a mi con la bebida comprendí que estaba siendo hospitalario de la misma manera en que yo lo había sido con él en su momento.

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Espero que no sea problema el hecho de que me agraden los clichés.

Un amor infernalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora