Capítulo 17: C'est toi

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¿Cuál es el plan? ¿Cuál es el plan? A ver, déjame pensar... No tengo ni la menor idea de qué hacer. ¿Qué se supone que tenemos que hacer? ¿Ir a la cena con esos monstruos? Ni de lejos. ¿Pasar de ellos? Tampoco, ¿no?

Me duele la cabeza desde esta mañana, desde que Jacqueline ha vuelto a preguntar la misma pregunta que me hizo ayer, pero esta vez ha sido en el desayuno. A Arcadia se le ha caído el tenedor al suelo justo cuando ha mencionado la pregunta. Aunque no se si ha sido por la pregunta o porque Jacqueline pasaba por su lado en ese momento.

Llevo toda la noche debatiendo con Thomas acerca de esas dos. Como dice Thomas, tal vez mal entendí la situación. ¿Cómo puedo malentender lo que me dijo Jacqueline? Prácticamente dijo que se alegra de que Arcadia ya no esté enamorada de mi. ¿Cómo se puede mal entender?

No es que tengamos mucho tiempo para pensar en ello. Es más fácil prestar atención sobre el tema principal de la historia: como acabar con esos monstruos, que tener que lidiar con la guerra civil que se ha creado Arcadia en la cabeza contra Jacqueline, que al parecer ya no es tan escandalosa como el último día que las vi el pasado invierno.

— ¿Y si vamos Maia y yo? — Arcadia gira muy bruscamente la cabeza desde el otro lado de la mesa —. A mi no me conocen y quieren hablar con Maia. Cenamos con ellos, escuchamos lo que nos tengan que decir y nos marchamos.

Estamos en una habitación que, la verdad, no había estado nunca antes. Pensaba que conocía todos los recovecos de la mansión de los De Luca. Ya veo que no. Aunque viendo la estética lúgubre y casi carcelaria, mejor no haberlo hecho antes.

— Eso es una estupidez.

Arcadia no tiene mucho más que decir. Se ha pasado toda la hora que llevamos en esta sala encerrada en su propia mente. Está más rara que de costumbre. Y eso ya es decir.

— Por lo menos estoy intentando buscar una solución y no estoy haciendo el tonto tallando a saber que con un cuchillo como una psicópata.

Vale, esto si es nuevo. Thomas jamás había contestado de esa manera a Arcadia... ni a nadie. Al menos el Thomas que conozco no habría dicho eso jamás.

— ¿Qué acabas de decir? — Arcadia se levanta de golpe de la mesa malhumorada y Thomas hace lo mismo.

La única diferencia es que Arcadia hinca el trozo de madera en un libro viejo que tiene en la mesa y esta se incrusta en él. Vale, es una estaca. Algo que ninguno de los tres parece que nos esperábamos.

— Te recuerdo que estás en mi casa, vampirito.

Se inclina sobre la mesa y lo mira de una manera tan asesina que me provoca miedo hasta a mi, aunque sea Thomas quien la reciba.

— ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Tu casa nos ayudará a luchar contra esos dos? Porque no creo que un edificio con arquitectura victoriana del siglo veinte nos ayude a matar a dos vampiros asesinos que no se van a cansar hasta matarnos a todos.

Intercambio miradas con Jacqueline. Está igual de confundida que yo.

— ¿Quieres ver como...

— Vale, creo que necesitamos une pause ici.

Jacqueline es la primera en intervenir, posicionándose entre ambos, aunque ya hay una mesa de por medio. Y es que Arcadia ya ha tomado cartas en el asunto cuando ha puesto sus manos sobre la estaca de madera hace unos segundos y le ha apuntado a Thomas con ella.

Lo ha hecho tan rápido que ahora mismo tiene la estaca de madera justo a la altura de su pecho. Arcadia se ha quedado estática, con los ojos bien abiertos y estoy muy segura de que ahora mismo es incapaz de moverse.

Hematófaga: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora