Capítulo 2: Pequeño Clic

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"¡Están vivas!"

No paro de tener esa constante pesadilla, donde un Thomas demasiado dejado me dice que están vivas y que despierte.

Es como si el mismo no quisiera que durmiera y que saliera ahí afuera a buscarlas. Pero eso está muy lejos de la realidad; Thomas no está en mis sueños, mi subconsciente sí y tengo que dejar de darle el control.

Las vistas desde la habitación no pueden ser más lúgubres. Hasta los árboles, en esta época del año, parecen estar sin vida.

Todo el mundo parece estar sin vida. Ha pasado una semana desde que Arcadia interrumpió en mi habitación para calmarme de ese fatídico sueño y no ha parado de hacerlo.

Le agradecí cuando llevó a Josh al almacén para que Carlos pudiera hacerse cargo de él. Mentir a Josh a la cara cada vez que tenía una pesadilla me estaba matando por dentro.

— ¿Qué haces ahí? — La voz de Arcadia resalta en toda la estancia.

Hacía ya horas que había dejado la cómoda cama y me había instalado en el banco debajo de la ventana. Una acción que no ha faltado durante esta última semana, la diferencia es que hoy Arcadia me ha pillado.

Abrazo mis rodillas y subo los hombros sin saber qué decir. Me cuesta encontrar las palabras correctas desde su desaparición. Creía que contarle toda la historia a Arcadia me ayudaría a pasar página o por lo menos a que dejara de doler tanto, pero tan solo conseguí que su partida doliera aún más.

— ¿En qué piensas? — Esta vez, la voz de Arcadia, suena mucho más cerca y por eso me dedico a mirar el paisaje.

No quiero que me vea llorar, pero su mano en mi hombro me dice que ya me ha visto desde hace mucho tiempo.

— ¿Otra pesadilla? — Pregunta. Ambas sabemos que ninguna de las dos sabe qué decir ahora mismo.

— Otra.

Se posiciona a escasos centímetros y me rodea con sus brazos, mientras que yo apoyo la cabeza sobre su abdomen. Nos quedamos así unos minutos, sin decir nada.

Nunca imaginé que Arcadia De Luca me abrazaría en estos momentos, estaba muy equivocada.

"Eres humana, no un monstruo".

Creo que desde ese día nuestra relación cambió. Significó un clic y temo que, algún día, yo lo deshaga de nuevo.

— ¿Quieres acompañarme hoy? — Su voz sale tambaleante, como si se arrepintiera de haber hablado.

— ¿Qué tienes que hacer hoy?

Desde que me dijo que sabía que, durante las noches, iba al castillo a buscar algún signo de vida, no he vuelto a pisar la calle ni para respirar aire fresco.

— Tengo que ir a por suministros.

— ¿Tú?

— Si, hace mucho tiempo que no voy a por alimentos y el otro día, pasando por un almacén abandonado, creí ver unas cuantas latas de conserva — Explica, por su agarre puedo notar que se encuentra entusiasmada.

Hasta una cazavampiros como ella, necesita a veces trabajo de campo.

— Vale, te acompañaré — No sueno muy convencida, pero algo es algo.

— De acuerdo. Voy a ducharme, salimos en una hora — Un suave beso en la frente era lo que menos esperaba —. No tardes, ya sabes lo importante que son las horas del sol en esta época.

Cuando intento replicarle que estamos en invierno y que el sol no parece tener mucha vida hoy por culpa de la niebla, ella ya ha desaparecido de la habitación.

Hematófaga: La rebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora