El frío es psicológico

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Aunque fuera cierto que Gustabo muchas veces exageraba con el frío que hacía, Conway no debía de quejarse mucho, porque él no se molestaba en afrontarlo.

Conway miraba atento la manera en la que, plenamente exagerada bajo su punto de vista, Gustabo iba abrigado hasta el cuello, y de manera literal.

— ¿No crees que es mucho?

Pregunta, viendo como se termina de abrochar el cortavientos, que ocultaba una camisa y un jersey de cuello vuelto, mostrando lo preparado que iba para el frío.

— Más vale que sobre, a que falte — responde con simpleza mientras abre la puerta de comisaría para enfrentarse a la jornada de trabajo.

El invierno estaba en su apogeo, con temperaturas rozando lo negativo y amenazas constantes de nieve, y si había algo que Gustabo no tuviera ganas de arriesgar era, sin duda alguna, su salud.

Su sistema inmunológico parecía de decoración, porque cuando el clima daba un mínimo indicio de frío, de alguna manera acababa enfermo, y en los casos más comunes, en cama durante días.

No quería volver a repetir aquella semana y media tan jodidamente tediosa, donde una amigdalitis le privó de poder realizar cualquier tipo de actividad.

Si era sincero, no comprendía el por qué pescaba resfriados tan fácilmente, teniendo en cuenta que nunca tuvo suficientes recursos de pequeño para superar enfermedades. Por leyes biológicas y naturales, eso debió de haberle favorecido a la hora futuras infecciones, por temas de memoria celular y fabricación de defensas, pero parecía que él siempre debía llevar la contraria.

— También le digo, mejor eso a lo que usted lleva.

Era la excusa perfecta que Gustabo había encontrado, mientras cerraba el patrulla de un portazo y frotaba sus manos, que con tan solo haber pasado unos minutos expuestas a las bajas temperaturas, ya las sentía congeladas y entumecidas.

Y es que Conway, con el orgullo por las nubes y todos sus años de milicia en Vietnam, se rehusaba a abrigarse más que no fuera con la simple camisa blanca.

— Es solo que tú exageras mucho — terminó por defenderse, marcando el lugar del último llamado al número de emergencias, para poder dirigirse a él.

La noche ya se proclamaba sobre el cielo oscuro, dejando un firmamento de estrellas que brillaban con majestuosidad, dando paso a la Luna, que iluminaba la ciudad con su sola presencia.

Esa jornada les tocaba cubrir a ambos el horario nocturno, así que sin pensarlo decidieron patrullar juntos e intentar sobrellevarlo de la mejor manera.

— Pero imagine que se pone malo — comenzó a divagar Gustabo, conduciendo a velocidad prudente para no resbalar sobre la fina capa de hielo que en la carretera se había formado. — ¿Quién se hace cargo de la comisaría?

— Freddy — respondió con simpleza.

— ¿Y quién se hará cargo de usted? — inquirió encendiendo las sirenas.

— Yo puedo solo — contestó, sacando una cajetilla de cigarros de la guantera y cogiendo el mechero del salpicadero.

— Ni se te ocurra abrir la puta ventana — amenazó, levantando la mano para poder quitárselo de las manos e impedir lo que menos quería, porque con la calefacción dentro del coche estaban muy bien.

Poniendo los ojos en blanco frenó todo movimiento y le hizo caso, a regañadientes, solamente para ahorrarse una pelea innecesaria que condicionaría el resto de turno.

— Sigo pensando que necesita abrigarse.

Si Gustabo pudiera poner alguna pega sobre Conway era el desinterés que tenía por cuidarse, y aquello conseguía ponerle de los nervios. Entendía que estaba acostumbrado a una rutina y una manera de vivir del estilo Rambo, como él decía. Ya eran muchos, demasiados años de adoctrinamiento duro, en donde se le entrenó para soportar cualquier malestar físico, y aunque ponía gran esfuerzo en sacarle de ese ciclo autodestructivo, a veces era imposible.

TEMPUS FUGIT | ONE-SHOTS INTENABODonde viven las historias. Descúbrelo ahora