Ticket's de compra

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Ambos están por obligación en el Alcampo y están forzados a convivir como compañeros.

Hay que ganar dinero de alguna manera, y por desgracia Gustabo lo sabe con mucha claridad.

No quiere contar a cuántos trabajos atiende, porque eso sería depresivo hasta para su persona, ni tampoco las horas laborales por las que debe pasar para ganar un sueldo bastante – por no decir absolutamente – deleznable. Los precios de los alquileres están disparados por lo denominado en los periódicos como "la crisis española del 2007", y encontrar una comodidad digna, para alguien como él, que no sólo ha sacrificado sus estudios por la misma persona a la que debe cuidar, si no por la misma persona a la que debe dar de comer y un lugar para dormir, debe ser lo equivalente a buscar una aguja en un pajar.

No basta con estar ahogado en deudas y préstamos, sino que también, un viernes por la tarde, debe atender en el jodido Alcampo a más de un centenar de familias que apuradas hacen la compra del fin de semana, y no solo eso sino que también le toca el cierre, es decir, que hasta las doce no sale de ahí y entró a las cinco de la tarde. Cuando finalice el turno buscará qué se considera explotación laboral, pero hasta ese momento todavía quedan un par de horas, y un compañero en la caja de delante que soportar, no precisamente amigable.

"Yo sigo sin entender qué cojones hago aquí".

Debe ser la tercera vez, o probablemente la cuarta que Conway se queja, mientras ve marchar por las puertas de cristal a una mujer descontenta con su trato, y bajo la opinión de Gustabo, con una razón aceptable.

"Para que dejes de tocarte los huevos y aprendas de la vida, creo yo, vaya".

Porque ese día no ha dormido nada entre tandas de mañana y de noche, y no tiene la santa paciencia para lidiar, una vez más, con un crío rico e insolente, modelo de modelos, alumno estrella y deportista de élite. No, ese día va a ser más borde que de costumbre y no habrá Dios que le consiga quitar el mal genio que trae puesto desde que se ha despertado.

"Bueno, parece que alguien se ha levantado con el pie izquierdo" y entonces, aprovechando que una tregua silenciosa ha tomado lugar entre la clientela y ellos, sin que ninguno más pase por caja, Conway da la vuelta lentamente a su silla hasta quedar cara a cara con la voz del mismo Pepito grillo. "¿Te ha dejado la novia?" pregunta fingiendo lástima.

"Deja de ser tan puto subnormal, que no tengo novia, pesado de mierda".

Está molesto por la broma de mal gusto que le ha hecho, y no sabe una razón verdadera detrás de ello, pero es suficiente para hacer que golpeé la mesa y le mande a la mierda con un gesto de brazo, negando con la cabeza y volviendo a mover la pierna arriba abajo, arriba abajo.

"Pero sin insultos" vuelve a girarse, viendo como un padre y su hijo se acercan para ser atendidos.

La máquina registradora hace sonido por cada vez que se abre, con las monedas chocando y los billetes deslizándose, los pitidos del TPV registrando los pagos en etiquetas son casi monótonos, las luces dentro del establecimiento molestas, demasiado intensas para su gusto y para el contraste con el exterior oscuro, hace frío aunque hayan puesto la calefacción y es difícil para Gustabo mover sus dedos con normalidad, la silla es incómoda y hace que le duela la espalda, sin un respaldo donde apoyarse, sus pies no llegan al suelo y necesita descansar la suela de ellos en alguna plataforma sólida, las familias son muy ruidosas y pordioseras, quejándose de los precios como si él los hubiera establecido.

Desde que se despertó, supo que no iba a ser un buen día, porque había tropezado con una deportiva y casi cae de bruces al suelo. Un mal augurio que ignoró en su momento para, precisamente, no hacer que se cumpliera. Pero parece que el universo conspira en su contra y le hace trastabillar con un montón de zapatos más, todos distribuidos a lo largo del día y, esta vez, haciéndole caer.

TEMPUS FUGIT | ONE-SHOTS INTENABODonde viven las historias. Descúbrelo ahora