En una población cercana al pueblo donde residía Arathem la salida del sol dejó una trágica noticia. Mientras todos dormían plácidamente dos niños que se encontraban jugando en un bosque próximo fueron encontrados sin vida, todos los vecinos fueron testigos de la grotesca escena, los cadáveres fueron víctima de algún animal pues estaban marcados con garras y mordiscos inusualmente grande.
Había sido un acto inusualmente violento pues, pese a los daños en los cuerpos de los niños no habían sido devorados.
-¿Un lobo?- Cuestiono uno de los aldeanos al que parecía ser el jefe, más mayor que el resto, con una barba y pelo canosos.
-No sería la primera vez que un lobo mata a uno de los nuestros que tuvo la desdicha de adentrarse en el bosque en un momento inadecuado- Afirmo el mayor, acercándose a los cadáveres para inspeccionarlos, mientras de fondo podían oírse los desesperados llantos de una madre que había perdido a sus dos hijos.
-Sí de un lobo se tratase sería de uno tan grande que las personas de a pie no podríamos estar seguros, sea lo que sea que terminado con la vida de estos niños es un peligro para esta población, el cuerpo de hechicería local se encargara de esto- Aseguro con un tono firme el viejo.
Esa misma noche, tres hechiceros del cuerpo de hechicería local de ese mismo pueblo se adentraron en aquel bosque con la intención de encontrar y terminar con la vida del animal que perpetró el ataque contra aquellos infantes.
Dos noches después de aquello ninguno de los integrantes del pequeño grupo volvió a casa, por lo que el líder de la aldea se vio obligado a recurrir a la capital, quien se les aseguró que enviaría a un miembro de las fuerzas de hechicería de ataque, donde se encontraban los hechiceros más fuertes y talentosos, los que realmente podía usar la hechicería para la lucha y la fuerza militar principal de la nación de los hechiceros.
-¡Ni hablar! Solo serías un estorbo- Rechistó Surei en seco -¡Daré todo de mi con tal de no ser un estorbo!- Contestó Arathem, determinado -No, ni siquiera eres un hechicero de combate apto aún- Continuó negándose, apresurando su salida ante la insistencia del chico -Podrías llevarme como tu aprendiz para que gane experiencia de campo- Suplicó el de pelo oscuro, casi de rodillas. Surei miró a su hermano, buscando una mano amiga que la sacará de este marrón -No creo que sea mala idea del todo, puede observar, pero no permitas que entre en combate- Contestó el rubio después de haberlo pensado unos segundos.
Surei se despegó del chico, quien prácticamente se aferraba a ella, jalando de su kimono -agarra una katana de verdad, esto no será como en los entrenamientos- contestó a regañadientes, acomodando su kimono azul oscuro para una vez el chico se hubo ido suspirar fuerte.
A Arathem solo le faltó saltar de la felicidad, salió corriendo de la sala dejando a los dos hermanos solos.
Shigeno se acercó a su hermana -Ser maestro es una gran responsabilidad, y más con un alumno tan impulsivo como Arathem- Posicionó su mano en el hombro de Surei, quien permaneció en silencio absoluto, nerviosa -Confió fervientemente en que estas preparada para esta responsabilidad- Aseguró, mientras la pobre chica tembló, antes fue cortante e incluso agresiva, pero esto no era más que el reflejo de su gran preocupación. No solo era una de sus primeras misiones en solitario, si no que debía cargar con la responsabilidad de la vida de un ser querido ¿Y sí le pasaba algo a Arathem? Su hermano estaría decepcionado eternamente, era una gran presión que no sabía si aguantaría.
-¡Sé que tu puedes hermanita!- Animó Shigeno, abrazando con fuerza a la más pequeña, provocando que está dejara de temblar -Serás una gran maestra- Finalizó con un susurro, acariciando de forma cariñosa el corto cabello de Surei.
Tanto las palabras como la sonrisa y los actos de su hermano mayor lograron calmarla, quedando grabadas a fuego en ella.
El chico entro en una especie de cobertizo donde los hermanos guardaban todo tipo de armas y herramientas. En una especie de estantería pudo ver como decenas de katanas en sus fundas estaban perfectamente ordenadas, echó un rápido vistazo, pues tenía prisa. Una en concreto llamó su atención, era una no muy grande, de más o menos un metro contando la hoja y el mango. Su vaina era negra completamente incluyendo los dos pequeños cordeles que salían de ella. La guarda era completamente dorada y la empuñadura de un rojo carmesí atrayente, tanto, que sin siquiera mirar la hoja no dudo en llevársela.
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Arathem: El hechicero de los dos mundos
AksiArathem es un chico que vive su dura viva, encerrado en una una ciudad completamente amurallada en la que es discriminado por su estatus social, con un viejo alcohólico como única familia y un pequeño zorro como único amigo el chico de buen corazón...