El chico limpió su sudor, pese a ser temprano el sol ya abrasaba con fuerza, se desmoralizaba con solo pensar en el largo día de trabajo que le quedaba por delante, aunque, puede que entre tanta desdicha hubiera algo positivo ¡Hoy tocaba limpiar los barrios de clase alta! Después de todo, alguien tiene que limpiar la basura de esos cosmopolitas, pues, esa banda de nobles no se iba a ensuciar sus limadas uñas o arriesgarse a manchar sus lujosos ropajes.
El ambiente en los barrios altos era sumamente deslumbrante, lleno de vida, las calles estaban inundadas de gente que paseaba de forma distinguida, con sus distinguidos vestidos, mirando de forma distinguida a sus distinguidos iguales.
Claro, a sus iguales, para Arathem solo quedaban miradas de desprecio ante las cuales el chico de pelo marrón oscuro solo podía bajar la mirada y agachar la cabeza, tratando de pasar desapercibido, ignorando sus comentarios nada discretos.
Realmente, aquellos barrios tan finos no tenían una cantidad de basura excesiva, pues su gente era demasiado refinada como para tirar desechos al suelo, más que nada Arathem se dedicaba ah barrer hojas secas de los arboles, rascar excrementos de aves, recoger en bolsas los excrementos de los caballos, realmente, comparado con los duros días de trabajo en las zonas externas, los barrios finos no eran la gran cosa.
El problema realmente era el sofocante calor, estaban en pleno verano, y el chico gastaba más rápido de lo normal sus pocas energías.
Después de unas horas y de decenas de calles paseadas el chico se sentó a descansar bajo la sombra de un olivo que decoraba la plaza que acababa de terminar de limpiar.
-acercaos, acercaos- dijo una musical voz, al otro lado de del olivo.
La gente vestida de llamativos colores se acercó poco a poco, algo asombrada, comenzando a inundar la plaza, incomodando un poco al chico.
-Por diez Ojis acepto peticiones para mis mágicas historias- Aseguró el bardo con una astuta sonrisa.
¿Tanto? Realmente diez Ojis era bastante dinero, la curiosidad creció dentro del chico ¿valdría la pena escucharlo?
-¡Yo, yo!- Salto uno entre el publico, adelantándose entre la gente mientras tomaba de la mano a una damisela
-El cantar del Muro y el rey es el favorito de mi prometida- Aseguró el joven.
-Claro amigo- Respondió el musico, extendiendo su boina rojiza con una artificial sonrisa
-A-ah si aquí tiene- El chico algo avergonzado, dejo caer unas cuantas monedas en aquella boina y finalmente tras comprobar que la cantidad era la indicada comenzó a tocar su laúd de forma dulce.
Los sonidos que hacía aquella caja de madera con cuerda eran animados, gentiles de alguna forma.
-Y oíd todos, pues el cantico dice así- Explicó poco antes de empezar su canto
-En tiempos de antaño, surgió un gran muro,
Protegiendo a la gente de hechiceros oscuros,
Con magia y poder, sus planes eran duros,
Pero el muro se alzó, fuerte y seguro.Un rey sabio y justo, de gran majestad,
Gobernaba su reino con gran dignidad,
Lujos y riquezas, en toda la ciudad,
Bajo su mando, reinaba la paz y la bondad.Los malignos hechiceros, en sombras se hallaban,
Sus conjuros y trucos, en vano intentaban,
El muro y el rey, juntos se alzaban,
Y la humanidad, en paz descansaba.En el castillo dorado, el rey meditaba,
Con sabiduría y fuerza, su reino guiaba,
Los jardines florecían, la gente cantaba,
Y en cada rincón, la alegría reinaba.Los caballeros valientes, con espadas brillantes,
Defendían el muro de amenazas constantes,
Con coraje y honor, eran siempre vigilantes,
Protegiendo el reino de fuerzas distantes.Las estrellas en el cielo, brillaban con fervor,
Iluminando el reino con su eterno resplandor,
El rey y su pueblo, unidos en amor,
Vivían en armonía, sin temor ni dolor-Todos quedaron prendados con su armoniosa voz cada palabra se coordinaba a la perfección con los acordes de su instrumento.
Arathem no fue la excepción, realmente aquella voz era casi angelical, llegando a tranquilizarlo al punto de casi caer dormido, aunque fue despertado por los aplausos y vítores del publico.
-¡Gracias a todos por sus aplausos!- Reverencio el Juglar, paseándose entre el publico con su boina mientras la mayoría le dejaba caer alguna moneda.
-¿tu que chico? ¿piensas darme algo?- Cuestionó el bardo justo encima suya, asustando a Arathem.
-¿Yo?- se preguntó el chico, tratando de evitar la incomoda situación -L-lo siento pero... Lamento decir que no tengo nada de dinero...- Se lamentó el chico, algo triste.
El bardo lo miro de arriba a abajo, inspeccionándolo, el barrendero estaba tan nervioso que no pudo fijarse si su mirada era de despreció o si por el contrario se compadecía de él.
-¿No deberías estar barriendo las calles niño?- Le preguntó el musico con cierta tirria.
Arathem afirmó tímido.
-Sin embargo estas aquí, disfrutando de mi música sin siquiera pagar- Despreció él, dejando desilusionado a Arathem
-Vete a trabajar a tus barros bajos que es donde deberías estar, tu hedor espanta a mis clientes- Su tono dulce había desaparecido completamente, dejando ahora salir una voz más áspera y punzante que se clavo en los oídos del chico, quien solo pudo emprender huida avergonzado para seguir posteriormente con su trabajo.
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Arathem: El hechicero de los dos mundos
AksiArathem es un chico que vive su dura viva, encerrado en una una ciudad completamente amurallada en la que es discriminado por su estatus social, con un viejo alcohólico como única familia y un pequeño zorro como único amigo el chico de buen corazón...