Harry Styles es un reconocido escritor tratando de sobrevivir a un enjambre de opiniones y críticas a su 'Best Seller' "Velas hundiéndose". Novela escrita sobre un romance adolescente compendioso y breve que compartió con Louis, un jovencito astuto...
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Minucias filtradas por las brasas de la mañana. Penúltimo brillo hasta la plena muerte de un íntimo y poco selecto estrago. Curiosear por muros una vez derrumbados, el vicio de la pesadumbre de aquella postración que llamaba adulación. Bello y enfermizo espectáculo, como lo eran siempre los de este estilo; aquellas narraciones donde los enemigos bajan las armas dos segundos para cargarlas y, en el proceso, gastan uno de sus instantes en mirarse y apresarse. En halagarse y en dejar por debajo del hielo languidez floja, pero necia que pelea contra la tendencia de perder la sensatez. Su cansancio no puede más y accede. Existen las segundas partes de las historias que a veces se dejan inconclusas, quizá de ahí que estén incompletas. Es adrede esto. Se espera una confirmación por una continuación. Y quienes lo viven no son ni la mitad de metiches que quienes lo presencian. No.
-Harry Styles, Velas hundiéndose.
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Si existe una verdad que cela del ser, Harry dudaría de qué tipo fines e intenciones tuviera esta. ¿Podía la verdad anticipar sus porvenires? Anticipar lo que sería, que aún no era pero que se sabía, de algún modo, que llegaría a ser. O, en cambio, la verdad le dejaría ser lo que ya era. Lo que creía que sería. Y si esa verdad era cierta, fuera como fuera, ¿qué sería de él? Jamás se imaginó haciendo nada de lo que había hecho esa tarde. Bueno, para ser honestos sí lo había hecho en muchísimas ocasiones. Pero una predicción por más verdadera que pueda ser, siendo al final suceso, que ahora se transformaba en verificación; era también verdad muerta... O eso creía... puesto que aún no concretaba nada realmente.
Harry solo pensaba en Louis y en su forma tan peculiar de encajarse a sus hábitos. Era un entendimiento casi metódico. Era una vieja tendencia de moda que jamás fallaba. Era una seguridad tan acogedora y funcional que simplemente resultaba imposible no buscarla entre pretenciosas impostoras. Era Louis. Era Harry. Eran ellos.
Con dificultad, Harry se había logrado obligar a sentarse en la rígida silla que tenía Louis frente a su escritorio. Como no le había gustado, habían cambiado de sillas. Sencillamente porque la de Louis tenía rueditas y con ellas Harry podía dar vueltas y desplazarse a su antojo.