EPÍLOGO

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—¡Anton Lee, tu hijo se cayó!— el grito de Wonbin resonó en toda la casa.

—¿Cuál de los dos?— se asomó por el umbral, de brazos cruzados.

Wonbin volvió a verle, con los ojos entrecerrados, y con una mueca.

—Ok, ven aquí— Anton se acercó hasta donde estaba Wonbin, con su niño en brazos.

Lo tomó y lo cargó. El chico tenía un leve pucherito en sus labios, y aseguraba que estaba a punto de llorar.

—¿Qué pasó, pequeño pirata?— se sentó en una silla, tratando de entretener al pequeño.

—Me caí, papi— el leve pucherito seguía en sus labios. Exactamente igual a cómo lucía Anton cuando pedía algo.

Wonbin observaba esa escena con una sonrisa, viendo como su esposo trataba de curar la pequeña herida de su hijo.

—Si no lloras mientras te curo, te compraré leche de fresas, ¿trato hecho?

El niño asintió.

Anton lo sentó sobre la mesa, viendo la herida del chiquillo.

Ni siquiera era del tamaño de uno de sus dedos, pero para el pequeño era un hueco donde se le podía ver su huesito.

El chico se tapó la boca con ambas manos, y cerró sus ojos, haciendo reír a su papá.

—Cielo, alcánzame el alcohol, algodón y las benditas que están en ese cajón, por favor— señaló un lado de la cocina. —Estamos llevando una cirugía a piel abierta.

Wonbin rió por la manera en la que Anton trataba de hacer reír al pequeño y no se concentrara en su dolor.

Cuando tuvo todo, aplicó un poco de alcohol, y limpió las gotitas de sangre. Finalmente pegando la pequeña bandita en su raspón.

—Listo, campeón— acarició su cabello —Iremos por tu leche de fresa, ve a buscar tus zapatos a tu cuarto.

—Pero me duele, papi, se me va a salir algo por ahí— señaló la bandita.

—Para eso está la bandita, para que no se te salga nada, aunque parece que no quieres tu le-

—¡Sí lo quiero!

—Entonces ve a ponerte tus zapatos.

Con ayuda de Wonbin, quién veía todo, bajó de la mesa, y sólo se escucharon los pasos apresurados en las escaleras.

—¡Cuidado te vuelves a caer, Sion!

Anton rió por el lado sobre protector de Wonbin, acercándose a él, tomándolo por su cintura y dejándole un beso en sus labios.

—¿Tú también quieres leche?— alzó sus cejas.

Wonbin golpeó su pecho suavemente, riendo.

—Te va a escuchar el niño— se escondió tímido en su pecho.

—Yo no dije leche de qué— volvió a reír.

Otro manotazo fue proporcionado en el pecho del menor, con suavidad, mientras rodaba los ojos y reía.

—Creo que le pegaste tu drama a Sion.

—Y tú tu ternura.

Si bien, claramente, no es hijo cien por ciento de ellos, adoptaron al pequeño Sion luego de haberse casado y decidido dar el siguiente paso.

Contando, en unos días sería su aniversario de cinco años conviviendo como una pareja oficial, al igual que casada y estaban felices de ello.

Por supuesto, hubo más de mil altibajos que lograron superar debido a que el cariño y el amor que se tenían, podía más.

Ya toy listo.

En la escalera, bajó aquel pequeño chico con sus zapatos puestos, y si bandita en su rodilla derecha.

Tenía una sonrisa brillante, a pesar de haberse lastimado, no dejó de sonreír.

—Muy bien, campeón— Anton corrió hasta él, alzándolo y colocándoselo en sus hombros, y tomándolo por sus piernas para evitar que se caiga—. ¿Te parece más rico un helado, Sion?

—¡Heladooooo!— levantó sus manitas.

—Helado— Anton levantó apenas sus hombros, en una mueca, haciendo reír a su esposo.

—Muy bien, helado— Wonbin tomó las llaves. —Tú conduces.

Los tres salieron de su casa, con cuidado de que el niño no golpeara su cabeza en el umbral de la puerta.

Anton se despidió de Wonnie, el perrito que adoptaron cuando llevaban tres años de relación, cerrando la puerta y dándole paso a un nueva salida en familia.

Dejando a todos felices.

Dejando a todos felices

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