La rosa 3

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—¡Son hermosas! —exclamó Prisma, mirándolas con asombro. Se acostó sobre la tela extendida en el suelo, no quería perderse ni un detalle. Los ojos humanos no podían ver en la oscuridad como un dragón, así que mantuvo las pupilas alargadas.

Galem hizo lo mismo, pero en vez de mirar hacia las estrellas, ladeó la cabeza para observarla solo a ella. El mago había visto de todo durante su vida, pero nada se podía comparar con la belleza de su amiga. Prisma usaba el vestido plateado que él le había regalado. Suspiró. Bañada por la luz de la luna llena, parecía una estrella. Estiró una mano, rozando su mejilla. Prisma parpadeó, sorprendida por el contacto. Los magos no solían mostrar ningún tipo de sentimiento.

Prisma se acercó un poco, deseando que sus labios trazaran el mismo recorrido que sus dedos. Galem se inclinó para alcanzar sus labios. Prisma acortó la distancia antes de que el mago pudiera dudar. Un gemido escapó de ella cuando él la besó con desesperación. Ella había estado tan deseosa de ese beso como él y se lo demostraba con cada roce de sus labios. Galem se detuvo un momento, con la pregunta grabada en sus ojos. Prisma asintió, quería experimentar el amor junto a él y así fue, cada intercambio, cada toque, cada palabra susurrada al oído la hizo amarlo más. Prohibido, susurró el viento. Eterno, cantaron las aves.

—¿Estás bien? —preguntó Galem, entrelazando los dedos en su cabello plateado.

Prisma levantó la cabeza de su pecho desnudo para sonreírle. La experiencia había sido nueva para ambos.

—Nunca he estado mejor. —Sus mejillas se tornaron rojas ante su revelación. Apoyó nuevamente la cabeza en su pecho, queriendo conservar cada segundo de felicidad—. Te amo.

Galem se hizo a un lado. Prisma parpadeó, sintiendo de pronto el frío de la noche cortar su piel.

No puedo corresponderte.

—Lo sé —suspiró decepcionada.

Prisma apoyó las manos en sus hombros, lo obligó a levantar la cabeza y mirarla. El mago tenía los ojos humedecidos. Galem apoyó la cabeza en su pecho para esconder las lágrimas. Nunca había experimentado una emoción así.

—Lo siento, si yo... —tragó, incapaz de continuar. Prisma le acarició la melena negra, entendiendo.

Perderás tu magia.

Galem asintió.

Esto no debió suceder, perdóname.

—Está bien —tragó Prisma, conteniendo las lágrimas—. Ambos lo deseábamos hace tanto tiempo...

—Mereces a alguien que te ame sin límites, Prisma. —Chasqueó sus dedos para cubrir sus cuerpos con ropa—. Espero que me perdones algún día.

Yo también lo espero.

El mago apretó los puños.

—Tengo algo que pedirte —le dijo. A Prisma le preocupo la expresión en su rostro.

¿Qué sucede?

Quiero que te apartes del príncipe.

Prisma parpadeó, sorprendida.

¿Cómo lo sabes?

Puedo oler la magia —explicó—. Durante el consejo de guerra, Rubín hizo alarde de una magia que antes carecía.

Tuve que hacerlo, una guerra se avecina y tanto dragones como humanos estaremos en peligro.

Galem negó.

Herederos de sangre y hierro #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora