El herrero

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Los días en el taller se volvieron absolutamente aburridos. No había podido concentrarme en nada, estaba ansioso y mi ansiedad solo tenía un nombre: Jasper. Desde la ventana podía ver la nube gris que sobresalía de la montaña. Habían pasado dos días desde que partió a librar una batalla a muerte. Mi consuelo es que seguía vivo, resistiendo. No había nada que pudiera hacer por él más que confiar en su fuerza y rezar porque volviera victorioso.

-Me llevo esta -dijo una voz conocida.

Levanté la cabeza para encontrarme con... casi caigo de bruces. Me froté los ojos con fuerza. No era Jasper a quien veía, sino a Amber, su hermana gemela. Usaba un disfraz como tantas veces le vi al príncipe. Un escudo de magia la cubría enmascarando su olor, el tono de su piel y la voz. Sin embargo, no podía esconder ese brillo pálido en los ojos de quien hace un trato con la muerte. Sus labios se estiraron en una sonrisa.

-Interesante. Así que aquí es donde se encondía.

Le realicé una reverencia. Amber colocó la espada de Obsidiana sobre el mostrador. La envolví sin atreverme a pronunciar una palabra. ¿Para qué quería una espada así? El arma había estado en el taller por años, era hermosa y resistente, pero no servía para la batalla.

-Él volverá -aseguró Amber. Su confianza me hizo estremecer-. Y cuando lo haga, regresará con la única persona en quien confía.

Sus ojos, del color del más fino rubí, sostuvieron los míos. Le iba a responder, pero me contuve, había algo en Amber que se sentía diferente. Mis sentidos gritaban que me mantuviera en alerta.

-Tienes que ayudarlo, él... -Mordió sus labios con tanta fuerza que una gota de sangre se deslizó por su barbilla. ¿Qué le sucedía? Más bien, ¿contra quién luchaba?

-Por favor, debe marcharse. Sería sospechoso si permanece mucho tiempo aquí, alteza.

La princesa me agarró la mano con fuerza. Sus ojos se volvieron vacíos. Entonces lo supe. Había alguien más con ella, consumiéndole la mente, dominándola. El sol se oscureció y las armas comenzaron a vibrar ante esta nueva presencia.

-Nos volveremos a ver Oliver, te necesito para rehacer lo que ella comenzó. ¿Me ayudarás? -su voz se escuchó diferente, más ronca y profunda.

Retrocedí.

-¿Quién eres?

La princesa sonrió.

-Un viejo amigo.

Esa noche no pude dormir. Las manos me temblaban y la cabeza me dolía intentando descifrar quién manejaba a Amber desde las sombras. Daba vueltas sobre la cama cuando escuché que alguien llamaba a la puerta del taller. Me asomé por la ventana, pero no vi a nadie. Agarré la vela y busqué la espada que guardé bajo mi cama después de lo que había presenciado hoy. Pasé por la habitación de mi padre, podía dormir en medio de una tempestad sin inmutarse.

-¿Quién es? -pregunté desde el otro lado. Los golpes se habían detenido mientras bajaba por las escaleras. Quité el pestillo y coloqué la vela en el suelo para sostener la espada con las dos manos.

Un cuerpo inconsciente cayó desplomado a mis pies. Le aparté el cabello para ver su rostro. Jasper, era Jasper. Tenía heridas de quemaduras en todo su cuerpo y sangraba. Cerré la puerta de inmediato, el príncipe estaría condenado si alguien lo viera. Por algún motivo había venido aquí en vez de al castillo. Lo cargué hasta mi habitación, Jasper iba sacudiéndose como si aún estuviera librando una batalla.

-Estás a salvo -le dije. Lavé su cuerpo y curé sus heridas. Jasper necesitaba un curandero para las heridas más graves. Era imposible que hubiese hecho el camino de vuelta en tal estado-. Vas a estar bien.

Abrió levemente los ojos.

-Oliver...

Tomé su mano. Tenía la piel caliente.

-¿Quieres vino?

Estiró los labios en una leve sonrisa.

-Lo siento -susurró.

Solté su mano para buscar un paño húmedo para bajarle la fiebre. Jasper volvió a desmayarse mientras intentaba enfriarlo. Al cabo de unos minutos volví a tocar su frente, la temperatura seguía aumentando. Lo cubrí con varias sábanas para hacerlo sudar.

-Tranquilo, voy a cuidar de ti. Estás seguro aquí.

-Tengo... tengo algo que decirte -su voz era apenas un susurro.

-¿Qué sucedió, Jasper?

Los ojos se le llenaron de lágrimas.

-No importa si no pudiste matarlo, encontraré una forma de sacarte del reino. Yo... iré contigo si decides perdonarme -admití. Lo haría, no tenía la más mínima duda.

Negó.

-Es demasiado tarde.

-¿Para qué es demasiado tarde?

Una bola de fuego iluminó el cielo, luego otra. El cuerno desde lo alto del castillo comenzó a sonar en un aviso que jamás esperé escuchar: los dragones nos atacan.

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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Herederos de sangre y hierro #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora